El domingo, a los 86 años, murió David Alberto Cámpora Schweirzer, Chichí, integrante histórico de la dirección del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) y preso político desde 1972 hasta 1980. Estuvo detenido en el penal de Punta Carretas, fue uno de los protagonistas de la famosa fuga de 1971 y recapturado el 14 de abril de 1972 en el episodio de la calle Amazonas, en Malvín, en el que fueron asesinados los dueños de casa, Luis Nelson Martirena e Ivette Rina Giménez. Junto con Cámpora fue detenido Eleuterio Fernández Huidobro. Ambos estaban ocultos en un “berretín” disimulado en un doble techo.

Chichí Cámpora murió por su propia mano. Todos los que lo recordaron cuando circuló en las redes la noticia de su muerte mencionan su carácter metódico y previsor, consecuente con su profesión de contador público. Dejó una carta de despedida dirigida a sus compañeros en la que explica que durante décadas consideró la posibilidad de poner fin a su existencia si veía peligrar la independencia y la dignidad. Estaba en posesión de ambas cuando decidió que era el momento, a pesar de que se estaba recuperando de una intervención que buscaba devolverle una mejor movilidad y, según decía, la perspectiva de una plena recuperación física era “excelente y no excesivamente molesta”. No quiso, sin embargo, atravesar el demorado proceso hasta alcanzarla ni complicar en modo alguno la vida de quien “amorosamente” lo cuidaba.

Fue un investigador dedicado y estricto que elaboró un archivo histórico del movimiento al que pertenecía y lo donó luego, completísimo e indexado, a la Universidad de la República. El “archivo David Cámpora” fue recibido en 2005 por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y depositado en el Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos (CEIU), en donde “es consultado frecuentemente por académicos, periodistas, estudiantes nacionales y extranjeros”, según informa el propio CEIU en un comunicado.

“La responsabilidad, tenacidad y capacidad de trabajo y planificación que caracterizaron la personalidad de David Cámpora están en la base de ese archivo, en gran parte construido sobre su esfuerzo personal incansable, sobre la confianza que despertaba en los demás para que donaran sus documentos valiosos, en los viajes que realizó durante años a distintos países del mundo donde permanecían residiendo compañeros después del exilio o donde radicaban instituciones de solidaridad con testimonios y documentos que repatriar a Uruguay, en la inventiva para buscar financiamientos o mejorar la organización del acervo documental, siempre consultando a quienes podían darle una opinión calificada o siempre buscando colaboradores desinteresados que ayudaran a una tarea que sentía colectiva”, agrega.

En 1992 la editorial Trilce publicaba Los espejos rotos: reflexión conjunta sobre la actual crisis civilizatoria, escrito por Cámpora en coautoría con Gaby Weber.

No disponemos de espacio para dar cuenta de los testimonios aportados por quienes fueron sus compañeros de militancia, y debemos decir que no es habitual informar del fallecimiento de un militante político en las páginas de cultura, pero a la condición de investigador y autor que bastaría para justificar esa rareza se suma otra, y esta sí, peculiarísima: con David Cámpora muere un personaje literario. Muere el protagonista de un relato, Las manos en el fuego, que inició un camino de escrituras histórico-testimoniales que se desarrollaría especialmente en la segunda mitad de la década del 80 y que tendría un papel crucial en el conocimiento y la sensibilización de la población en torno a los hechos del pasado reciente (expresión que usamos hasta hoy y que nunca tuvo, como entonces, un sentido tan estricto). Luego vendrían los trabajos de investigación académica, la recuperación de archivos, la discusión política y las relecturas de este o aquel acontecimiento, pero en el libro del periodista Ernesto González Bermejo, escrito a partir de (según explica la edición de Banda Oriental) “noventa horas de grabaciones” y “mil doscientas carillas de cartas”, además de respuestas a cuestionarios y otros materiales, se iniciaba un camino de reconocimiento y aceptación de lo ocurrido imprescindible para seguir adelante.