Se armó tremendo lío alrededor de los Globos de Oro y de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA, por sus iniciales en inglés), que los vota y otorga. Hace unos días salió un artículo en la diaria que da cuenta de los hechos básicos, a los que quiero aportar algunas observaciones adicionales.

Va un resumen. Una semana antes de la ceremonia de este año, que se realizó el 28 de febrero, salió una nota en Los Angeles Times titulada “¿Quién realmente otorga los Globos de Oro? Un pequeño grupo lleno de personajes bizarros, y ningún integrante negro”. La nota insiste, sobre todo, en la falta de transparencia con respecto a los criterios de admisión en la HFPA y en lo fácil que es ganar simpatías seduciendo a los votantes con favores, regalos y privilegios.

Más allá de que todo esto está, sin dudas, mal, el artículo es bastante mala leche, y añade cosas como que las asambleas de la HFPA incluyen intercambios encendidos y no siempre cordiales (dónde se vio tamaña salvajada), que hay miembros muy viejos que fueron vistos dormitando durante alguna función de prensa (imperdonable) y que hay socios que practican fisicoculturismo o usan muchas joyas (cuánta extravagancia, qué falta de seriedad). Los autores del artículo consideraron digno de inclusión el comentario de una fuente anónima según la cual “Muchos de los miembros trabajan en medios de los que nunca escuché hablar”, vaya parámetro más egocéntrico. Es decir, el artículo está recargado con la saña característica de quien pretende empezar un proceso colectivo de bullying. Lo logró.

Lo que más pegó, de todos modos, fue la ausencia de negros en el grupo. El artículo de Los Angeles Times atribuye a esa circunstancia el que ninguna de las “películas negras” de la temporada aplaudidas por cierta crítica (Da 5 Bloods, Judas and the Black Messiah, Ma Rainey’s Black Bottom) entró a las candidaturas como mejor película. La premisa parece ser la de que votantes negros tenderían a votar por “películas negras”. Es imposible saberlo, máxime en un ámbito de críticos mayormente extranjeros. ¿Será que un crítico negro cubano se identificaría más con los protagonistas de Da 5 Bloods que con sus víctimas vietnamitas? No veo motivos para suponer que sea necesariamente así. Más allá de eso, podríamos poner a prueba la consistencia lógica de la conjetura. El mismo razonamiento podría inducir a que un mayor porcentaje de extranjeros tendería a votar películas extranjeras. Verifiquemos: 84 de los 87 integrantes de la HFPA (97%) son extranjeros, pero del total de 70 nominaciones a premios cinematográficos, sólo 11 (16%) fueron películas no estadounidenses, incluidas en la cuenta cuatro de las candidatas a la categoría de mejor película en idioma extranjero, que fue ganada por la única competidora estadounidense (Minari). Hubo un solo premio a una película extranjera (el de mejor canción). El cómputo tendencioso de Los Angeles Times omite también que entre los 14 candidatos a las categorías de actuación masculina había tres negros, es decir, 21%, más que el porcentaje de negros en la población estadounidense, que es de 16%. En las categorías de actuación femenina el porcentaje de nominadas fue de sólo 13%, pero, al fin y al cabo, uno de los tres premios fue ganado justo por una de las dos nominadas negras. Dos de los tres premios en las categorías masculinas fueron ganados por actores negros. El premio a la mejor partitura original fue ganado por un equipo de tres que incluía un músico negro, y la mejor película de animación fue justamente la que tenía “temática negra” (Soul). Es decir: por supuesto que es raro, parece prejuicioso y merece corrección el que no haya negros entre los integrantes de la HFPA, pero el argumento referido al resultado de las votaciones no tiene asidero y fue manejado en forma tendenciosa.

