Cuando se estrena una película de la saga Rápidos y furiosos, con protagonistas bidimensionales que tienen apasionantes aventuras en las que explotan las cosas, nadie cuestiona el valor artístico del cine como forma de expresión. Entienden que hay quienes lo utilizan para reflexionar acerca del ser y de nuestro lugar en el mundo, mientras que otros lo utilizan para mostrar persecuciones a alta velocidad.

La historieta todavía no tiene tanta suerte. Muchas personas rechazan el medio por creer que “cómic” y “cómic de superhéroes” son la misma cosa, dejando de lado a una enorme cantidad de arte secuencial que hace énfasis en lo de “arte” y que combina texto y dibujo en forma excepcional.

Por eso les sigue llamando la atención que las “tiras cómicas” se cuelen en el mundo de los adultos, es decir, el mundo de la literatura. Ocurrió en 1992, cuando Maus, de Art Spiegelman, se convirtió en la primera (y única) novela gráfica en recibir un premio Pulitzer. Y volvió a ocurrir en 2018, cuando una obra del noveno arte quedó entre las finalistas del prestigioso premio Booker.

La convidada de piedra era Sabrina, escrita y dibujada por el joven Nick Drnaso, nacido en Estados Unidos en 1989. Allí se cuenta la historia de varias vidas que son sacudidas por una desaparición. Al tratarse de un título presente en las librerías de nuestro país, las excusas para no echarle un vistazo eran inexistentes.

Gracias por volar con nosotros

Lo primero que llama la atención de esta obra, presente incluso en la portada, es el particular estilo de dibujo de Drnaso. Es de una simplicidad tal, que recuerda a los diseños vectoriales que se ven en distintos instructivos, como los manuales de seguridad presentes en los aviones. Los protagonistas perfectamente podrían estar mostrándonos cómo se coloca una mascarilla de oxígeno o cómo saltar por el tobogán inflable.

Esto es el resultado de la experimentación. “Cuando estaba en la universidad pasé un año y medio dibujando una historieta de 36 páginas en un estilo reminiscente de Robert Crumb. Cuando lo terminé, el resultado me desagradó de una manera realmente intensa”, contó hace unos años a Drawn & Quarterly.

“Decidí eliminar toda expresión o entusiasmo de mi estilo de dibujo. Ahora entiendo que es una representación mucho más precisa de mi personalidad y un mejor complemento de mi estilo de escritura”. Por entonces trabajaba como conserje y sufría una fatiga generalizada, así que el ahorro de energía también le sirvió a su organismo.

Este será el mayor escollo a superar para el potencial lector. Después estarán las páginas con decenas de viñetas, los textos pequeños, los fondos de un solo color. Sin embargo, la obra en su conjunto val el esfuerzo inicial.

La protagonista de la historia es quien da nombre al libro. Una mujer normal, tranquila, aunque el dibujo pueda estar disimulando sentimientos más dramáticos. Sabrina conversa con su hermana a lo largo de varias páginas, la mayoría de ellas con 12 viñetas cada una. Cada dibujo es pequeño, estático, como una ventanita que nos permite conocer a estas dos mujeres y sus anécdotas tan personales como insignificantes. Al otro día, Sabrina toma su mochila y se marcha de la casa. Será la última vez que la vean con vida.

Eso no significa que pierda protagonismo, sino todo lo contrario. El resto de los protagonistas carga con la ausencia de esta persona, primero ante la imposibilidad de cerrar la historia y luego con la obligación de cerrarla de la peor manera.

Teddy, el novio de Sabrina, está agobiado por lo que ocurre y decide quedarse un tiempo en lo de su amigo Calvin. El primero arrastra una depresión galopante y el segundo está en la etapa de negación de su reciente divorcio. Conviven en una casa vacía, algo acentuado por los dibujos de Drnaso.

Más tarde volveremos a ver a Sandra, la hermana de Sabrina, quien también arrastra sus penas, cuando no directamente arrastra su cuerpo. El guion intercala charlas mundanas con otras que tocan la temática principal. Esto podría prolongarse durante páginas y páginas, ya que la forma de ser contado hace que uno acompañe a todos los protagonistas, pero no será así.

Un pequeño periódico local recibe una cinta de VHS. En el depósito encuentran un reproductor, conectan sus cables, sintonizan el canal 3 y se disponen a ver su contenido. Ya nada será lo mismo.

El asesino de Sabrina envió una filmación del crimen a varios sitios, y las imágenes no tardan en explotar en internet. Drnaso no precisa mostrarlas; de hecho, deja que nuestra imaginación haga el trabajo sucio. Cuando encuentran al criminal, muerto en su bañera, la viñeta es la de una cara relajada, quizás sonriente, sobre un plano rojo que sería el agua con sangre.

Allí comienza otra etapa de la novela gráfica, en la que se narra el después de una muerte violenta, en esta sociedad de la información, donde este elemento es un bien comercializado, por el que los canales ignoran preceptos de la ética y la moral. Canales que transmiten las 24 horas y pueden darse el lujo de estar 45 minutos hablando de algo que antes no hubiera merecido un asterisco en el informativo central (a propósito, la duración de los informativos uruguayos es vergonzosa).

Veremos entonces la peor cara de una humanidad sedienta de nuevas narrativas a las que consumir y desechar. Eso incluye el acoso periodístico, que golpea aún más fuerte a aquellos golpeados por lo sucedido con la mujer, y también este fenómeno aún más actual de teorías conspirativas y de personas completamente alejadas de una situación, que son capaces de dedicar su tiempo para demostrar que nada ocurrió y que los deudos son solamente actores.

Esto resultará exagerado para aquellos lectores que no estén al tanto, por ejemplo, de lo ocurrido con la llamada “Masacre de la escuela primaria de Sandy Hook”, en la que fueron asesinados 20 niños. Desde programas muy vistos de la televisión estadounidense se acusó a los padres de las víctimas de ser intérpretes pagados vaya a saber por quién.

La única fuerza más poderosa que el alboroto mediático será la inercia de la vida misma, así que los protagonistas seguirán adelante a los tumbos, teniendo conversaciones triviales, caminando por pasillos de un solo color durante decenas y decenas de viñetas.

Sabrina exige paciencia, muestra lo peor de las personas y ni siquiera intenta tener un final feliz. De paso, ofrece evidencia de la capacidad de la historieta para generar obras de arte.