Este lunes falleció una leyenda del cine: Max Von Sydow trabajó con decenas de directores y despuntó con una diversidad impensada de interpretaciones, tanto bajo las órdenes de John Huston (La carta del Kremlin, con Bibi Andersson y Orson Welles; Evasión o victoria), Martin Scorsese (La isla siniestra), Woody Allen (Hanna y sus hermanas) y Sydney Pollack (Los tres días del cóndor), como de Lars von Trier (narrador de Europa), William Friedkin (El exorcista), JJ Abrams (Star Wars. Episodio VII), David Lynch (Dune) o Wim Wenders (Hasta el fin del mundo). Y si su versatilidad lo llevó a interpretar, a los 86 años, al Cuervo de Tres Ojos de Juego de tronos, todos lo recordaremos por su emblemática sociedad con Ingmar Bergman.

En 1955, Von Sydow (Suecia, 1929) se instaló en Malmö para estudiar arte dramático. Allí conoció a Bergman, y al poco tiempo, ambos decidieron montar por primera vez en Europa La gata sobre el tejado de zinc, de Tennessee Williams, para el Teatro Municipal. Y si su primera obra audiovisual juntos fue una pieza teatral para televisión (Ahí viene el señor Sleeman), en 1957, ese mismo año, Von Sydow protagonizó la extraordinaria El séptimo sello, película con la que el público montevideano conoció al genio sueco: enmarcada en la Europa medieval asediada por la peste negra, Antonius Block juega al ajedrez con la Muerte, como último intento de eludir el fin, y encontrar algún sentido a su vida. Con este caballero que habita un mundo de fantasmas, hostigado por un apocalíptico silencio divino, Von Sydow se impuso con una singular fuerza expresiva, que luego reformuló en la docena de títulos (La fuente de la doncella, ganadora del Oscar al mejor film extranjero en 1961; Fresas salvajes; El umbral de la vida; El rostro; La hora del lobo) que compartió con Bergman.

Como recoge El País de Madrid, en 2016, cuando lo homenajeó el Festival de Sitges, Von Sydow recordó su encuentro con el cineasta sueco: “Yo estaba en el instituto, y él ya actuaba y dirigía teatro en Estocolmo. Yo ya había oído hablar de él y de la controversia que levantaban sus producciones, a menudo provocativas. Empecé en el teatro, lo del cine me sonaba lejano, y fui a una escuela de drama donde hacías prácticas en teatros municipales. En Suecia, los ayuntamientos contratan a un director para programar toda la temporada en cada teatro municipal y, en el caso de Bergman, al final de la temporada, el mismo equipo teatral se convirtió en equipo de cine. Estuve en una de esas compañías municipales [durante] seis años y al tercero llegó Bergman. Fue una bendición [...] Bergman poseía una gran imaginación, una enorme inteligencia y un estupendo sentido del humor”.

Entre sueños y relatos de juventud, un gran dispositivo de miedo, angustias y ansiedades, y un sinfín de versiones de los grandes temas, el mundo interpretativo de Von Sydow se impuso como uno de los más versátiles del cine europeo.