Con el cine de superhéroes también se aplica aquello de que la ignorancia es felicidad. Porque cuanto más conocimiento tengas del personaje que protagoniza la película que estás a punto de ver, más riesgos tenés de que alguno de los cambios (necesarios o innecesarios) te saquen del entretenimiento y te conviertan en juez durante un par de horas. Y en la mayoría absoluta de los casos un juez se divierte menos que un espectador común.

En el caso de los personajes icónicos, la humanidad entera es un poco jueza. Cada uno de nosotros tiene en la mente una idea de lo que debería ser Batman o Superman, dependiendo del contacto que hayamos tenido con series de televisión, películas clásicas o historietas. La “S” en el pecho debería ser más grande, las orejas de murciélago deberían ser más pequeñas, el batimóvil no debería tener ametralladoras... A los pocos minutos ya estamos con el martillito en la mano dando sentencia. Si el superhéroe, la superheroína o el supergrupo son menos conocidos, el asunto es más sencillo.

Durante muchísimo tiempo, nuestro amable vecino Spider-Man fue el personaje más popular de Marvel Comics a nivel mundial, y todavía sigue siendo una máquina de producir merchandising, como demuestra toda clase de productos estampados con la figura del superhéroe creado por Stan Lee y Steve Ditko. En los últimos tiempos los integrantes de los Vengadores fueron catapultados a la fama mundial y se convirtieron en inmensas máquina de recaudar, pero cuando comenzaron a aparecer en la pantalla grande, (casi) nadie lloró por el diseño de la armadura de Iron Man o la forma de las alitas en el casco del Capitán América.

Dicho esto

Spider-Man: lejos de casa es una película muy divertida, que por momentos es más ochentera que Stranger Things, sobre todo en la combinación de comedia adolescente y road movie. Antes de enumerar los aspectos positivos de la cinta, me gustaría ahondar sobre el único elemento de la mitología arácnida cuya ausencia me da un poco de nostalgia. Y no se trata de los cambios realizados a MJ o a Flash Thompson.

En los cómics de Marvel hay algo que siempre persigue a Peter: la “suerte Parker”. No importa lo bien que le haya ido peleando contra el Duende Verde, siempre termina faltando a la operación de cadera de la tía May o llegando tarde a un examen de historia. Esto es especialmente notable en su vida romántica, fastidiada desde que lo mordiera una araña radiactiva por eso de que “con un gran poder viene una gran responsabilidad”.

Para un personaje que sufre eternamente la pérdida de su figura paterna, esa vida superheroica que complica a la otra suele ser bastante solitaria. Sin embargo, en esta encarnación el tío Ben es sustituido por Tony Stark y Tony Stark es sustituido por Happy Hogan o por el mismísimo Nick Fury. Todas personas poderosas, capaces de proveerlos de trajes, vehículos y toda clase de insumos que en la historieta debió producir él solito. Listo, tenía que sacarme eso del sistema.

Regresamos con nuestra programación habitual

Lejos quedó la época del Universo Cinematográfico Marvel en la que cada entrega parecía salida de la misma fábrica de churros. La entrega anterior del Hombre Araña, la tercera de Thor, Pantera Negra e incluso la esperadísima Avengers: Endgame (Joe y Anthony Russo, 2019) tenían suficientes cambios en lo estético y lo narrativo como para traer una necesaria lavada de cara a la franquicia más taquillera de la historia del cine.

En su segunda presencia como director de Peter Parker y sus increíbles amigos, y tercera como director de largometrajes, Jon Watts demuestra que lo de Spider-Man: de regreso a casa (2017) no fue casualidad y que sabe cómo contar las aventuras de un jovencito bastante ñoño, que no sabe cómo contarle lo que siente a la chica que le gusta, mientras salva al mundo de unos peligrosos monstruos.

La película comienza con una necesaria reacción a los eventos ocurridos durante las últimas dos películas de los Vengadores. El plan de Thanos de mejorar al universo implicó la desaparición, durante años, de la mitad de los seres humanos, así que a su regreso hubo muchas cosas que explicar. De manera sencilla y muy graciosa, aprendemos cómo los adolescentes de la generación de Peter reaccionaron al mencionado blip. De todas maneras, la aventura recién comenzaba.

Con la excusa de un viaje estudiantil por Europa, el guion permite ver cómo gigantescas bestias, que presentan los cuatro elementos, destruyen algunos bonitos atractivos turísticos del viejo continente. Ante la falta de varios de los superhéroes más renombrados de los últimos tiempos, los antiguos cabecillas de la organización de superespionaje S.H.I.E.L.D. reclutan al joven Parker, que solamente quiere conquistar el corazón de MJ.

A tantas figuras de autoridad que confían en las capacidades del Hombre Araña se les suma el recién llegado Mysterio, un superhéroe de otra dimensión que actúa como el primo canchero, con quien formará equipo para derrotar a las amenazas elementales.

Por supuesto que la historia da para mucho más, ya que este nuevo personaje que se incorpora a la continuidad ha sido desde siempre una caja de sorpresas. Las suficientes como para llevar entre todos las dos horas de película en forma ágil, entretenida y con una buena cantidad de chistes que llegan a destino.

Jóvenes promesas

Tom Holland, en su quinta aparición cinematográfica como Spider-Man, ya se adueñó por completo del papel, balanceando esa “suerte Parker” y aprendiendo a confiar en su sentido arácnido, aunque todavía no haya encontrado un buen nombre para bautizarlo. Y lo de Zendaya como la reservada y un poquito cínica MJ sigue siendo de lo mejor dentro del elenco de las películas que Sony realiza en colaboración con Marvel.

Para el papel de Mysterio fue acertada la elección de Jake Gyllenhaal, capaz de representar la gran variedad de emociones que atraviesa su personaje, incluyendo una escena que recuerda al clip de Ant-Man (Peyton Reed, 2015) en el que se explicaba el plan maestro, aunque aquí no sea tan efectivo. El resto del elenco tiene sus oportunidades de cumplir y casi todos lo hacen.

Y si alguna vez uno de ustedes dudó si quedarse a ver los créditos de una película de Marvel (en 2019 todavía existe gente así y lo sé porque los vi retirarse en esta ocasión), por favor manténgase en el asiento al menos hasta que terminen los primeros créditos. La escena siguiente no solamente contiene un emocionante mimo para los fans veteranos, sino que patea el tablero de cara a siguientes películas. Mejor dicho: no lo patea, le pone dinamita abajo y lo vuela en mil pedazos.

Spider-Man: lejos de casa sería la mejor película del Hombre Araña, de no ser por la existencia de la impresionante Spider-Man: un nuevo universo (2018). Pero entre las dos están los films más redondos del personaje, lejos del sufrimiento excesivo de Sam Raimi y los flojos villanos de Marc Webb.

Spider-Man: lejos de casa, dirigida por Jon Watts, con Tom Holland y Zendaya.