Cuando Zulma Soarez tenía ocho años fue con su madre a la Casa de la Cultura de Tacuarembó, su ciudad natal, a inscribirse en algún curso, con la intención de tener una actividad extraescolar. La opción que se imponía era órgano, ya que “estaba de moda en ese momento”, pero vio un bandoneón, hasta ese día un instrumento desconocido, y el plan cambió. “Una niña de ocho años tocando el bandoneón en Tacuarembó era muy raro”, asegura. Luego se enteraría de que tenía una abuelo bandoneonista al que no conocía; la relación se había cortado por avatares familiares y se recompuso a partir de aquel impulso artístico: “Hasta ahora me acuerdo del momento en que fuimos a la casa de mi abuelo con mi familia la primera vez y empecé a tocar un tango que recién estaba aprendiendo. Eran las primeras notas y me acuerdo clarito de que era el tango que justamente a mi abuelo le encantaba”.

En Tacuarembó comenzó a funcionar el mes pasado la Escuela del Bandoneón, que también tiene como sedes las ciudades de Fray Bentos, Maldonado y Montevideo. Más de 100 estudiantes aprenderán durante dos años los misterios del fuelle a partir del método creado por el recientemente fallecido Raúl Jaurena. La escuela es parte del programa El bandoneón: sonido del tango, que lleva adelante la Fundación Cienarte junto con la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación y la Comisión Interministerial de Apoyo al Tango y el Candombe, y con el apoyo y el financiamiento de Unesco.

Según la fundación, desde los años 50 del siglo pasado no había tantas personas estudiando el instrumento, lo que representa un hito para el mantenimiento del tango en nuestro país. Sobre este asunto y otros compases conversamos con Soarez, integrante de Cienarte y coordinadora del proyecto. El viejo bandoneón del abuelo, que ahora es el suyo, nos acompaña.

¿Cómo surgió esta iniciativa?

Soy integrante de la Fundación Cienarte desde hace ya muchos años. Me conecté con el programa Destaoriya [orquesta escuela orientada a la formación de músicos y cantantes menores de 29 años] porque soy bandoneonista, tomé contacto con gente conocida del ambiente y empecé a dar clases de bandoneón ahí. Detectamos que no había muchos bandoneonistas, o había interés en aprender bandoneón pero no había muchos profesores y tampoco había bandoneones; es algo que escasea un poco porque, o están rotos, o los tiene guardados en un ropero la gente que ya no los usa. Se detectó esa necesidad; que el bandoneón estaba perdiéndose y que es el estandarte del tango. Es un proyecto que tiene un fin: comenzó en julio y termina en mayo de 2023, porque evidentemente los recursos son finitos y todo el proyecto tiene una serie de pilares que requieren una atención completa.

¿Cuáles son esos pilares?

Los pilares son la enseñanza, un inventario de los bandoneones y los bandoneonistas en Uruguay y la puesta en valor de estos artistas. El primer pilar va por el lado de enseñar la docencia del instrumento, la interpretación y la luthería. Para eso armamos una Escuela del Bandoneón y una Escuela de Luthería. La Escuela del Bandoneón empezó con el maestro [canadiense] Amijai Shalev, que es quien nos está apoyando luego del fallecimiento del maestro Raúl Jaurena. Colaboró con completar el método y es nuestro master teacher, está en el exterior pero va a estar viajando para dar masterclass, sobre todo para formar docentes y que esos docentes luego puedan transmitir esos conceptos.

¿A qué atribuyen esa baja de bandoneonistas?

Originalmente, hace muchos años, se enseñaba el bandoneón a través de las intendencias, pero si nos fijamos en el país, hay algunas zonas que ni siquiera han tenido ese acceso, y la enseñanza partía de profesores particulares que quizás no necesariamente eran docentes propiamente, pero que enseñaban sus conocimientos a alumnos. Esos docentes se fueron perdiendo con el tiempo al no haber una formación, digamos, una herencia de docencia. Yo empecé a estudiar a los ocho años en la Casa de la Cultura de Tacuarembó. En esa generación éramos 14 niños y adolescentes y la verdad es que no conozco una generación tan grande de niños estudiando bandoneón. Lo que vi en Tacuarembó, por ejemplo, es que se perdió ese docente que daba esas clases. Existen otros docentes, por supuesto, pero al no estar formalizados se va perdiendo la comunicación, el conocimiento de la gente de que existe un docente de bandoneón, la motivación de niños que no saben ni siquiera que existe el instrumento; se empezó a desconocer el instrumento con el paso de las generaciones. Creo que hay un tema de darle mayor difusión al bandoneón, a lo que implica, a que es el estandarte del tango y que el tango es nuestro patrimonio inmaterial reconocido por Unesco. O sea, deberíamos tratar de conservar ese patrimonio.

¿Cuáles son las principales características del método creado por Raúl Jaurena?

