En este contexto, en el que el teatro comenzó a volver a habitar la escena, el Centro Cultural de España (CCE) propone una serie de encuentros gratuitos para hablar sobre los procesos creativos de seis obras que se estrenaron durante el año pasado en Montevideo. En esta cuarta edición de su ciclo Desmontando, los directores Leonor Courtoisie (a cargo de Casi sin pedir permiso; será la que inaugure el ciclo el lunes 7 de setiembre, siempre a las 18.00), Vanessa Cánepa (por Una luz en la ventana; martes 8), Claudio Quijano (La muerte de todo compartimento estanco, miércoles 9), Domingo Milesi (Ayer pensé en decirte adiós, jueves 10), Roberto Suárez (Chacabuco; viernes 11) y Agustín Banchero (Galaxie; sábado 12 a las 11.00) presentarán el desmontaje de sus últimas puestas en escena. La invitación se extiende a todos aquellos interesados en el arte en general (las inscripciones están abiertas hasta el 1° de setiembre, y hay que llenar un formulario en el sitio web del CCE, para que puedan ser parte de un acercamiento sensible a estos materiales.
Durante la búsqueda del proceso, la realidad y la experiencia pueden adquirir múltiples formas, determinar nuevas miradas, inusuales recortes. Siempre es interesante conocer el recorrido de un proceso creativo, y sus mutaciones desde la idea inicial a la maduración en el tiempo, los ensayos y el estreno, mientras transcurre el diálogo entre los distintos aspectos que comprende un espectáculo, como la dramaturgia, la dirección y el trabajo actoral, la puesta, las luces y la ambientación sonora. El acercamiento a ese campo de posibilidades y artificios pone al descubierto las infinitas construcciones de una trama, los hallazgos de una búsqueda que no acaba nunca.
En la segunda semana de setiembre, seis directores compartirán y reflexionarán sobre estos distintos estadios de la creación a partir de puestas muy diversas, algo que Leonor Courtoisie, la actriz y dramaturga que inicia el ciclo, concibe como positivo, al implicar “un paneo de lo que se está haciendo, ya que, incluso, por más que algunas obras tuvieron resonancia, no llegan a un público más popular, como suele suceder con este tipo de teatro”, plantea.
Otro de los aspectos que destaca es la cualidad interdisciplinaria del teatro, al trabajar “distintas artes reunidas en una”. De modo que “cualquier persona con una inclinación hacia las prácticas artísticas puede interesarse por los distintos procesos, ya que la forma de desarrollar las puestas involucra a muchos artistas que piensan distinto y trabajan de maneras diferentes, y seguramente en el resultado de las obras el público no lo percibe. Esto también es interesante, porque se puede ver a las otras personas involucradas en los procesos, cuando es algo que no suele hacerse”, indica. En paralelo, esta apuesta, dice, contribuye a desmitificar el imaginario de cómo trabajan los artistas. Y, por extensión, multiplica los alcances del hecho teatral.
Hace unos años, en una entrevista con la diaria, el argentino Daniel Veronese decía que, en su caso, hacía teatro por una necesidad personal, sin creer que su esencia modificara a nadie. “Lo que sí creo que puede llegar a modificar a alguien no es el mensaje, sino la posibilidad de emocionar, y por eso todo esto tiene que ser hecho con belleza”, admitía, convencido de que la belleza confirmaba que existía una posibilidad de hacer algo distinto, o al menos de una manera distinta.
En este presente, su reflexión parece volverse más significativa que nunca: “Ante la emoción, me abro a un mundo que no conozco”, planteaba, antes de agregar: “Y si pienso que un objeto puede ser de distintas maneras, puedo llegar a pensar que el otro también puede ser distinto. Se me ocurre que eso de despertar emociones es el lugar revolucionario del arte”.