Muchas veces los discos son proyectos de larga data, por lo que determinar su fecha de edición, más que un dato anecdótico, funciona como contextualización del trabajo. Esto suele suceder también con películas que, cuando las ubicamos en el año en que salieron, nos parecen desfasadas, pero esta sensación se debe a que fueron pensadas e iniciadas varios años antes. Entonces, para la enciclopedia y para evaluar la recepción, el año de un disco es la fecha en que se edita, pero para analizar contextos de producción o ese disco en el marco de la carrera de un autor o de una generación se debe ser más flexible. Este año se cumplen 15 del inicio del primer disco de Javiera Mena, y si bien el año de publicación final fue 2006, el año anterior viene muy a cuento para entender de dónde surgió ese raro objeto y qué tuvo que suceder para que ese fenómeno se llevara a cabo. Porque Esquemas juveniles, un disco de 11 canciones pop, interpretado por una cantante nueva y muy joven de Santiago, fue un fenómeno que marcó un antes y después en la música chilena y en el pop latinoamericano.
Mena empezó componiendo canciones de estilo folclórico, en la línea de Inti Illimani, Violeta Parra y Víctor Jara, con un tono pop y hasta rockero, al estilo The Strokes. Las grabaciones de estas composiciones se editaron en formato de disco muchos años después y permiten observar claramente la diferencia de esas canciones con las que vendrían después. Sin embargo, también puede apreciarse mucho de lo que después sería su sello: canciones cortas, de estructura sencilla, letras intimistas, no herméticas pero sí elípticas, un aire de nueva generación, juvenil.
En Chile se estaba produciendo un cambio generacional en lo musical; si bien todavía no en lo estético, sí en lo relacionado con la producción, la difusión y la distribución. La tecnología permitía mejorar cada vez más la calidad de grabaciones caseras, empezaba a haber un mayor acceso a los medios, y las plataformas comenzaban a permitir que las canciones inmediatamente se compartieran entre mucha gente. Las bandas empezaron a reducirse en cantidad de gente, pero también en el volumen del equipamiento, y eso generó una explosión de lugares pequeños en los que se llevaban a cabo espectáculos de bajo costo, con muchas bandas y cantantes nuevas.
Sin embargo, la movida seguía siendo en su mayoría rockera y también, muy de a poco, indie. El pop más radial, bailable y electrónico era dejado de lado, y las vicisitudes que vivieron las chicas de Supernova a fines del siglo XX dan prueba de eso. El pop independiente se empezó a desarrollar en esos espectáculos de pequeño formato, y sin discos, con grabaciones que circulaban de mano en mano o de mail en mail. En ese contexto, Mena empezó a tocar y a establecer redes y contactos: armó su banda, conoció productores y periodistas, y ese circuito comenzó a conocer y difundir sus canciones.
Belleza y felicidad
En 2003, junto con Francisca Villela armó el proyecto Televisa, que luego se llamó Prissa cuando descubrieron que el nombre anterior podía traerles problemas de copyright. En Prissa surgió gran parte del sonido pop que Mena explotaría en Esquemas juveniles: programaciones, samplers, bases bailables, melancolía, frescura e ingenuidad. Había una intención manifiesta de utilizar a su favor la frivolidad y lo naíf, pero no en un sentido de denuncia ni con intenciones paródicas; simplemente, por el costado más pop y, si se quiere, más romántico, en una vuelta al sentimentalismo como motor vital. En Argentina trabajaban en una línea similar las artistas de Belleza y Felicidad (Cecilia Pavón, Fernanda Laguna y Gabriela Bejerman), y no es casualidad que uno de los primeros shows que dio Mena para presentar Esquemas juveniles haya sido en ese lugar porteño.
Con Prissa comenzó a cambiar el ambiente del under chileno. La nueva movida, que había empezado con cantautores indie folk (incluida la propia Mena), empezó a incluir también propuestas pop, que incluían baile, coreografías, pistas y brillo. Esto convivió sin problemas, y comenzaron las influencias cruzadas y las colaboraciones.
En 2005 Mena grabó dos canciones que luego fueron fundamentales en su primer disco, y fue invitada a participar en un compilado armado por el sello Quemasucabeza, titulado Panorama neutral. Quienes llevaban adelante el sello y las bandas que integraron el compilado no eran más que quienes se cruzaban desde hacía tiempo en esta nueva movida: Gepe, Congelador, Fredi Michel, Diego Morales, Shogún. Mena integró esta selección con “Sol de invierno”, una canción más cercana a su producción anterior, aunque con rasgos de lo nuevo. A su vez, desde hacía un tiempo había conocido al músico y productor Christian Heyne, quien luego produjo los primeros tres discos de Mena y fue el gran responsable, junto con ella, de que esos primeros trabajos sonaran distinto de lo que se estaba haciendo en Chile.
