A más de dos décadas de subir al Obelisco para Pizza birra faso ‒aquella película fundacional del llamado “nuevo cine argentino”, que codirigió junto con Adrián Caetano‒, llegó para Bruno Stagnaro el momento de multiplicar la apuesta, en lo que se refiere a resignificar cinematográficamente símbolos porteños. Deberá ocupar el estadio de River, luchar contra el invasor en Barrancas de Belgrano, la estación Plaza Italia del subte y Plaza Congreso, hacer que nieve de manera mortal, y también ‒al final del camino‒ que un hongo atómico se eleve sobre Buenos Aires. Porque el director de series exitosas y celebradas, como Okupas o Un gallo para Esculapio, acaba de ser anunciado ‒como cereza sobre la torta del desembarco de Netflix en Argentina‒ como el encargado de llevar adelante una serie basada en El eternauta, la mítica historieta creada por Héctor Germán Oesterheld, que imagina una invasión extraterrestre que no sucede en los países centrales, sino en sus antípodas. O sea, por acá nomás.

Todo un símbolo, tanto para la historieta y la ciencia ficción argentina, como dentro de la pionera (en términos artísticos) y trágica (en términos humanos) trayectoria de Oesterheld, la historia de Juan Salvo ‒que también supo ser adoptada recientemente como bandera política por los militantes del kirchnerismo‒ siempre ha estado rodeada de intentos de adaptación cinematográfica. El primer director de renombre en soñar con llevarla al cine fue Adolfo Aristarain, un fanático confeso de la obra de Oesterheld, que alguna vez reveló haber tocado a su puerta con apenas 19 años para presentarle un guion basado en un par de aventuras de Bull Rockett, otra de sus creaciones. Aristarain se interesó en El eternauta justo después de Últimos días de la víctima, a comienzos de los 80, y ya desde entonces quedó claro que el principal impedimento eran los derechos: los reclamaban tanto la editorial que había reeditado la historieta en los 70 como los herederos del guionista asesinado por la dictadura militar.

Desde entonces, y hasta ahora, muchos directores han confesado fantasear con adaptarla, una lista que va desde Fernando Pino Solanas hasta Álex de la Iglesia. Ya en el nuevo siglo, uno de ellos fue Damián Szifrón, que ‒aunque jamás anunció nada oficialmente‒ llegó a decir que Facundo Arana sería su Juan Salvo ideal. Por esa época, aparentemente zanjada la disputa por los derechos, Oscar Kramer y su productora K&S Films encabezaron la aventura que más cerca estuvo ‒hasta ahora‒ de poner al personaje en la pantalla, anunciando que la responsable de hacerlo sería nada menos que Lucrecia Martel, en la cumbre de su reconocimiento internacional con La mujer sin cabeza (2008). Aunque alguna vez dijo haber llegado a completar un 80 por ciento del guion, y en las entrevistas promocionales de la reciente Zama confesó haber quedado atrapada en el mundo de El eternauta, Martel anunció en 2009 su desvinculación del proyecto, que, con la muerte, un año después, de Kramer, volvió a caer en el olvido.

Según cuenta la productora Laura Bruno, que comenzó dos años atrás las negociaciones con Netflix junto a su marido, Martín Mórtola Oesterheld, nieto del autor de El eternauta, lo que multiplicó las consultas internacionales fue que haya sido finalmente traducida y publicada ‒y galardonada con el premio Eisner en 2016‒ en Estados Unidos. Desde un comienzo, su exigencia ante Netflix fue que la serie debía filmarse en Buenos Aires y estar hablada en castellano. Anunciado como consultor creativo, con el aviso oficial del proyecto Mórtola Oesterheld, ya comenzó a repasar los primeros guiones que Stagnaro tiene listos desde el año pasado, pensando en un rodaje que podría comenzar a fin de año o a comienzos del año próximo. Otro de los datos significativos que se pueden leer en el anuncio de Netflix es que la serie estará ambientada en la actualidad ‒algo que también sucedía en el proyecto de Martel‒ y que estará “basada en la obra original”, con lo que se puede deducir que habrá más de un cambio (llama la atención que el rodaje se anuncie para el verano, de hecho). Por ejemplo, resulta difícil pensar, en los tiempos que corren, que los papeles de Elena y Martita ‒la mujer y la hija del protagonista‒ puedan reducirse a inventariar el contenido de las alacenas de la cocina. Aunque en la presentación oficial no se confirmó la cifra de 15 millones de dólares de presupuesto, o la cantidad de capítulos o temporadas previstas, también es posible suponer que haya que esperar más de una temporada para presenciar las escenas más emblemáticas de la historia, salvo la nevada mortal, por supuesto, el puntapié inicial de una historia que ya lleva más de medio siglo sin terminar.