“Desde el punto de vista armónico necesito un par de reencarnaciones más para arribar a donde llegó Mateo”, dice Jaime Roos sobre un auténtico ícono de la música uruguaya. Así, a partir de un corpus de anécdotas, testimonios y reflexiones de intérpretes también fundamentales para la música popular uruguaya, Amigo lindo del alma vuelve sobre la figura y el inmenso legado de Eduardo Mateo, junto a Fernando Cabrera, Roos, Ruben Rada, Estela Magnone, Mariana Ingold, Diane Denoir, Hugo Fattoruso, Alberto Mandrake Wolf y Martín Buscaglia, entre otros. Y esta sucesión de entrevistas se entrecruza con grandes versiones de himnos inmortales como “Y hoy te vi” (La triple Nelson), “Lo dedo negro” (Cabrera), “Quién te viera” (Litto Nebia), “La Chola” (Urbano Moraes, Gustavo Montemurro, Nicolás y Martín Ibarburu, Lucía Gatti, Martín Pugín) o “Nene” (Mateo x 6).

Finalmente, hoy se estrena este documental que comenzó a gestarse en 1989, cuando Horacio Buscaglia pensó en dirigir la apuesta, con la producción de Daniel Charlone (productor de set de Ceguera, 2008; jefe de producción de El viaje hacia el mar, 2003). Después de idas y vueltas, Charlone decidió asumir el proyecto, junto a un equipo integrado por Andrés Torrón y el director de fotografía Marcelo Casacuberta, y, consciente del desafío que implicaba el escasísimo material audiovisual existente, quiso “mostrar la presencia mediante la ausencia”.

El documental registra su decisiva influencia, aspectos de su complejidad, sus contradicciones y la simiente de su revolucionaria riqueza armónica. A este relato coral que sigue al Mateo intimista, al artista, al culto de su leyenda, Charlone no lo considera un homenaje sino un intento de “mostrar la vida de una persona” con sus singulares aristas, que luego también trasladó a su obra.

El Mateo que recuerdan los músicos se vuelve, incluso, cada vez más mítico e inabarcable. Roos reconoce que “muchas veces se tiende a decir que Mateo estaba loco” cuando “si nos referimos a la música, esas cosas que parecen estrambóticas eran absolutamente deliberadas. No había nada de locura; era absolutamente disciplinado”, mientras que Rada admite que “gran parte de lo que soy se lo debo a su talento”, y Cabrera se sorprende con el hecho de que, habiendo pasado “mal de muchas maneras en su vida, curiosamente no fue alguien resentido, o de mal carácter o agresivo”. Para Cabrera, si la música uruguaya fuera un conservatorio, la materia Mateo sería “muy importante, porque tiene que ver con la ética y el espíritu. Además de coraje, valentía, rompimiento, innovación”, ya que son aspectos que se vinculan con el comportamiento, con asumir riesgos. “Yo veía su libertad de no ser meramente descriptivo, de no contar una historia como la cuenta un tango, una canción folclórica”, dice, sino usando “elementos de flashes, imágenes sueltas”, algo que Cabrera evalúa como un “manejo libre y no permanente de surrealismo”. Y también desafía a retomar un aspecto poco estudiado: lo que decía, sobre el escenario, entre canción y canción.

Magnone evoca los ensayos, los claroscuros y una anécdota exquisita: en un momento en que Mateo no tenía guitarra, “le fue a pedir a un amigo la suya, que le prestó la mejor. A los días, cuando se lo encontró en la feria, le preguntó por ella. Y Mateo le respondió, ‘no sabes lo que me pasó. Salía de casa con la guitarra y paró un plato volador, que me dijo ‘o la guitarra o vos’, y yo, como me tenía que ir a lo de mi hermana, le terminé dando la guitarra’”.

Amigo lindo del alma. De Daniel Charlone. Documental. En Centro Cultural Florencio Sánchez, Cinemateca, Grupo Cine Las Piedras, Punta Carretas, Torre de los Profesionales

Por sus frutos se conoce

Como documental sobre Eduardo Mateo, Amigo lindo del alma puede dejar mucho que desear. Como vía de aproximación al artista, y conjunto de pistas para apreciar su importancia, es un aporte de gran valor, presentado además en una forma sencilla pero cuidadosa.

No hay un resumen biográfico ni un relato cronológico. No hay fechas u otros datos de contexto que ayuden a ubicar los hechos, o incluso a explicar quiénes son los entrevistados y por qué fueron elegidos (lo cual acota el provecho para quienes no estén previamente informados). A veces se suceden opiniones contradictorias sin que tengamos elementos para juzgar cuál puede ser más acertada, o para sospechar por qué, y en qué momentos, una persona generó impresiones tan distintas en otras. Además, el material de archivo disponible es muy escaso, en algunos casos de mala calidad, y no hay filmaciones de tramos esenciales en la trayectoria del músico, de modo que lo vemos y oímos poco en la hora y pico que dura la película.

Daniel Charlone logra, sin embargo, llevarnos hacia la comprensión por otros caminos. Lo que dicen los entrevistados es muy rico, y contiene –además de anécdotas tan divertidas como reveladoras– comentarios sumamente certeros y significativos, que no sólo hablan bien de quienes los realizan, sino también de la preparación de las preguntas (que no fueron incluidas).

Pero quizá el camino más fascinante es el de una docena de versiones de canciones de Mateo, que con muy buen criterio están completas o casi, evitando ese tipo de recortes y fragmentaciones tan irritante en los documentales sobre músicos. No sólo son estupendas (con algunas joyas para las que es difícil hallar adjetivos, como la interpretación instrumental, en piano, de “La casa grande” por Hugo Fattoruso), sino que además su diversidad nos sugiere tres cosas fundamentales sobre la obra del autor. Intuimos cuánto terreno recorrió o descubrió; cuántos y cuán distintos artistas de alto nivel aprovecharon sus hallazgos; y hasta qué punto sus sucesivos estilos fueron tan personales que dejaron una enseñanza profunda: el mejor modo de honrar su memoria es no tratar de imitarlo.

Además, el registro de esas interpretaciones es una belleza, tanto por la alta calidad de las imágenes y el sonido como por un manejo muy atinado de los enfoques. Lo que vemos no sólo resalta la interacción de las manos con los instrumentos, y el acto físico de cantar, sino también la concentración y el placer en los rostros, esa otra interacción intensa y algo misteriosa de los músicos presentes con el ausente, un modo de entender y disfrutar una composición que sólo es posible al internarse con amor en ella.

Las películas no deberían juzgarse por su presunta utilidad, pero es probable –y deseable– que esta les despierte a muchos el interés por saber más sobre Mateo y escuchar sus grabaciones. En ese sentido, Amigo lindo del alma es muy útil, pero además vale por sí misma.

Marcelo Pereira

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