“Si no la viste no te dan la cédula allá”, dice el músico Maximiliano Angelieri sobre la clásica película italiana Il Sorpasso (Dino Risi, 1962), en la que Vittorio Gassman encarna un personaje que es el estereotipo del tano: extrovertido, bullero y jodón. Pero en el país de la bota hay 60 millones de habitantes para todos los gustos, y Angelieri, que nació en Roma hace 52 años, es más bien para abajo, o al menos así se muestra su personaje musical. “Soy un coleccionista de amarguras, / soy un especialista en tristezas y fracasos”, dice en “Coleccionista”, una de las canciones de su flamante nuevo disco, cuyo título lo dice todo: Sertralina, mon amour.

Angelieri se radicó en Uruguay en 1990 y formó la banda Exilio Psíquico, en la que desparramó su amargura pero siempre matizada con humor. En su grupo supo tocar gente como Orlando Fernández, Riki Musso, Popo Romano y Gustavo Etchenique. Luego de tres discos de estudio y uno en vivo, en el año 2003, de crisis y Pilsen Rock, el tano se volvió para su país. Alguna que otra vez pasó por acá a saludar, y en 2014 editó el disco Jugando siempre en segunda división, bajo el nombre Maxi Angelieri & Casi Exilio Psíquico. “Tengo un plan para hoy / y es quedarme en la cama, / y quedarme tirado hasta mañana”, canta en “Tengo un plan”, la que abre aquel disco.

La esposa de Angelieri es uruguaya y hacía bastante tiempo que quería volver a su país, por eso ambos regresaron a radicarse a principios de 2019. De las andanzas del tano con su compinche de todas las horas, Riki Musso, salió Sertralina, mon amour, en el que el ex guitarrista y compositor del Cuarteto de Nos se encargó de la producción como nunca antes –con la última palabra–, además de tocar las seis cuerdas, claro.

El nuevo álbum fue editado por Little Butterfly Records hace una semana –está disponible en Spotify– y se presenta hoy a las 21.00 en Plaza Mateo, con Patricia Turnes como invitada. En entrevista con la diaria, Angelieri contó que no van a tocar todas las canciones del nuevo disco (son sólo nueve) porque se publicó recién y “tal vez nadie lo conozca”. “Todo el tiempo tengo terror de que la gente se aburra. Yo me aburro fácilmente, entonces, siempre estamos buscando meter una canción al lado de alguna que no digo que sea famosa pero que sea menos desconocida que las demás, así se aburren menos”, dice Angelieri, que por su acento no precisa mostrar la cédula para que comprobemos su nacionalidad.

Este disco es más guitarrero y más rockero que los anteriores, pero sigue el bajón. ¿No podés contra eso?

Había un cantautor italiano bastante famoso que decía que cuando estás contento y enamorado no te ponés a escribir canciones, hacés otra cosa.

Pero también hay bastante de construcción de un personaje.

Sí, muchas veces es más personaje que realidad. No es un ensayo científico, son canciones. Entonces, escribo páginas y después elijo las frases. A veces decido para dónde va una canción en base a alguna letra que esté en una métrica que queda mejor que otra que tendría otro tema.

¿Pero el título viene porque de verdad te medicás con sertralina?

El título es de mi esposa. Estábamos escuchando la premezcla del disco que mandaba Riki y a ella le pareció muy de bajón, no le gustó, porque además le recordó cosas que tienen que ver conmigo. Entonces, dijo: “bue, lo vamos a llamar Sertralina, mon amour a ese disco”. Me pareció buenísimo el título, así que lo aproveché, pero no lo había pensado.

¿Y qué piensa tu esposa de tus discos anteriores?

No le pregunto. Cuando tenés 20 años de casado no preguntás esas cosas.

Se notan mucho las guitarras de Riki en el disco; tanto en sonido como en estilo son típicas de él.

