Tras meses de idas y vueltas, el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici), un foco central del cine latinoamericano desde que comenzó en 1999, llegó a su edición 22, que va hasta el 28 de marzo.
Si bien este año no vamos a poder ver las películas del festival desde el territorio uruguayo, las producciones nacionales tienen un lugar destacado en el catálogo del festival. Y, de todos modos, desde Uruguay sí se puede asistir a las charlas con realizadores de distintas partes del mundo a través del canal de Youtube del Bafici.
El programador y crítico Agustín Masaedo trabaja para el festival desde 2003. “Es crucial tener en cuenta el panorama de crisis por la que los festivales están pasando actualmente debido a la migración de todos los contenidos a plataformas virtuales y el cierre de los cines, que no es novedad desde hace ya algunas décadas”, dijo Masaedo en conversación con la diaria.
El Bafici tuvo que reconfigurarse para entablar nuevos caminos y prioridades a la hora de diseñar la programación, explicó. En primer lugar, si bien siempre fue el espíritu del festival, el Bafici se propone afinar el ojo hacia un cine que sea una representación de lo que está pasando en la vida misma. Como escribe Javier Porta Fouz, director artístico del festival, en el comienzo del catálogo: “Las cosas han cambiado: hoy en día una comedia feliz y orgullosa de su linaje puede ser un objeto más difícil de encontrar que un drama social filmado con sonido sucio y con la cámara obsesionada con la espalda de la desgraciada protagonista”.
Por otra parte, esta es la primera edición en que no se hace una distinción entre cortometrajes y largometrajes en las competencias “No tenía sentido pensarlos como piezas diferentes únicamente por su duración. Si en la última edición ganó una película de 14 horas, entonces ¿cuál es la diferencia entre una película de una hora y media y otra de 30 minutos?”, dijo Masaedo en referencia a La flor, de Mariano Llinás. “Esta forma de ir entendiendo el cine ya forma parte del festival desde hace tiempo; nunca pensamos un catálogo que separara documental de ficción, y entonces este año decidimos darle el valor que se merece al cortometraje, aún más teniendo en cuenta que cada año son más de mil cortometrajes que se presentan”, agregó.
Otra de las novedades es la inauguración de salas al aire libre para cumplir con protocolos, que coincide con la apertura de las salas de cine. “Nosotros como programadores somos amantes del cine, lo único que no puede morir para nosotros es la curiosidad, y en este momento es importante reivindicar la presencialidad y el llamado ‘circuito festivalero’, el cual muere en la medida en que se virtualiza toda la experiencia cinematográfica”, dijo Masaedo.
Las películas uruguayas en el festival son Ficción, de Guzmán García; Carmen Vidal, mujer detective, de Eva Dans; Directamente para video, de Emilio Silva; Montevideo Vampiro, de Cristhian Orta; Mirador, de Antón Terni; Uno, de Lucía Aljas, y Blanes esquina Müller, de Nicolás Botana. Masaedo comentó entusiasmado: “Como programador estoy sorprendido del salto de cantidad y calidad del cine uruguayo que se presenta al festival. Creo ver un resurgimiento del cine uruguayo desde aquella época de [Pablo] Stoll y [Juan Pablo] Rebella. Desde acá se ve un cambio enorme de un año para otro, las propuestas son muchas y muy distintas entre ellas”.