Quienes sean admiradores del cine iraní en La decisión disfrutarán de todas las características generales que suelen asociarse con esa cinematografía. La historia involucra eventos dramáticos, pero ubicados en un estricto marco naturalista. Hay conflictos de objetivos y de intereses, pero no hay propiamente antagonismo entre personajes. El nivel de las actuaciones es formidable, y dentro de un estilo discreto que difiere de esa cosa afectada en que se convirtió la actuación en Hollywood. No hay música incidental para tratar de encauzar nuestras emociones, el trabajo de cámara es austero, y su misma simplicidad pone de relieve, para el ojo atento, iluminaciones, encuadres y montajes increíbles.

Y, sobre todo, tenemos contacto con ese extraño país que nunca terminamos de entender bien y respecto del que cuesta saber cuánto de lo que vemos en las películas refleja el país o simplemente un modo establecido entre los iraníes para autorrepresentarse. Me refiero a la actitud de todos los personajes de escucharse con atención y respeto, a la presencia de un Estado y de un entramado social-moral en el que todos parecen depositar un mayor nivel de confianza de lo habitual, por ejemplo, en Uruguay, y a la posición de la mujer (los rasgos de sumisión, como la cabellera obligatoriamente cubierta y las órdenes a veces ríspidas que les imparten sus respectivos maridos, conviven con personalidades fuertes, derechos jurídicos claros y un tratamiento que no indica ninguneo de su condición de sujetos).

Por La decisión, Valid Jalilvand recibió premios como mejor director en el festival de Fajr (el principal festival de cine iraní) y en la muestra Horizontes del festival de Venecia. Sus méritos son evidentes: véase, por ejemplo, la manera perfectamente clara, pero no sobreexplicada, en la que resuelve la complicada situación de un accidente de tráfico, esencialmente desde el rango de conocimientos del protagonista, Kaveh (médico forense). Pese a cumplir con las características generales del nuevo cine iraní, hay varios elementos de estilo que son particulares de esta película, como el patrón especialmente estricto de colores, confinado en forma casi total a blanco, negro, gris y azul. Esa restricción de colores tiene el efecto de emparejar, con un efecto vagamente metafórico, lugares que podrían ser radicalmente distintos, como el hospital, la pollería y la cárcel. El portón de la pollería parece estar hecho con una pared de contenedor, y su textura es idéntica a la de la puerta del apartamento de los personajes de Moosa y Leila. Hay un manejo austero (en lo formal) y contundente (en el efecto) de las elipsis, como cuando Moosa entra a la pollería, o cuando Kaveh realiza la segunda autopsia: el montaje de esta escena es de antología y vale la película.

Cuestionar la acción

El tratamiento anecdótico y, sobre todo, el supuesto intríngulis moral que la película parece pretender construir no funcionan de acuerdo con el talento depositado en los aspectos formales. Intento una sinopsis: Kaveh se ve involucrado en un accidente en el que un niño, que iba en una moto con su familia de bajos recursos, se golpea la cabeza. Pese a no tener responsabilidad alguna sobre lo ocurrido, Kaveh insiste en pagar los daños a la moto y en llevar al niño al hospital donde trabaja como médico forense. Moosa, el padre del niño, no lo lleva al hospital hasta horas más tarde, y el niño se muere. Sayeh, una colega (y quizá algo más) de Kaveh, hace la autopsia y concluye que murió de botulismo. Ese diagnóstico tiene consecuencias importantes, ya que Moosa asesina al empleado de la pollería que le vendía a precio especial unos pollos en mal estado. Kaveh se ve acosado por la culpa (de la muerte del niño, del asesinato, de arruinar a la familia de Moosa) y empieza un proceso retorcido para revisar la autopsia, como si quisiera probar a cualquier costo que el niño murió, en realidad, a consecuencia del accidente.

Muchos de los elementos del drama funcionan porque los personajes tardan un tiempo inexplicable en decir ciertas cosas. ¿Por qué Kaveh oculta, en primera instancia, lo del accidente a Sayeh? ¿Por qué Moosa oculta lo de los pollos en estado dudoso a Sayeh? ¿Por qué Sayeh tarda tanto en decirle a Kaveh lo de la agresión de Moosa al empleado de la pollería? Es una base medio endeble para construir un drama. Mucho más problemático es el hecho de que la trama esté armada en función de decisiones y razonamientos bobos. A ver: puede pasar perfectamente que un tipo imprudente y calentón, como Moosa, se tome a la ligera un accidente que no parece tener mayor gravedad, no lleve al hijo al hospital y luego, para pésima suerte, el gurí se muera. Pero ¿por qué una persona ilustrada y con pleno conocimiento del sistema legal, como Kaveh, siente tanta culpa por un accidente del que es inocente? ¿Por qué, además, sintiendo esa culpa, actúa de la manera más sospechosa posible, ocultando el hecho sin explicaciones, pero no lo suficiente como para que la gente a su alrededor se dé cuenta de que está ocultando algo? A ver, no se trata, a la manera de Fargo (de los hermanos Ethan y Joel Coen, 1996), de una película sobre una persona cuya ostensiva torpeza ocasiona tragedias, sino que el personaje se describe como cualificado, razonable y correcto.

Resulta que luego, en la escena final, el interés parece centrarse precisamente en esa pregunta: ¿por qué Kaveh actuó como actuó? Esto también es raro, porque en ningún momento La decisión hurga en las características del personaje que puedan contribuir a poner de relieve y explicar el misterio, o justificar un comportamiento así de errático. Por supuesto, uno puede tomarlo como un recurso formal fuera de lo común (uno pensaba que la película venía por acá, y termina poniendo el foco en otro lado), pero a mí me dejó más bien la impresión de un artificio desesperado para salir de un lío de guion. Es tan poco lo que sabemos de Kaveh (tan sólo el hecho de que es una persona estricta, muy cumplidora en lo profesional y muy responsable) que la pregunta no llega a generar la tensión que la hubiera justificado. Es como si el film hubiera nacido de cierta concepción de tensiones dramáticas y de climas, y luego los guionistas no hubieran tenido la inventiva suficiente como para rellenar esas tensiones con un sistema congruente de hechos que funcionaran como motivos y reacciones, ni la autocrítica como para detener el proyecto hasta resolver esas carencias.

La decisión (Bedoune tarikh, bedoune emza). Dirigida por Vahid Jalilvand. Con Amir Aghaei, Navid Mohammadzadeh, Hedieh Tehrani. Irán, 2017. En Cinemateca, Alfabeta.