Sí, las guitarras son de él y de Orlando [Fernández]. En este disco no metí boca en nada. Es el primero donde Riki hace la producción con el final cut: “Yo decido”. Yo quería ver qué pasaba cuando no estaba ahí con él, porque siempre trabajamos juntos y le decía: “Bajame la voz, yo quiero este teclado”. En cambio, esta vez le mandé teclados y los sacó, así que casi que no hay teclados. Él se ocupó de eso y yo hice las canciones. Claramente, hay muchas más guitarras y la batería es más rock porque la tocó Andrés [Coutinho], no la programé yo; siempre programé baterías pero sin ser batero. A mí me encanta así, porque hasta no parece mío. Hay momentos tan diferentes a las canciones que tenía en la cabeza que me aburre menos.

Foto: Ernesto Ryan

Foto: Ernesto Ryan

Hace poco tiempo que te radicaste acá por segunda vez. ¿Por qué viniste a dar a Uruguay la primera vez?

En realidad, cuando me fui de Italia no fue específicamente para venir a Uruguay, sino para irme y nada más. Tenía 20 años y ganas de irme. Fue en 1990 y me acuerdo de que desde que era chico se hablaba del mundial que se iba a hacer en Italia y yo ya decía: “En el mundial del 90 no voy a estar viviendo acá”. Lo viví desde Uruguay y me sirvió para descubrir que uno puede estar deprimido en cualquier lugar del mundo... Brasil no me gustó.

Mucha alegría, playa, sol...

Claro, no se puede, no tenés excusas. Entonces, me vine para acá, donde había un poco más de atmósfera.

En la canción “Triste”, del nuevo disco, cantás “triste como el olor del aguajane” y como “jugar a la quiniela”. Me parece que ahí captaste la esencia uruguaya.

Y jugué alguna vez a la quiniela, eh, pero me da tristeza. Hay muchos lugares de apuestas ahora, especialmente en Italia, con pantallas gigantescas donde podés apostar a cualquier cosa; es la amplificación de la tristeza. Porque ir al hipódromo no es triste, porque están los caballos, hay color, pero ir a esos lugares para mirar los resultados en una pantallita...

¿Nunca pensaste en radicarte en Argentina, donde siempre hubo más tanos que acá?

No, porque tenés menos trabajo porque hay más tanos. Me convenía acá, pero me quedé porque me gustó, había afinidad de carácter también.

El acento nunca se te fue.

No se me va porque tengo un oído de mierda y por eso soy músico. Así me quedan los discos... No se me va y no puedo hacer nada; igual, me entiende todo mundo. Me gustaría mucho poder hablar sin que nadie me pregunte de dónde soy cada vez que abro la boca, porque estoy podrido de contarle a la gente. Voy a la panadería y a los tres segundos me preguntan si soy italiano, es un embole.

¿La grabación del disco se dio porque justo venías a Uruguay o ya la tenías planeada?

Las canciones son de varias épocas y había empezado a ensayarlo en Italia para grabarlo con una banda de allá, pero después empezamos a hablar de venir acá. Cuando llegué ya tenía las canciones y la banda, porque había conocido a los músicos cuando pasé por acá hace dos años, que fui a trabajar a Buenos Aires y organizaron un concierto a las apuradas en Bluzz Live. Ahí toqué por primera vez con Andrés, Santiago [Peralta] y Javier [Depauli]. Entonces, cuando volví para Italia sabiendo que después venía para acá, me vinieron ganas de grabar el disco en Uruguay.

Más allá del bajón de las letras, la música, sobre todo en algunas melodías, me da un pop medio luminoso. ¿Es parte de la idea?

En realidad, me lo hacen notar más de lo que me sale a mí. No lo hago voluntariamente. No es muy razonado, porque además hay algunas de las letras que son bajón y la música también.

¿Qué escuchabas en Italia de adolescente?

Yo era adolescente en los 80, así que escuchaba todo el rock que pasaban por la radio, como Duran Duran y Spandau Ballet, que si lo querés llamar rock lo llamamos rock, pero al mismo tiempo también estaba The Cure. Todo el mundo se olvida de que en los 80 se sobreponía la música dark con los éxitos de la radio y los videoclips, que eran otros. Me acuerdo de que había un canal en Italia que pasaba de todo, desde Howard Jones hasta The Sisters of Mercy, y quedábamos sorprendidos.

