El cliché está en la punta de la lengua, pidiendo permiso para salir. No tiene sentido resistirse, así que volquemos el lugar común al comienzo de la nota e intentemos seguir desde ahí: no fue una gala como cualquier otra. Uf, se siente mejor.

La entrega número 72 de los Premios Emmy, otorgados por la Academia de Artes y Ciencias de la Televisión, estuvo marcada por el mismo microorganismo que modificó todo nuestro 2020. El que nos condenó al teletrabajo o a la falta de él. El que hizo que volviéramos a lavarnos las manos con regularidad, al menos hasta hace unos meses.

Estados Unidos está dividido en dos y el coronavirus solamente profundizó la grieta. Una mitad pretende hacer como si nada estuviera ocurriendo y otra fomenta el uso del tapabocas y critica las políticas sanitarias del gobierno. La élite de Hollywood pertenece en su gran mayoría a la segunda categoría, así que tuvimos una entrega de premios virtual, con alfombra roja en el domicilio de cada una de las estrellas y una cantidad de videochats que funcionaron mucho mejor que los nuestros.

Desde el lunes de la semana pasada estuvieron entregándose los premios técnicos (conocidos en los Oscar como cagapencas), que incluyen premios al mejor reality, programa de variedades o programa animado, pero también al mejor maquillaje, casting o créditos de inicio de un show. Aquí solamente nos centraremos en los premios principales, que quedaron para la transmisión del domingo.

Tres para triunfar

El puñado de galardones entregado en la ceremonia que concita la mayor atención del público (aunque volvió a romper récords negativos de audiencia) se divide en tres categorías: las series dramáticas, las series de comedia y las series limitadas. Empecemos por esta última, que es la que merece un mínimo de explicación.

La Academia define como “serie limitada” a aquella de dos o más episodios, con al menos 150 minutos en total, que cuenta una historia completa, independiente de otras temporadas. Esto permite la inclusión de miniseries, como Chernobyl, y de series antológicas, como Fargo, en las que cada temporada cuenta una historia distinta con un nuevo elenco.

Sin embargo, en 2014 fue nominada la tercera temporada de Luther, una serie en la que Idris Elba interpreta desde hace años al mismo personaje. Y en 2017 la ganadora fue Big Little Lies, aunque su secuela fue puesta en marcha recién después del éxito de la miniserie original.

La gran ganadora, con cuatro triunfos en siete posibles, fue Watchmen. Ganó como mejor serie limitada, mejor actriz en la categoría (Regina King), mejor actor secundario (Yahya Abdul-Mateen II) y mejor guion.

Esta obra adapta (según su creador, Damon Lindelof, remixa) el notable cómic de Alan Moore y Dave Gibbons, que a mediados de los 80 realizó la primera gran desconstrucción del género superheroico.

En aquella oportunidad, el equipo creativo nos mostraba paladines de carne y hueso, sin superpoderes, que tenían sobrepeso y sufrían disfunciones sexuales. Todo en el marco de un mundo que atravesaba una ardiente guerra fría y que quedaba al borde de una guerra nuclear, entre otras cosas por la aparición del Doctor Manhattan, el primer humano con superpoderes de verdad.

Aquella historia se resolvía de la manera menos esperada, con el “villano” (nótense las comillas) sacrificando una ciudad entera para unir al mundo en contra de un enemigo común. Y la secuela televisiva tomó algunos de esos elementos fantásticos para contar una nueva historia crítica con su actualidad.

Esta vez la protagonista es Angela Ackbar (King), una detective obligada a trabajar con un traje que protege su identidad, después de que los criminales atacaran a los oficiales de policía y sus familias en sus domicilios. En paralelo con el cómic, Sister Night (tal es su nom de costume) descubrirá una conspiración que podría acelerar el fin del mundo, en un clima de odio racial y supremacía blanca.

