La luna de miel de Inés dura apenas unos minutos y es un aviso de aceite de cocina. Pero lo interesante es que la actriz que hace el papel de Inés, una devota recién casada, es nada menos que Eva Duarte, futura esposa de Juan Domingo Perón y primera dama de la República Argentina. Según se anunció el domingo, una copia en 35 milímetros realizada en soporte de nitrato fue conservada por los hermanos Sergio y Tito Livio La Rocca durante décadas. Su padre, Alberto La Rocca, había sido director de la distribuidora INCA Films de Argentina entre 1936 y 1938. Según cuenta el crítico y curador Fernando Martín Peña en Página 12, los hermanos habían oído hablar de esa cinta que contenía una “publicidad de Evita” y la preservaron durante décadas hasta que, en 2019 y a través de la productora y realizadora María Verónica Ramírez, se la hicieron llegar. La pieza requiere trabajos de restauración que sólo pueden hacerse si se dispone de un laboratorio fotoquímico, algo que desde 2017 –y, como dice Peña, “gracias al macrismo”– no existe en Argentina. Para sortear ese obstáculo, Peña cuenta con el aporte del museo Evita, que se comprometió a proporcionar los medios que hagan falta “cuando pase la peste”.

El corto presenta a una joven pareja que, tras la luna de miel, acaba de empezar la convivencia. En la primera escena el esposo, Ernesto, encarnado por el actor Claudio Martino, llega a casa y pregunta qué hay para almorzar. Inés le tiene preparada una mayonesa de langostinos y unos buñuelos, pero Ernesto no queda contento: la inexperta esposa no usó aceite de oliva, y eso estropeó el resultado. Comprensivo pero exigente, él le recomienda que consulte a la suegra, su madre, que lo conoce bien y le sabrá explicar cómo complacerlo. Inés, en cambio, prefiere buscar el asesoramiento de una amiga, y para la cena le tiene preparados deliciosos platos que, sorprendentemente, no han dejado olor a fritanga. La sorpresa de Ernesto aumenta cuando Inés le muestra que el aceite que usó no es de oliva, aunque sabe igual y tiene la ventaja de no producir humo ni olor. Ambos, entonces, miran a cámara y se dirigen al espectador para recomendar el uso de Olavina, un producto que sacó de apuros a la debutante y engañó el exigente paladar del varón.

La existencia de esta pieza se había mencionado por primera vez en 2002 en el libro El ajedrez de la gloria, de Noemí Castiñeiras, pero se ignoraba que hubiera alguna copia.