Hace una década abría el Espacio de Arte Contemporáneo (EAC) en el local de la ex cárcel de Miguelete, raro ejemplo de prisión panóptica en el continente. Hoy a las 18.00 el EAC inaugura su 36ª temporada: junto a una colectiva dedicada a Las formas del caos y curada por el español Francis Naranjo, más algunas personales, se hará una versión aniversario de la primera, ya histórica, exposición del EAC, Delitos de arte. la diaria habló con el director del Espacio, el psicólogo, artista, curador y gestor cultural Fernando Sicco, para ahondar en el rol del museo, sus políticas culturales y el arte contemporáneo en el país.

El EAC cumple diez años y vos fuiste su director desde el principio. ¿Cuáles eran los propósitos iniciales del museo? ¿Cómo fueron cambiando en esta década, si es que lo hicieron?

En el proyecto que presenté cuando me postulé para el cargo decía que mi principal motivación era la posibilidad de inventar juntos en un espacio abandonado que fue construido como panóptico de control y reclusión, y ahora se convertiría en un lugar para la libertad, la comunicación y la creación. Creo que esto se ha ido cumpliendo con creces. Los objetivos centrales no han cambiado: convertirse en referente local de proyección internacional en su campo; facilitar el intercambio interinstitucional y entre los públicos más diversos; contar con una identidad gráfica clara y un equipo de trabajo nuevo y comprometido; organizar la agenda por temporadas y garantizar vías democráticas de acceso como las convocatorias. Con el tiempo, profundizamos los objetivos de nuestra política de acción cultural y educativa, y también reforzamos la claridad de nuestras pautas de relacionamiento con el mercado, en el sentido de no dejar que conduzca nuestras acciones. Recuerdo haber leído unas declaraciones de la responsable de una feria de arte esteña, que decía algo así como que era ingenuo pensar que, para un artista, su pasaje por el EAC no iba a tener consecuencias en cuanto a la cotización de sus obras. Lo que parece no comprenderse es que no se trata de ingenuidad respecto de los valores de mercado: simplemente no nos interesan. Como institución estatal, tenemos la obligación y el privilegio de poder operar en base a valores estrictamente artísticos y no económicos, y en todo caso ese es nuestro efecto legitimador. Si un artista aumenta su cotización tampoco nos incumbe, porque no lo hemos programado por eso ni para eso. Lo que puede ser extremadamente valioso en el arte no tiene por qué tener un valor proporcional en su mercado, y viceversa. Contrariamente a lo que muchos piensan, el ámbito estatal del arte tiene que fundar su existencia en la defensa de la independencia de criterios con relación a toda tendencia hegemónica; tiene que ser cómplice de las propuestas y los emprendimientos autónomos, críticos, y ofrecer un encuadre facilitador para que se produzcan.

Ana Agorio y su instalación Réplicas. Foto: Mariana Greif

Ana Agorio y su instalación Réplicas. Foto: Mariana Greif

¿Dirías que, pese a su descentramiento, el EAC ha logrado insertarse en un hipotético circuito museístico montevideano?

Sin dudas. Y aunque me consta que muchos uruguayos aún no lo conocen, la integración del EAC en el circuito de los museos es completa. De las decenas de miles de visitantes que llegan cada año, muchos son turistas extranjeros, y además hay que recordar que al EAC se puede venir no sólo a ver arte contemporáneo, sino también a conocer un edificio que es Monumento Histórico Nacional, a presenciar una obra de teatro o a tomar un taller gratuito, por dar algunos ejemplos.

Viendo algunos proyectos que han desarrollado desde el museo, parece que el EAC tiene una muy buena relación con el barrio y sus habitantes. ¿Es así?

El vínculo con el barrio ha sido una preocupación desde el inicio, en 2010, cuando trabajamos asociándonos con la Escuela Universitaria Centro de Diseño [EUCD], que por entonces todavía estaba alojada en este predio, y luego con la Facultad de Arquitectura de la UdelaR, el Centro de Fotografía de Montevideo y el Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes, siempre para promover actividades de cara al entorno urbano inmediato, al punto de que hoy incluso tenemos una huerta comunitaria en el predio. La transformación de los espacios públicos sobre la calle Miguelete, que se hizo con el apoyo del Municipio B, ha sido fundamental para el mejoramiento del barrio y el disfrute de los vecinos. También hemos programado regularmente eventos artísticos o culturales masivos que dinamizan el barrio, desde proyecciones de cine al aire libre hasta conciertos musicales, y propuestas gastronómicas como Garage Gourmet.