Imagino que The Sisters of Mercy te gustaba.

Claro, pero en aquel momento me gustaba mucho rock clásico también, como Neil Young, que para mí era nuevo, o Crosby, Stills, Nash & Young. Unos amigos más grandes que tenían vinilos me grababan casetes. Tuve un momento en que muchos de ellos, que tenían como diez o 15 más que yo, empezaron a escuchar fusión, y me daban a Pat Metheny, pero siempre me pareció repugnante como género. Entonces, me quedé con Neil Young, que cada vez que lo escucho me parece buenísimo, y después digo: claro, me gusta mucho Daniel Johnston y The Flaming Lips, por ejemplo, que han evolucionado, pero al final es el mismo género.

Siguiendo con Italia: ¿te gusta el fútbol?

Claro, soy fanático de la Lazio. El otro día le ganamos 4 a 3 a Torino con un gol en el minuto 98. En el 92 estábamos perdiendo 3 a 2.

Es una hinchada brava la de Lazio, ¿no? Hay algún facho por ahí.

Tienen mala fama porque son una manga de pelotudos. El hecho de que haya una barrabrava de fachos es verdad no se puede discutir y son unos tarados, estoy de acuerdo; pero, al mismo tiempo, en Italia 90% de los barrabravas son de derecha. Hay un solo cuadro que tiene una barrabrava de izquierda: el Livorno. Pero la Lazio nació el 9 de enero de 1900 y tiene la camiseta de color celeste por Grecia, ya que se inspiraba en los deportes olímpicos, y el símbolo del águila imperial en aquel momento no tenía ninguna connotación fascista porque todavía no había llegado el fascismo. En cambio, la Roma, el otro cuadro de la capital, que suele ser considerado lo opuesto a la Lazio pero igual sus barrabravas son de derecha, nació en 1927 y lo impuso [Benito] Mussolini, que juntó tres o cuatro clubes diferentes porque no podía ser que en el campeonato italiano no hubiera un cuadro con el nombre de la capital. Entonces, el cuadro fascista de verdad en la capital es la Roma. Mussolini quería meter a la Lazio dentro de ese cuadro, pero como en aquel momento el presidente del club era un general importante, el tipo pudo oponer un poco de resistencia.

Foto: Ernesto Ryan

Foto: Ernesto Ryan

Noto que te sensibiliza el tema.

Y sí, porque tengo a mi padre, mis tíos, millones de hinchas de la Lazio que no somos fascistas. Pero cada vez que lo decís en cualquier lugar del mundo te identifican con eso.

¿Y de acá te tira algún cuadro?

Depende de los períodos. Cuando llegué, allá en el 90, me hice hincha de Danubio porque era donde jugaba Ruben Rosa, que fue el primer uruguayo... En realidad, el primer uruguayo que recuerdo en la Lazio fue el Tano [Nelson] Gutiérrez, que venía de Peñarol, pero la estrella fue Sosa, entonces, empecé a hinchar por Danubio. Después me hice amigo de Pablo Stoll, que me llevaba a ver a Defensor, y me empecé a encariñar, porque además era el cuadro del padre de mi esposa. Pero tenía un amigo que era de Nacional y también lo iba a ver, y lo mismo con Peñarol... No podés ser hincha de un cuadro de otro país, no existe, porque no sufrís como cuando es tu cuadro.

¿Ves similitudes entre el fútbol italiano y el uruguayo?

Es que el fútbol uruguayo es milagroso, pero en serio. Calculá que en Roma hay casi cuatro millones de habitantes y no logran sacar un cuadro romano que tenga sólo jugadores de ahí. En la Lazio en este momento tenemos a [Danilo] Cataldi, el único romano. Hace años tuvimos a [Alessandro] Nesta... Ustedes son tres millones y medio y tienen centenares de jugadores dando vuelta por el mundo; es un milagro inexplicable.

Sos muy futbolero, pero no como para escribir una canción sobre la pelota. Acá hay millones...

No lo sé hacer, como tampoco me salen las canciones bailables.

Es que el fútbol es alegría.

Cuando ganás...