Este viernes se conoció la noticia de la muerte de Andy Adler, creador de gran importancia para el resurgimiento del rock uruguayo a mediados de la década de 1980.

Nacido en Estados Unidos, Adler fue un puente entre la escena neoyorkina y la montevideana. No solo su discoteca, sino su ética profesional -se autodefinía como “un soldado del rock'n'roll”- fueron muy influyentes entre la generación de músicos que comenzó a tocar a la salida de la dictadura, y también durante la década siguiente. Aunque no fue una figura conocida por el gran público, esa labor entre colegas resultó decisiva para varias formaciones rockeras uruguayas.

Como guitarrista, Adler fue parte de una de las primeras versiones de Los Estómagos, aunque su banda más estable serían Chicos Eléctricos, con los que tocó hasta mediados de los 90. No fue sólo músico: también fue el encargado de sonido en locales como Juntacádaveres, donde debutaron varias de las bandas que animarían la escena rockera de esa década, como Buenos Muchachos, y más tarde ocupó el rol de productor del disco debut de Eté y los Problems, Maldidos Banquetes (2007).

Adler tuvo una intervención destacada en la película Mamá era punk (Guillermo Casanova, 1988), en la que manifestaba su intención de emigrar; efectivamente, se fue de Uruguay varias veces (a Buenos Aires, a Nueva York) y regresó otras tantas. La banda de sonido del documental también corrió por cuenta de Andy Adler y los Inadaptados de Siempre (en rigor, Adler acompañado por la base instrumental del grupo Cadáveres Ilustres). A principios de los 2000 formaría Ases del Beat, con los que editaría El fin todo lo justifica.

Vehemente, mordaz y absolutamente apasionado por la música que amaba, Andreas Adler no provocaba indiferencia, y solía suscitar y colocarse en posiciones extremas. En los últimos años, su salud lo había alejado de los escenarios, el lugar donde daba lo mejor de sí.