Instalación La Racionalidad Sumergible, de Diego Masi. Foto: Mariana Greif

Instalación La Racionalidad Sumergible, de Diego Masi. Foto: Mariana Greif

Algunas de las críticas que se hicieron al EAC, sobre todo al principio, tenían que ver con la elección del espacio (una ex cárcel, con todo el lastre que esto conlleva) y con una posible redundancia de propuestas, ya que otros espacios públicos, como el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) y el Blanes, también hospedan exposiciones de arte contemporáneo. ¿Cuál es tu opinión?

Siempre pensé que el predio de Miguelete tenía un enorme potencial de transformación. El solo hecho de montar un espacio de arte en un edificio carcelario es una intervención urbana de gran repercusión, una estrategia política, un cambio de signo que se acerca a lo que podría plantear una obra de arte conceptual. De hecho, muchas veces me he preguntado si lo que conduzco no es acaso una gran obra de arte colectiva. A lo largo de estos diez años se ha demostrado que el edificio puede albergar obras que se hagan eco de su morfología e historia tanto como otras que las ignoren por completo. La idealización de un espacio supuestamente “neutro” como escenario para el arte es una premisa anticuada desde hace tiempo. Los artistas contemporáneos disfrutan de habitar sitios diversos, cargados de historia; es un plus, no un problema. El EAC sigue siendo el único ámbito estatal dedicado exclusivamente al arte contemporáneo, y tiene un perfil diferencial muy marcado con relación a las otras salas, que programan este tipo de artistas y obras pero en forma no sistemática ni intensiva. Es un espacio abierto a la experimentación y el riesgo, perfil que asumimos con una alta exigencia en cuanto a calidad y coherencia artísticas. Además, el EAC tiene otros diferenciales claros: nuestro programa de residencias, también único en nuestro país, y la oferta formativa constante y gratuita, diferente cada año. Recibir artistas en residencia nos ha permitido construir redes y lograr abrir puertas para un intercambio internacional mediante el cual enviamos artistas uruguayos a Chile, Argentina, Reino Unido, China e Italia. Este es un aspecto esencial de la identidad EAC: nació y creció abierto al mundo, como no puede ser de otra manera en el campo del arte contemporáneo. A nuestras convocatorias anuales se postulan en el entorno de 500 proyectos, provenientes de más de 20 países, además de Uruguay.

Hace un par de años ampliaron el espacio con una sala muy grande que permite la exhibición de más piezas o de instalaciones de gran respiro. ¿Hay alguna otra ampliación prevista?

Sí, con el 58° Premio Nacional de Artes Visuales, que homenajeó a Linda Kohen, inauguramos nuestra nueva Sala Seis, que tiene unos 160 metros cuadrados y gran altura; esto nos permite encarar proyectos de mayor escala, mientras que el resto de las salas, surgidas a partir de las antiguas celdas, son ámbitos más íntimos y de proximidad con las obras. En cuanto a futuras ampliaciones, estamos en medio de un cambio de autoridades y todavía no hemos discutido pasos a seguir, pero se está procesando la instalación de una cafetería en el espacio público, que esperamos que pueda concretarse este año. Todavía quedan muchos miles de metros cuadrados que desafían la imaginación. El EAC tiene pendiente, por ejemplo, contar con una colección consistente, para la cual será necesario adaptar nuevos espacios, no sólo de guarda sino también de exhibición permanente. Es un tema que está en agenda desde hace tiempo, porque hay un debe importante en el coleccionismo estatal desde fines del siglo XX, que no está cubierto por el acervo del MNAV con una colección razonada.

Instalación Nadir #agujero en el cielo, de Tulio Pinto. Foto: Mariana Greif

Instalación Nadir #agujero en el cielo, de Tulio Pinto. Foto: Mariana Greif

Se supone que el nuevo gobierno hará cambios en las políticas culturales. ¿Ya notaste algo al respecto? ¿Los nuevos jerarcas han hablado en sus programas, o contigo, del EAC? ¿Sabés si te mantendrás en el cargo?