La principal característica es que es sencillo, no es aburrido y es bien escalonado, permite que el estudiante no se aburra en el proceso de ir aprendiendo el bandoneón. Lo que pasaba con métodos antiguos es que, como se requiere gran destreza para dominar todo el teclado, abriendo, cerrando y demás, los métodos implicaban que uno hiciera una serie de ejercicios muy repetidamente durante bastante tiempo para después llegar a tocar un tema, cualquiera que fuera. Lo que hace el método Jaurena es explicar de primera mano las técnicas más sencillas para ir dominando los teclados, el aire del bandoneón y demás, y ya enseguida te da un ejercicio para que sientas que estás tocando, y de ahí, empezar a apilar y a generar mayor técnica en el aprendizaje del instrumento.

¿Qué esperan de los estudiantes una vez finalizados los cursos?

Pedagógicamente esperamos que los estudiantes puedan tocar el bandoneón, que puedan tocar tangos en particular. A lo que queremos apuntar es al estilo del tango: que logren hacer temas completos y con una estructura de aprendizaje bien fluida. Que puedan tocar el bandoneón y, específicamente, el tango. Te hago esta salvedad porque también se tocan otros estilos y estos requieren otro tipo de enseñanza. Por ejemplo, no pretendemos sacar un concertista de bandoneón, porque requiere otro tipo de enseñanza mucho más fina y lleva mucho más tiempo.

Me da la impresión de que además de lo musical es un instrumento con cierta dificultad de ejecución.

Sí, sin dudas. La coordinación de que hay notas que abrís y suena de una forma y cerrás y suenan de otra, la espalda, la posición. A mí de niña se me insistió mucho porque es un instrumento pesado: si no tenés buena posición empezás a tener problemas de espalda, por ejemplo. Y tiene dificultades porque además vos tenés que abrirlo, depende del fuelle que tenga si tenés que hacer un poco de fuerza o no; los viejos, los buenos, eran bien blanditos, y los de ahora, que tienen los fuelles cambiados porque se fueron rompiendo, son un poco más duros, eso te genera una dificultad adicional. A veces están muy rotos y pierden mucho aire, entonces se te va el fuelle, no llegás a armar una frase que se te fue. Todo eso es como un auto cuando está mal regulado, te genera dificultades en el aprendizaje.

¿La luthería también es una emergencia?

Te cuento esta anécdota. El viernes tuvimos un problema con un bandoneón en Tacuarembó, se rompió una tecla y dependía de la gravedad si viajaba a arreglarse acá o no, porque tenemos dos luthiers en todo el Uruguay: uno en Montevideo y otro en Rivera. La opción, si era algo grave, era traer el bandoneón [a Montevideo] y dejar a los chiquilines sin clases. La luthería del bandoneón implica eso, es un instrumento muy delicado, con los años se van despegando teclas, se van rompiendo las partecitas de adentro, que son todas de madera, tiene solapitas de cuero adentro y chapitas de zinc, tiene ciertos resortecitos que suelen romperse también; todo eso es hecho artesanalmente y si se rompe hay que arreglarlo de una forma muy fina, tiene todo una técnica para arreglarse. Ni hablar del fuelle, ni hablar de la válvula de aire. El bandoneón es una maquinita muy perfecta. Los músicos siempre andamos desesperados por conseguir hora con los luthiers que tenemos. Por eso es necesario que haya más y para eso hay que enseñarles. El año que viene vamos a traer a un luthier de Alemania que está relacionado con las fábricas de bandoneones que había allá; va a estar un mes acá y vamos a aplicar el mismo sistema: que él enseñe a docentes y que después nos quede acá como capacidad instalada, eso es lo que queremos lograr: no tener que depender de gente de afuera. Para esto tenemos la colaboración de UTU, que nos va a proveer el salón para la luthería y también se va a estar enseñando a profesores de UTU actualmente. La idea es que siga existiendo el curso de luthería del bandoneón después de que terminemos el proyecto. Esa es nuestra intención: que esto lo tomen y siga funcionando después de haberle dado el empujón inicial.

¿Cómo ves la escena tanguera?

Lo que más rescato es que paulatinamente se está haciendo mayor composición de tangos modernos, que es algo que necesitamos, porque así como hay que intentar que no se pierda el bandoneón, porque andan tirados por ahí y no es un instrumento que hoy día se fabrique como antes, necesitamos también temas, repertorio. He notado que han surgido nuevas composiciones de tangos contemporáneos y con nuevas temáticas de fondo; me parece que hay que apuntar a que eso siga pasando, creo que vamos por ese camino. También veo que se está usando mucho en cine, por ejemplo. Eso le da difusión. Si no conocés que algo existe, no genera nada en la gente, pero cuando le empezás a dar difusión empieza a calar.

¿Y el cruce con la música electrónica?

Me parece fantástico. Me encanta que se utilice el bandoneón como recurso en cualquier género, y además lo han hecho muy bien, he escuchado muy buenos artistas haciéndolo.

Además de bandoneonista sos contadora. ¿Cómo conviven los números y las notas?

Para mí es fantástico, porque una cosa me saca de la otra. Es la mejor combinación tener un mundo de números, de lógica y de racionalidad por un lado, y después salir de eso y estar con el bandoneón, que es algo totalmente de alma. Es un equilibrio muy bueno.

¿Cuál era el tango que a tu abuelo le encantaba?

“Nostalgias”. Hasta ahora lo toco y mi padre lo canta.