En 2005, cuando Heyne trabajaba en la banda sonora de la película de Alberto Fuguet Se arrienda, decidió incluir “Cámara lenta”, un pop melancólico y un tanto onírico. En ese momento, en el ambiente musical de Santiago todos sabían quién era Javiera Mena y ya conocían sus canciones. A diferencia de su compañero de ruta Gepe, todavía no había grabado su disco, pero juntos eran las caras más visibles de la nueva canción chilena. Gepe se había separado de su banda anterior, Taller Dejao, con la que había sido uno de los grandes responsables de la nueva movida under chilena, realizando minishows en universidades, bares y centros culturales. Taller Dejao contribuyó a generar un sentimiento de comunidad que derivó en una fidelidad a los contenidos que esa comunidad generaba. De ahí que cuando Gepe abandonó la banda y comenzó a cantar solo, grabó sus primeras canciones en 5x5 y luego, en 2005, editó Gepinto con Quemasucabeza, contó con un gran apoyo entre los nuevos, entre ellos su amiga Mena. Durante mucho tiempo, él fue el baterista de Mena, y ella participó en muchas canciones de la primera etapa de Gepe. Luego ambos siguieron sus caminos, pero nunca dejaron de ser los nombres de la nueva generación.
Tradición y novedad
A Esquemas juveniles llegaron 11 canciones y un soundtrack: el disco salió primero en Argentina, por el selló Índice Virgen, y luego en Chile, por Quemasucabeza.
En el disco se pueden apreciar con mayor claridad las líneas fundamentales de su proyecto. En lo sonoro hay una recuperación del pop de los 80 y de los 90, pero no sólo del más legitimado, como Erasure, Pet Shop Boys, Depeche Mode o New Order, sino también un rescate del pop radial más comercial, como el de Ace of Base, La Bouche, 2 Unlimited, Mecano y Locomía. Incluso las referencias de los 80 no es por medio de las bandas más hegemónicas del pop, sino de una línea más relacionada a lo romántico y popular, como lo es sin duda el llamado ítalo disco, principalmente de Gazebo, Ryan Paris y Silver Pozzoli, hasta del shibuya kei japonés de DJ como Cornelius y Fantastic Plastic Machine. También dialoga con el pop melódico latinoamericano, y hasta referencias permanentes al pop mexicano de Emmanuel, Daniela Romo y hasta de Wilfred y La Ganga son evidentes.
Estas preferencias tienen que ver con que el tipo de pop que hace Mena tiene tanto de bailable y digital como de baladas románticas (Burt Bacharach, Marvin Gaye) o su variante más folk (es difícil pensar en el estilo de Mena sin recurrir a los Carpenters). De modo que su pop abreva tanto de la novedad como de la tradición, generando esa sensación intensa de estar ante algo nuevo y sorprendente, pero absolutamente familiar. La búsqueda musical es fuertemente emotiva y apela a un archivo afectivo, de sonoridades con las que creció determinada generación.
Esta idea de lo nuevo está presente en las letras y en varios momentos del disco, entre referencias constantes a la irrupción de una nueva generación (en 2005, en una de las canciones de su disco Perfecto, Dani Umpi cantaba “viva la nueva generación”), a dejar atrás ciertos esquemas y pasar a un siguiente nivel, que marcan la tónica de las canciones. Sin embargo, la irrupción de esta generación no es vehemente ni radical, porque quienes están a la vanguardia no son héroes inalterables del cambio, sino personas solas y frágiles. En consonancia con la movida emo y con la tendencia del indie en esos años, las letras de Mena son íntimas, melancólicas pero sin nostalgia, dolientes, con dilemas sencillos pero espiralados, y evitan a toda costa el daño que genera la adultez refugiándose en el último estado de protección: la juventud.
Esquemas juveniles es, entonces, un combo de novedad y tradición, de amor y fragilidad, de intimidad y voz de una comunidad que estaba surgiendo a principios de siglo. Es pop y baladas, es guitarra acústica y Roland Juno60, es estudio y grabación casera con Fruityloops. Es una bomba potente y delicada; es el disco que marcó el camino para el nuevo pop latinoamericano, y no el latino de Miami, sino el más sencillo y catártico. Luego de ese disco, la carrera de Mena siguió dando buenos frutos. Por lo pronto, su segundo disco, Mena (2010), es una continuación de las búsquedas de Esquemas juveniles en clave mucho más electropop, y también es un disco imprescindible. Pero también el pop comenzó a tener un nuevo vigor en la región, y casos Miranda!, Dani Umpi y Sofía Oportot son parte de la misma oleada. Viendo el fenómeno a la distancia, lo más evidente es que con esos primeros referentes de este –nuestro– nuevo pop, toda una generación comprendió que se podía hacer música y bailar con máquinas japonesas y referentes anglosajones, pero con un pulso y un latido propio.