Hasta el momento solamente he tenido una visita y contactos informales con la nueva directora nacional de Cultura (DNC), Mariana Wainstein, a quien ya conocía y respeto por su formación y experiencia profesional. Sé que le interesa profundizar el vínculo con todo el territorio nacional y también me consta que tiene la sensibilidad necesaria para valorar logros como los del EAC, y para apostar a continuar fortaleciendo su desarrollo. Creo que en general su presencia al frente de la DNC ha sido bien recibida en el medio artístico, y sinceramente espero que pueda conducir una buena gestión. Respecto de mi puesto de trabajo, no se trata de un cargo de particular confianza y designación directa. Ingresé a la administración pública mediante un llamado abierto específico, en el que fui seleccionado por méritos y un proyecto de gestión para crear y dirigir el EAC, en 2009, y luego cumplí con los pasos formales para ser funcionario presupuestado. Por supuesto que esto no significa que deba estar eternamente en el mismo rol. Pero, de momento, no visualizo ni se me ha planteado otro destino laboral que no sea, por un tiempo más y hasta nuevo aviso, el de continuar construyendo el EAC con todas sus derivaciones posibles.

Sin título, de Gonzalo Delgado. Foto: Mariana Greif

Sin título, de Gonzalo Delgado. Foto: Mariana Greif

Hoy arranca la nueva temporada, la 36. ¿Qué destacás de las propuestas?

Tenemos obras de más de 40 artistas uruguayos y extranjeros, a lo largo de 11 exposiciones simultáneas, todas de mucho interés y excelente nivel. Voy a destacar las dos más institucionales, por elegir un criterio. En el subsuelo montamos una edición aniversario de Delitos de arte, una propuesta que marcó significativamente la inauguración del EAC, en la que invitamos a los artistas a apropiarse del espacio de una de las antiguas celdas. En esta oportunidad, elegimos un trabajo colaborativo con la mayoría del equipo del EAC, que reúne a doce artistas, seis mujeres y seis hombres, mitad de nuestro país y el resto de la región, en representación de los cientos de artistas que han pasado por el espacio en estos diez años. El resultado me parece fascinante, y me emociona mucho. Por otro lado, en la Sala Cero, Lo silenciado reúne algunas de esas obras que veo por el mundo y de las que tomo nota, con la expectativa de poder mostrarlas luego aquí. Se trata de cuatro piezas audiovisuales del artista turco Erkan Özgen y de Phoebe Boswell, artista de origen keniata radicada en Reino Unido. Ambos abordan, por caminos diferentes, temas como los movimientos migratorios, las violencias y el lugar de la mujer, a través de enfoques que nos interpelan profundamente, aunque provengan de tierras lejanas.

Espacio Interior, de Pablo Conde. Foto: Mariana Greif

Espacio Interior, de Pablo Conde. Foto: Mariana Greif

Desde tu observatorio privilegiado: un museo que se ocupa, básicamente, sólo de artistas vivos, ¿en qué estado creés que se encuentra el arte uruguayo de hoy?

No quisiera referirme a todo el arte nacional, porque no estoy en ese “panóptico”, por usar como metáfora el modelo del edificio que habitamos. De lo que sí estoy seguro es de que el EAC ha marcado notoriamente el escenario local del arte y que ha contribuido a la profesionalización de los artistas, dando visibilidad y oportunidades a su trabajo, invitándolos a convivir con otros artistas. Esto es muy importante, en especial en arte contemporáneo, campo en el que, además de la calidad técnica, formal, conceptual y de contenido de las obras, importa mucho el posicionamiento del artista con relación a su propia práctica, al espacio, tiempo y medio sociocultural en el que se desarrolla. Todo esto se expresa en el uso de las diversas herramientas, medios y acciones. Creo que esa riqueza que se ha desplegado ha sido facilitada por la gestión que impulsamos. Quizá siga pesando que somos un país pequeño, con pocos habitantes, y todavía nos cuesta ser más osados, pensar en grande y fuera de los límites de la aldea. Pero vamos bien: por algo el EAC, en este rinconcito al sur, se ha transformado casi insólitamente en una referencia regional, con repercusión a nivel internacional.