El panorama del teatro independiente uruguayo sigue siendo incierto desde que, el 13 de marzo de 2020, se decretó el cierre de las salas, que abrirían recién varios meses más tarde, con aforos reducidos, y que de diciembre a enero de este año volvieron a cerrarse por decreto.

En conversación con la diaria, Héctor Guido, director del teatro El Galpón, aseguró que la desprotección del sector venía de mucho antes y se agudizó con medidas políticas tomadas previamente a la pandemia. Para él, una generación que construyó “uno de los movimientos de teatro más importantes de América” luchó por ser reconocida “a nivel legislativo y dentro de las políticas públicas”.

“Cuando finalmente logramos una ley de teatro independiente, que se aprobó en 2019 con el apoyo de todos los partidos, quedó para este gobierno reglamentarla y aplicarla”, recordó. “La primera noticia dolorosa fue que nos comunicaron que el gobierno no estaba de acuerdo. No se reglamentó”.

También fue doloroso para el sector entender que la ayuda estatal no estaría incluida dentro de un formato sistémico, “sino funcionando en forma aislada, como fondos por un lado y por el otro, que, si bien son muy menores, son un paliativo que ayuda en determinadas etapas de la producción del teatro”.

“Era tan frágil nuestra situación, que fuimos al Parlamento y se nos incluyó en el inciso de subsidios y subvenciones”. A la Federación Uruguaya de Teatros Independientes (FUTI) le correspondían 14 millones de pesos. “Cuando asumió este gobierno, además de no aplicar la ley, redujo 20% ese subsidio. Y cuando pasaron al presupuesto, 50%”.

Guido señaló que “en todas partes del mundo” los teatros son deficitarios, por lo que “requieren políticas y apoyos públicos para cumplir con su misión artística, social y de docencia. Aquel que considere que al arte hay que dejarlo librado al mercado no está hablando de arte, sino de una mercancía que no tiene nada que ver con el arte”.

“Son muy claras las señales de no apoyar a los colectivos, a los que estamos organizados, como la FUTI o la Sociedad Uruguaya de Actores [SUA]. Y hay una clara intención de utilizar políticas que se apliquen al individuo por sobre todo. Entendemos que es una manera de debilitar nuestra mayor fortaleza, que es la unidad, y nuestra organización, tanto la federativa como la sindical”, agregó.

Coronavirus y después

“Luego vino la pandemia, y el primer decreto que se toma a nivel de Presidencia es el de prohibir los espectáculos públicos. Por supuesto, cuando alguien toma una medida política que le prohíbe a la gente trabajar, lo menos que se espera es una política al costado que le diga al trabajador cómo va a sobrevivir. Pero no sólo no fue acompañado de nada, sino que tuvo un proceso muy penoso”.

El teatro independiente tomó la iniciativa de elaborar protocolos para reabrir lo antes que fuera posible. “Y estamos hablando de un Montevideo que no llegaba a 30 casos”. Ese período incluyó desencuentros con el ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira. “Explicó muy mal los fondos que reciben los teatros. Para decirlo con todas las letras: no dijo la verdad”. Una reunión entre las partes fue levantada porque “se entendió que íbamos a hacer una asonada. Todo esto es casi novelesco”.

Durante el período de reapertura, El Galpón ofreció gratuitamente su sala a todos los grupos de teatro independiente. “Empezó a producirse toda una movida”, recordó Guido. Pero los casos aumentaron, y ellos seguían en contacto con expertos. “Así como tuvimos el asesoramiento de que estábamos en condiciones sanitarias de abrir cuando lo exigimos, tuvimos la alerta de la propia ciencia de un avance exponencial de los contagios en Montevideo”.

En febrero en Montevideo hay funciones de teatro programadas en el Auditorio del Sodre (Ana contra la muerte) y en La Gringa (Como si pasara un tren, El loco y la camisa, Era como que bailaba), además de la segunda temporada del espectáculo Kodama, que se puede ver en el lago del parque Rodó.

Aquí lo preocupante fue lo opuesto, “que sí se autorizase, a partir del 10 de enero, que los espectáculos públicos funcionasen. Hicimos nuestro análisis, con amigos de la ciencia, y confirmamos que estábamos en un momento en el que había que tomar medidas, aunque doliesen, y cuidarnos. Resolvimos sin poner sobre la mesa lo económico sobre lo sanitario. No somos de esa concepción de manejar dos perillas, la económica o la vida. Para nosotros siempre está primero la vida”.

“El Galpón, en diciembre, resuelve no abrir en enero”. La medida se explica, entre otras razones, por la reposición prevista de El padre, protagonizada por Julio Calcagno, de 83 años. “Había gente también con factores de riesgo, y nosotros no íbamos a exponer a ningún compañero a estas situaciones. Tomamos la medida de parar enero, y hasta el momento no tenemos las condiciones como para volver a una actividad normal”.

“Lo que nosotros queremos es una respuesta coherente de cuándo abrimos y cuándo cerramos. Cuándo estamos en riesgo y cuándo no. Pero tiene que estar cada uno adivinando. Por suerte El Galpón tiene una gran cantidad de compañeros de la ciencia que nos van manteniendo al tanto sobre las alertas y los avances”.

No afirman ser el único sector afectado. “Lo que sí decimos es que fuimos un sector que mandaron a degüello antes de la pandemia. Fueron a la yugular del teatro independiente en cuanto asumieron el gobierno. Todo lo demás les vino al dedillo, pero la voluntad política de no aplicar una ley votada por ellos mismos está hablando mucho más allá de la pandemia”.

“Sin la ley y con los recortes al subsidio, estamos frente a un panorama desolador. Conversando con la FUTI y la SUA tratamos de poner soluciones y no sólo estar en una actitud de queja permanente, pero yo no le voy a pedir a este gobierno lo que sé que no va a cumplir. Este no es un gobierno que tenga como prioridad la justicia social. Lo que ha existido son unas luces de bengala que han tirado, como una pequeña ayuda en forma aislada a los artistas”. También se manifestó a la espera de políticas públicas municipales, más allá de una primera medida “que bien la titularon como paliativa”.

En el sector hay quienes están “pasando muy mal, porque dependían específicamente de la actividad que desarrollaban, aunque tuvieran muy pocos ingresos. Ni que hablar de aquellos que tienen sus ingresos a través de la docencia. Es un tema muy complejo, porque hay muchos grupos pequeños que no tienen salas y dejaron de producir. Hay lugares pequeños que no pueden sostener los costos. En El Galpón hemos cuidado la salud de nuestros integrantes, porque ninguno vive de la taquilla. Todos tenemos otros trabajos”. A esto se suman unos 35 trabajadores de técnica, mantenimiento, limpieza y boletería, que se encuentran en seguro de paro.

“Hoy no tenemos la menor idea de cómo se puede reabrir el teatro. Más allá de que lo cerramos voluntariamente, por un tema sanitario, no sabemos cómo abrir ni cómo recuperarnos sin políticas públicas y un Estado que responda. Y en el mundo entero es difícil de encontrar la ausencia de un Estado como en Uruguay”.