Ayer se conoció la muerte de la artista plástica uruguaya Águeda Dicancro, quien a lo largo de su carrera recibió importantes premios por su obra escultórica, en la que trabajó, sobre todo, con vidrio –y, en segundo plano, con madera–, como se vio en su última exposición, Arborescencias, montada en 2007 en el Museo Nacional de Artes Visuales.

Si bien estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes, en 1964 se graduó como ceramista en el Instituto Pedro Figari (de la Universidad del Trabajo de Uruguay), y estudió talla directa y escultura en cemento en el taller de Eduardo Yepes. Ese año ganó una beca del Organismo de Promoción Internacional de Cultura de la Secretaría de Cultura de México para hacer un posgrado de cerámica en la Universidad de México.

Entre varias exposiciones, en 1985 participó por primera vez en la XVIII Bienal de San Pablo con las esculturas “Libertad”, “Cambio”, “Reflejos” y “Atadura”, a la que volvió nueve años después, y, en 1993, también representó a Uruguay en la Bienal de Venecia. Su trabajo recibió destacados reconocimientos, como el de la Fundación Ford, el Concurso internacional de Cerámica de Arte de Faenza (Italia) y la Medalla de oro de la comuna de Roma, y, entre los nacionales, el Premio Figari y el Salón Municipal.

En una entrevista de 2001 para la revista de Cotidiano Mujer, Dicancro le contaba a Elena Fonseca que en 1985, cuando llegó la democracia, ella “miraba las azoteas y veía volar las sábanas, y pensaba qué libertad tienen porque las mueve el viento. Quise que fuera una obra abierta; hubo gente que dijo que era un homenaje a los pobres, otros hablaron de la libertad... si lo vieron así, ¡fantástico! Siempre me importó que hombres y mujeres sean libres en sus vidas, en sus trabajos, que quieran lo que están haciendo”. Se refería a “Tendedero de ropa”, la obra que “en vidrio blanco, con sábanas, hasta con camisetas o musculosas muy esquematizadas”, participó en la Bienal de San Pablo de 1994.

Era una ceremonia de lo cotidiano: “Es que la cosa de todos los días, la que vivimos a diario, [como] una flor en un vaso, también puede ser una obra de arte. El arte se encuentra en las cosas de todos los días que van cambiando, que se van integrando”. Dicancro agregaba: “No se puede vivir en el pasado, hay que estar alerta con lo que pasa en este momento. Es el rastro del ser humano el que plasmamos en nuestra obra, hombres y mujeres que sufren por todo lo que esta sociedad nos está dando; y sacando”.