¿Qué interés puede haber en ese ataque malicioso? Existe una sensación de que la HFPA acaparó un poder excesivo. El poder deriva precisamente de las premiaciones, que la asociación, como tantas otras agrupaciones de críticos mundo afuera, decidió otorgar anualmente a partir de 1944. En 1945 decidieron, imitando los Oscar, que el premio tuviera una encarnación física en la forma de un trofeo, con un globo terráqueo rodeado de una cinta de película cinematográfica (una perspectiva global a la que la premiación jamás hizo justicia). Esto instauró una marca que pegó, el premio ganó visibilidad y fue, durante mucho tiempo, considerado una especie de antesala de los Oscar, influyente en las votaciones de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. La prensa local estadounidense nunca logró reproducir nada similar en cuanto a prestigio y popularidad, y eso se refleja en la parte más venal: los críticos de la HFPA, que “trabajan en medios de los que nunca escuché hablar”, reciben invitaciones a ceremonias más lujosas, con mejor comida, con viajes y gastos pagos y tienen acceso a información exclusiva a la que, por ejemplo, Los Angeles Times no accede (pero le gustaría acceder).

Más allá de ello, frente al artículo, la HFPA reconoció de inmediato sus problemas internos de diversidad. Contrató a Shaun Harper, fundador y director del Centro de Raza y Equidad de la Universidad de California, para armar un plan concreto de ampliación de su cuadro de socios con foco en la inclusión de personas negras y también de otros grupos sujetos a discriminación. El plan se estableció con un plazo de 18 meses, incluyendo un incremento sustantivo de 20 integrantes nuevos ya en el correr de este año, a tiempo de que el supuesto impacto de la medida se haga sentir en los Globos de Oro de 2022.

Pese a estos anuncios, por algún motivo, se desató en las últimas semanas una oleada de manifestaciones indignadas en reclamo de más cambios y más rápido. En los últimos días, la oleada mermó, probablemente porque la agudización del conflicto en Palestina recordó que hay cosas más graves y urgentes en el mundo. De todos modos, Netflix, Amazon, Warner Media y varios otros estudios productores, así como un centenar de empresas de publicidad y promoción, declararon que no participarán en eventos de la HFPA. El canal televisivo NBC, que transmite la ceremonia de los Globos de Oro desde 1996, anunció que no lo hará en 2022. Varias estrellas también hicieron sus declaraciones, y la acción más visible fue la de Tom Cruise, que puso en una caja los tres Globos de Oro que había ganado y los devolvió a la HFPA.

Lo de Cruise es, por lo menos, curioso. Se trata de una figura poderosa, un actor cuya filmografía recaudó más de 10.000 millones de dólares. Desde 1996 Cruise asumió la producción de la mayoría de las películas en las que actuó, con lo cual es parte de su cometido aprobar al equipo de trabajo. Si revisamos las 18 películas que produjo en estos 25 años (incluidas las dos ediciones de Misión imposible que todavía están por estrenar), no hay ninguna dirigida por una persona negra. Ya que estamos, tampoco hay ninguna dirigida por una mujer. El único no blanco en la dirección de alguna de estas obras es el chino John Woo (Misión imposible 2). Si contemplamos también las posiciones creativas centrales (guion, fotografía, montaje, composición musical), el resultado es muy magro con respecto al color de piel: Kenny Moore (negro) fue coguionista de Without Limits, una película que Cruise produjo, pero en la que no actuó. Mary Wilson compuso la música de dos de esos títulos, Mandy Walker fotografió otro, y hubo tres montajistas mujeres trabajando en otros dos films. Ninguna persona negra ni en dirección, ni en fotografía, ni en montaje ni en música. Ninguna mujer en dirección ni en guion. Y porcentajes muy por debajo de la representatividad demográfica en todos los demás rubros. Es decir, si la cosa viniera de vigilancia e indignación moral por la falta de diversidad ajena, deberían ser los Globos de Oro los que imputaran a Tom Cruise, y no lo contrario. Ojalá que, si un día el escrache cae para el lado de Cruise y él se desparrama en disculpas y promesas de mejorar, el medio cultural sepa ser más paciente y tolerante como para, al menos, darle la chance de cambiar antes de cerrarle las puertas.