El sábado, Laura Falero saldrá al escenario de La Trastienda para presentar por primera vez su espectáculo Natural, que venía preparando desde antes de que el mundo explotara (o implotara, dejándonos a todos encerrados). Un texto alimentado por esta nueva normalidad, en el que volverá a mostrar su forma tan particular de pensar a las personas y las cosas. La ocasión era perfecta para un nuevo contacto con esta comediante, música y librepensadora. Pero con un pequeño cambio en las reglas.
¿Cuál es tu relación con la escritura? ¿Qué escribías de chica?
Escribía canciones, muchas que nunca salieron a la luz. También escribía pensamientos existenciales, versos, cuentos basados en experiencias personales, en varios diarios íntimos y cuadernos que conservo hasta el día de hoy. Siempre escribí y escribo, es parte de mi rutina diaria. No hay un día en el que no anote o escriba un párrafo de algo que se me ocurre. Las palabras son parte esencial de mi vida, mucho más que las imágenes.
¿Seguís escribiendo a mano?
Sí, escribo a mano y ahora más que nunca. Tengo varias libretas en todas mis carteras y mochilas, y por toda mi casa. Tengo lapiceras de muchos colores y tintas, marcadores, resaltadores, silvapenes. Escribo mucho a lápiz de grafo, de esos que tienen la gomita en la punta. Tengo post-it pegados en el espejo del baño, en la heladera, en mi cuarto y en lugares insólitos de la casa. Me pongo frases escondidas que se me ocurren y no quiero olvidar. Y todos los años me escribo una carta a mí misma, que guardo detrás de una foto en la que estoy con mi viejo, y cuando se cumple un año, la abro y me dejo sorprender. Es una carta en la que le pido al universo, o sea a mí misma, que sucedan cosas. Y también me cuento cómo me siento. Es un ejercicio hermoso de autoconocimiento.
Al preparar un espectáculo, ¿cuánto del guion está escrito? ¿Tenés bajada hasta la última palabra que decís?
Guiono compulsivamente cada palabra, cada frase, describo los actings y luego, sobre todo en escritura de stand up, separo el material en palabras o conceptos claves, y lleno hojas y hojas de palabras. A veces son hojas grandes de dibujo, porque necesito espacio para las palabras y para acomodarlas. Hago muchos mapas mentales por todos lados. De hecho, por estos días en mi mesa de trabajo me encontré con hojas y hojas llenas de palabras, y debo confesar que me sorprendió la necesidad de poner todo en palabras. Incluso suelo llegar por las palabras a las imágenes, y no al revés. Creo que eso es una gran carencia que he reconocido hace muy poco y estoy tratando de investigar.
¿Qué estuviste haciendo durante el tiempo en que no se podía trabajar junto a otras personas?
Vivos de Instagram –la nueva plaga–, y tocando mucho el piano y cantando. En Instagram encontré una manera de acomodarme, sin presencialidad pero sí en un intercambio genuino con la gente. Y bidireccional, a tal punto que creamos nuestra propia comunidad, nos conocimos, nos hicimos muy cercanas. La rutina era los miércoles y los domingos a las 22.00, y era medio intuitivo: preparaba contenido, hacíamos chistes, filosofábamos, creamos playlist con canciones, nos reímos y emocionamos mucho, y sobre todo nos acompañamos en medio del encierro. Creamos una comunidad fiel y sana. Por otro lado, la música fue el centro de este encierro. Estoy escribiendo muchas canciones y siempre me faltaba tiempo para pensar en ello.
Este nuevo espectáculo, Natural, empezó a gestarse en la vieja normalidad. ¿Te acordás de cuáles fueron las primeras ideas?
La primera premisa que abarcó una enorme hoja en blanco fue “Perdí la esperanza en la especie humana”. Esto sucedió cuando se produjeron los hechos violentos de octubre de 2019 en Chile y en varios países de Latinoamérica; a su vez, se prendían fuego los bosques de Australia y Amazonas, el feminismo comenzaba a visibilizar relatos muy angustiantes en nuestro país, y el mundo ardía. Un domingo, luego de una jornada de charlas, llegué a sentir por primera vez una tristeza que nunca antes había sentido. Era una sensación nueva, un sentimiento de angustia por mi propia especie. Algo existencial, darwinista, pero muy profundo. Sentí el privilegio, sentí que somos una especie que coloniza y destruye, y me hice cargo de ello. Me dio dolor y tristeza. Pero de verdad. Una ficción catastrófica comenzaba a apoderarse de nuestras vidas, y las imágenes violentas que levantaban los medios y las redes me hicieron investigar un poco más sobre otras especies del reino animal, el reino vegetal... Como un rescate al desastre en el que los seres humanos nos hemos transformado. Me acerqué intuitivamente a la naturaleza para escapar de esta especie horrenda.
¿Cuánto fue cambiando el texto y cuánto se confirmó debido a este rarísimo 2020?
El texto fue medio premonitorio. Dejé de escribirlo unos meses, a pesar de que siempre estuvo en mi cabeza, porque no podía entender lo que estaba sucediendo. Y aún no lo entiendo. Tampoco tenía ganas de hacer humor, ni de escribirlo. De hecho, este material nace desde una postura quizás antihumorística, porque considero que es un momento en el que hay que ser responsable de lo que se dice. Y quizás este material no tenga tanto humor, pero es una experiencia en la que podés llegar a pasar por diferentes estados, como soy yo. Esa es mi naturaleza. Esa es la reflexión.
¿Cómo definirías tu trabajo sobre el escenario para aquellos que todavía no lo vieron?
Es un show de humor reflexivo que muta cada vez más a lo musical y a la experiencia sonora. En él podés encontrar stand up, performances, un poco de actuación y música. La mayoría de las piezas sonoras son creadas por mí, porque soy una gran fanática del sonido y de las experiencias sonoras.
Los que sí te vieron, ¿van a encontrar a una Laura distinta? ¿Una Laura de la nueva normalidad?
Sí, menos enojada, mas amigada con la vida, lamentablemente adulta, y con muchas ganas de que el público este más activo. Creo que estamos en un momento en el que la comunicación con la gente tiene que ser bidireccional. Necesitamos conversar.
Más allá del escenario, ¿cómo venís en materia de proyectos?
Seguimos incubando un proyecto de radio que venimos trabajando hace mucho tiempo, deseosa de que suceda, porque me falta algo. Soy un bicho de radio desde muy chica, tanto como consumidora, como comunicadora y como comediante. Es en el lenguaje oral que encuentro la verdadera conexión y habito mi mejor estado natural.