Tras una denuncia en conjunto de los diarios Indianapolis Star y USA Today, luego de que diferentes estamentos no actuaran sobre muchísimas acusaciones de abuso sexual que realizaron gimnastas estadounidenses, el tema tomó estado público: un hombre, Larry Nassar, abusó sexualmente de no menos de 500 mujeres, muchas de ellas menores de edad. Hoy en día el médico está preso y debe cumplir una condena de 175 años de prisión, algo que se parece a la cadena perpetua.
Sin embargo, por mucho que parezca, la trama de Nassar estuvo cerca de no desenmascararse, o sea, casi ocurrió que un violador serial quedara libre.
Tanto En el corazón de oro (HBO) como Atleta A (Netflix) están basados en testimonios. El primer documental en aparecer fue el de HBO, que salió en 2019 y recomendamos en estas páginas. El más reciente, y el encargado de poner el tema nuevamente sobre la mesa, es el de Netflix, de reciente estreno en la plataforma de streaming.
Cuando el sistema protege
Desde hace mucho tiempo la gimnasia es uno de los deportes icónicos de Estados Unidos. Específicamente, la gimnasia olímpica, y sobre todo en su rama femenina. Es uno de los focos de los Juegos Olímpicos y son conocidas las atletas más destacadas, como puede ser el caso de Simone Biles, joven de 23 años que acumula las mejores premiaciones: campeona olímpica en Río 2016, cinco veces campeona del mundo y seis veces campeona en su país.
USA Gymnastics es la federación que rige este deporte en Estados Unidos. Reúne a miles y miles de niñas que pretenden desarrollarse como gimnastas, la gran mayoría movilizadas por el sueño olímpico –lo que acá sería, por ejemplo, lo que pueden sentir los niños por el fútbol y los mundiales–.
En el ámbito más alto de la gimnasia estadounidense, o sea en la selección olímpica femenina, y también en la Universidad Estatal de Michigan, Nassar practicó la gran mayoría de sus abusos sexuales durante casi 30 años.
No es menor el papel de USA Gymnastics. Durante no pocos años la federación se encargó de encubrir las denuncias con una intencionada política de desestimar las pruebas presentadas por diferentes mujeres abusadas. Hay que verlo, aunque dé bastante asco: ante tanta competitividad, la “sugerencia” de la federación para las niñas era que “disimularan”, que lo tomaran como un mal menor de la carrera deportiva.
El mal menor: que, ante una lesión, el médico les metiera los dedos en la vagina o en el ano, aduciendo técnicas que ayudarían a sanar más rápido las lesiones.
La importancia de la denuncia pública
Maggie Nichols fue la gimnasta que, siendo promesa olímpica, denunció a Larry Nassar. Tras años de abuso infantil y maltrato, entre la desesperación y la valentía de no ceder ante la presión para no denunciar –porque, claro, se caería la imagen de USA Gymnastics y todo lo que lo rodea–, asumiendo los riesgos y las consecuencias, Nichols habló y denunció. Su historia está muy bien representada en el documental de Netflix.
Luego de la denuncia de Nichols se encendió la alarma. “Eso me pasó a mí” fue un sentimiento que se viralizó entre muchas mujeres. Ya sin ánimo de callarse, y para desenmascarar la historia de Nassar, se sumaron Rachel Denhollander –encargada de llevar adelante el juicio–, Jamie Dantzscher y Jessica Howard –atletas olímpicas en Sídney 2000–, y Jennifer Sey, campeona nacional de 1986. Luego, casi al final de la historia, la propia Biles dijo que fue abusada de esa manera.
Todas ellas coinciden en que, siendo niñas, no pudieron denunciar lo que les ocurría. Mucho del poder del abusador está radicado en eso, en ese sometimiento sobre alguien que no es adulto y, en la mayoría de los casos, una niña no tiene la información suficiente para comprender a cabalidad lo que sufre. Y, desgraciadamente, la violencia sexual se caracteriza por no poder decirlo, por la no palabra. Peor: no se habla porque están instaladas la culpa, la manipulación, el estigma, entonces es preferible el silencio.
Las mujeres que decidieron denunciar abrieron el camino. No el de esta historia puntual de gimnastas olímpicas, sino de la historia de la humanidad. Que cada vez exista mejor protección, más seguimiento y ayuda, más educación sexual, debería ser el camino a seguir para que estos casos no existan más. Estos documentales sirven para cuestionar el sistema social y, también, para cuestionarnos dónde estamos parados y qué hacemos (o no) cuando estas cosas ocurren.