Alguien podría pensar que el 1984 del título se refiere a la fecha original de su estreno. Es que la segunda película en solitario de la Mujer Maravilla sufrió varias dificultades que terminaron modificando su encuentro con el público. No solamente en el cuándo, sino también en el cómo.

Pensada para exhibirse a fines de 2019, decidieron posponerla hasta el verano (de allá) de 2020, que es cuando llegan los blockbusters que sacuden la taquilla. No contaban con que el coronavirus pondría al mundo de cabeza, así que de junio pasaron a agosto, de agosto a octubre y de octubre a fin de año.

Para cuando se estrenó (allá), HBO Max quería marcar la cancha y competirle a Netflix, así que el mismo día que llegó a los cines, se sumó temporalmente al catálogo del servicio de streaming y batiendo récords de visionados, pero también generando rispideces con las cadenas de salas de exhibición.

En Uruguay tuvimos que esperar dos meses más por la princesa amazona, y mientras tanto nos enterábamos de que, más allá del público, la crítica no la había recibido con el mismo beneplácito que a su predecesora, titulada sólo Mujer Maravilla (Patty Jenkins, 2017). Repetía la directora y repetía Gal Gadot como protagonista. ¿Qué podía malir sal?

Viendo Mujer Maravilla 1984 se puede entender la decepción de quienes esperaban la continuidad de ciertos elementos presentes en la anterior. Aunque no parece que haya sido por un acto fallido de Jenkins, quien da la sensación de haber filmado exactamente la película que quería.

Ochenta veces ochenta

Ahora sí, como lo indica el título, la nueva aventura de Diana está ambientada en la década de los 80. No habrá forma de que olvidemos este detalle, ya que está presente en los títulos, pero especialmente en el arte. Estamos en los 80, más exactamente en una versión casi caricaturizada de esos 80 que permanece en el inconsciente colectivo.

Por aquel entonces, la Mujer Maravilla seguía sin mostrarse ante el gran público, pero no por ello dejaba de ayudar al prójimo. La primera escena, ambientada en un centro comercial (ochentero), no solamente es el fiel reflejo de esto, sino que empieza a revelarnos el plan de Patty Jenkins para esta ocasión, y seguro hace que alguna ceja se levante entre los espectadores.

A la hora de detener a unos ladrones de joyas que tomaron rehenes en el mencionado shopping, la superheroína lo hace en forma... digamos, creativa. Sus golpes son menos directos, las caídas de los malhechores son más aparatosas, y el lazo se extiende y se flexiona de maneras imposibles.

Lo “realista” (comillas) de la primera entrega da paso a lo naíf de esta segunda, directamente enfrentado al cinismo que suele caracterizar al cine actual, y sobre todo al de superhéroes. Si a algo recuerdan las primeras secuencias de acción es al inocentón ataque de los bandidos kriptonianos en Superman II, dirigida por Richard Lester y estrenada... en 1980.

Trato hecho

En esos primeros minutos se juega gran parte del éxito en cuanto a experiencia cinematográfica de Mujer Maravilla 1984. Hay que aceptar esa inocencia, que comienza por la protagonista y sigue por la trama, que se pregunta ni más ni menos que qué pasaría si la humanidad encontrara una lámpara de los deseos.

El catalizador de la historia con moraleja será Maxwell Lord, interpretado por un Pedro Pascal que ya ha demostrado su inclinación por los papeles que no se toman tan en serio. Este empresario es una versión solapada de la faceta de eterno mercachifle de Donald Trump, aunque en lugar del imperio hotelero hay una estafa piramidal relacionada con el petróleo.

Pascal logra vendernos ese villano de cuarta o de quinta, que sólo se volverá realmente peligroso cuando entre en contacto con el mencionado objeto que cumple deseos. Que no es una lámpara, pero podría haberlo sido.

Mezclada en las historias de ambos está la doctora Bárbara Minerva (Kristen Wiig), quien al comienzo es una mujer desarreglada e ignorada por todos, como Uma Thurman en Batman y Robin (Joel Schumacher, 1997), para luego convertirse en una femme fatale... como Uma Thurman en Batman y Robin.

Ambos villanos tendrán su arco y el guion se encargará de que realmente nos importe lo que pase con ellos. Diana, mientras tanto, deberá ocuparse de los peligrosos deseos de medio mundo, así como de la misteriosa reaparición de Steve Trevor (Chris Pine), décadas después de haber hecho su último vuelo. Y no, de misteriosa tiene poco, si están prestando atención.

Si todavía tenían algunas dudas sobre cerrar o no el trato con la película, deben saber que Diana y Steve protagonizan una comedia romántica. Más exactamente, una comedia romántica ochentera, que hasta incluye una escena en que Steve se prueba varios atuendos hasta dar con el correcto.

Ninguno de los elementos de la trama es muy difícil de aceptar, siempre y cuando anden con ganas de ver un entretenimiento sencillo y tengan buenos recuerdos de las películas de hace 35 años. Lo más difícil de disimular, quizás, sean las escenas de acción, que no parecen coreografiadas por la misma persona que pergeñó aquel momento de la Mujer Maravilla saliendo de una trinchera y caminando por la famosa “tierra de nadie”.

Algunos efectos parecen haber salido de una cápsula del tiempo y, de nuevo, el lazo parece tener la misma personalidad y fluidez que la alfombra de Aladdin (Ron Clemens y John Musker, 1992).

La experiencia de ver Mujer Maravilla 1984 es más disfrutable con estas cartas sobre la mesa. La historia de amor es creíble, algunas escenas de acción funcionan, y no todo se arregla a los golpes. Pero si van al cine esperando encontrar a una heredera de Mujer Maravilla, van a necesitar una piedra de los deseos.

Mujer Maravilla 1984. Dirigida por Patty Jenkins. Estados Unidos/Reino Unido/España, 2020. En Grupocine Punta Carretas, Las Piedras Shopping y Siñeriz Shopping (Rivera).