Cuando falleció, en 2009, la videasta francesa Carole Roussopoulos estaba realizando un documental sobre su vínculo con la actriz y también videasta Delphine Seyrig (1932-1990). La nieta de Roussopoulos, Callisto McNulty, pudo ahora llevar adelante el proyecto, concentrado en el momento de mayor actividad conjunta de ambas (1975-1982).

Delphine Seyrig cuenta que para ella el feminismo fue la principal herencia de las agitaciones de 1968. Ya era entonces una actriz muy prestigiosa, uno de los rostros más identificados con la Nouvelle Vague, habiendo trabajado en una serie de clásicos de Alain Resnais, François Truffaut y Jacques Demy, extendiéndose de ahí a otros cineastas relevantes como Joseph Losey, William Klein, Marguerite Duras y Luis Buñuel. En 1971 fue una de las signatarias de aquel maravilloso acto de desobediencia civil que fue el Manifiesto de las 343, en el que esa cantidad de mujeres célebres francesas reconocieron haber abortado.

Sin renegar en absoluto de su carrera de actriz, que ella siempre reconoció con alegría y consideró su faceta principal, Delphine Seyrig se inscribió en 1975 en un humilde curso de capacitación para mujeres en el uso de la tecnología de video, con el objetivo central de multiplicar el uso de esa herramienta en la actividad feminista. Carole Roussopoulos era la profesora y las dos se engancharon de inmediato. Realizaron videos juntas, se ayudaron una a la otra en los proyectos más individuales. Llamaron a su grupo de realización Les Insoumuses. La traducción al español del título de este documental simplifica la palabra en “insumisas”, pero es en realidad una palabra-valija y hubiera podido traducirse perfectamente como insumusas. Qué belleza de palabra. Por un lado, contrastan con la evidente insumisión de las integrantes del grupo las connotaciones relativamente inofensivas de las mujeres a las que se suele tildar de musas. Por otro lado, al asumir la etiqueta, aunque extrañándola por la fusión de palabras, no reniegan del papel inspirador. A fin de cuentas, ser la musa inspiradora de un hombre no tendría por qué implicar reducirse a ese papel secundario, y más importante aún, ¿quién fue que dijo que sólo los varones se inspiran? ¿A las mujeres no les afectan las musas también y no realizan obras inspiradas?

Ese espíritu juguetón fue parte de la actividad de las Insoumuses. Pero sólo una parte, porque nunca aligeraron la disposición a poner el dedo en la llaga, acusar, interpelar, sacudir estereotipos, incitar a la lucha. El video fue, en ese momento, una opción significativa, porque las liberó de las presiones presupuestales y de tiempo de producción vinculadas con el fílmico. Les permitió acciones inmediatas, como cuando, al registrar una serie de encuentros políticos de prostitutas, se ganaron su confianza ofreciéndose a mostrarles, día a día, el material que habían registrado y, eventualmente, borrar delante de ellas lo que fuera que no quisieran hacer público. También usaron el video para difundir eventos a tiempo real, o en instalaciones. Con esa tecnología ágil, Carole Roussopoulos pudo concretar una filmografía de unos 120 títulos.

Una de las cosas lindas de este documental es que emula mucho del espíritu de la época. Está hecho con la misma irreverencia, y a veces incluso con cierta saturación de información que fue característica del modernismo político cinematográfico de entonces (el paradigma en este caso sería Jean-Luc Godard): una voz en over puede transcurrir sobre afiches que dicen consignas interesantes y otras imágenes significativas, a veces en un montaje veloz. Las ideas jugosas se apilan de manera vertiginosa.

Aparte de la explosión de creatividad y de la irreverencia estética, el momento retratado en este documental fue uno en el que parecía que los dioses recorrían la superficie del planeta. No es que la humanidad haya decaído desde entonces, sino que, para mal, o quizá incluso para bien, la cultura descentrada de nuestra era de las redes sociales dificulta que unas pocas personas acumulen un protagonismo comparable. Quizá no sea así, pero esas figuras que vemos en el documental están consagradas por el paso del tiempo y la acumulación de información. Es increíble el cuento de Carole de que, con 24 años (hacia 1970), venía de recibir el cheque con que fue despedida de su laburo y se cruzó en un boliche con Jean Genet, quien justo había visto el aviso de un nuevo equipo de video lanzado por la Sony y le dio la idea de usar su cheque para comprarlo, como una inversión. Carole se tiró al agua, fue a la tienda y resultó, según le dijo el vendedor, que había sido la segunda persona en adquirir el equipo. La primera había sido Godard. Y por ahí sigue: en la película hay imágenes de época de Simone de Beauvoir, Jane Fonda, Chantal Akerman, Marguerite Duras y otras muchas personas increíbles, de las famosas y de las anónimas.

Vemos a Carole Roussopoulos hacia 2009, relatando muchas cosas sobre su historia, y la vemos joven en las imágenes de la época. Es un encanto de persona, en la forma directa y sencilla, discreta pero involucrada, con que comenta los eventos. Delphine Seyrig aparece más, entre otras cosas porque era más actriz que cineasta, y era famosa. Este documental nos permite confrontar el personaje etéreo, felino, de voz aterciopelada y atuendos de la alta burguesía y aristocracia, que ella tantas veces interpretó en pantalla, con sus intervenciones políticas, en las que exhibe una claridad, una capacidad de articulación, una inteligencia y una polenta combativa que quitan el aliento.

Hay algo ambiguo al ver esta película. Por un lado, los fragmentos de los videos de Les Insoumuses contienen muestras de misoginia que parecen pertenecer a una época lejana, y sentimos que hubo un gran avance social desde entonces. Por otro lado, constatamos cómo ideas feministas que siguen asustando, siguen suscitando resistencia, ya se estaban planteando, en forma totalmente articulada, hace casi 50 años, y es como para llorar lo poco que avanzamos.

Es un documental informativo, gozoso, que sigue difundiendo las ideas de sus protagonistas, nos pone en contacto con su estilo y les rinde tributo. Probablemente en función del estreno de este documental, la plataforma Mubi tuvo a bien subir dos videos de Les Insoumuses (Maso et Miso vont en bateau y SCUM Manifesto, ambos de 1976). Vale la pena verlos, y ganan mucho con la contextualización de Delphine et Carole.

Delphine y Carole, insumisas (Delphine et Carole, insoumuses). Dirigida por Callisto McNulty. Documental. Francia/Suiza, 2019. Cinemateca.