La serie limitada tuvo un arranque demoledor, con una reconstrucción nunca antes vista en televisión de la Masacre de Tulsa, un hecho real ocurrido en 1921 cuando hordas de “estúpidos hombres blancos” mataron a decenas de afroamericanos e hirieron a cientos. Este hecho, además de la reinterpretación del primer paladín de Watchmen en el maravilloso episodio titulado “This Extraordinary Being”, hizo que una parte del público rechazara esta producción. Seguramente eran los mismos que creen que Rorschach es el “héroe” del cómic original.

Una obra ineludible, que puede tardar en remontar vuelo para aquellos que no leyeron la historieta, disponible en HBO Go y plataformas de televisión para abonados con paquete de HBO, como Ns Now de Nuevo Siglo.

Lo primero es la familia

En la categoría de serie dramática también hubo un título que cosechó cuatro de siete premios posibles: mejor serie dramática, mejor actor de la categoría (Jeremy Strong), mejor dirección y Mejor guion. Se trata de Succession, otra apuesta de HBO con la que le tapó la boca a Netflix, al menos por este año.

Los protagonistas son los miembros de la familia Roy, dueña de uno de los multimedios más grandes de Estados Unidos y de una fortuna incalculable (al menos para nosotros, simples mortales). Durante dos temporadas hemos asistido a un juego de intrigas políticas en el que el puesto de CEO de la empresa costará más sangre que el Trono de Hierro de Juego de Tronos.

Logan Roy (brillante Brian Cox) acaba de cumplir 80 años y sus hijos confían en que aproveche la celebración para anunciar su retiro, pero este viejo lobo de mar piensa continuar en el puesto. Cuando aparezcan los achaques de la tercera edad, los tres hijos que se disputan el puesto comenzarán a hacer sus jugadas, algunas más silenciosas y otras públicas y explosivas.

La serie se construye a partir de toda la familia, pero con cierto énfasis puesto en Kendall (Strong), el heredero más obvio de no ser por un historial de abuso de sustancias. Por momentos el resto del elenco será espectador de una lucha de poder despiadada, con dos finales de temporada para comerse las uñas y la primera falange de los dedos.

Al ser de HBO, Succession puede disfrutarse en las mismas condiciones que Watchmen.

¿A vos quién te conoce?

Por último, en el rubro de comedia sucedió algo inédito en la historia de los premios. Una serie ganó las siete categorías principales: mejor comedia, actor protagónico (Eugene Levy), actriz protagónica (Catherine O’Hara), actor secundario (Dan Levy), actriz secundaria (Annie Murphy), guion y dirección.

Todas esas pequeñas estatuas fueron a parar al equipo de Schitt’s Creek, una serie que quizás no sea tan conocida en estos lares pese a haber terminado tras su sexta temporada.

La premisa de esta comedia canadiense recuerda al comienzo de Arrested Development: una familia adinerada recibe la visita de la Impositiva y de un día para el otro pierde su fortuna. Aquí no sería culpa de un mal manejo, sino de haber sido engañados por la persona que manejaba los bienes de la empresa.

Los Rose solamente pueden quedarse con una propiedad y deciden que será la del pueblito que da nombre al título, y que compraron hace unos años solamente para hacer un chiste. En su primer episodio se mudan a un motel de mala muerte, donde empiezan a convivir con los lugareños y... bueno, para serles sinceros solamente vi el primer episodio, después de leer acerca de cómo habían arrasado con los premios.

Si les interesa ver la serie (y en este espacio sólo fomentamos el consumo legal) pueden ingresar a Paramount+ o contratarlo dentro de Claro Video. Hay un pequeñísimo detalle, que puede arruinar el disfrute de unos cuantos: Schitt’s Creek sólo está disponible doblada al español latino.

Hubo otras distinciones, pero me interesa señalar una última. La actriz y cantante Zendaya se convirtió en la más joven en ganar el premio en la categoría dramática por su protagónico en Euphoria (HBO), un “retrato honesto y brutal de la adolescencia”, como escribí en su momento. Pocos premios fueron tan merecidos como ese.