La Norma presenta una historia cotidiana en la que los vínculos intrafamiliares, atravesados por la violencia, definen la vida de los personajes. En escena nos encontramos con dos hermanas: Selena y Clarisa, una mujer trans. Ambos personajes están marcados por el mandato de sus padres, aunque de manera distinta. El núcleo familiar al que pertenecen, construido en el tradicional imaginario de la familia “normal”, las distanció mucho tiempo. Por un lado, expulsó muy temprano a Clarisa por su identidad de género, y por otro, definió la función de Selena en el rol de una mujer que debe responder a un ideal construido según los preceptos sociales, en un cuerpo cerrado al peligro del deseo sexual.

Las dos parecen jugar roles opuestos. Clarisa, sin duda, es la mujer extrovertida que en su alegría oculta los huecos de su alma. Selena está encerrada en absolutos que ha levantado, como si fueran una especie de fortificación defensiva para negar sus propias roturas.

Cuando las hermanas se encuentran en la casa materna, luego del fallecimiento de la madre, todos los conflictos surgen en un enfrentamiento que está teñido por el dolor del pasado pero que, como en cualquier relación familiar, aparecen en un proceso gradual en el que pasamos del humor a la tensión dramática con absoluta naturalidad. La puesta en escena, sencilla y con una estética bien definida, facilita ese pasaje, ya que introduce al espectador en una casa que acompaña la lógica del relato.

La extraordinaria simpleza de la obra logra ponernos frente a la desgarradora soledad de esas dos mujeres que buscan recomponer el vínculo perdido. Para lograrlo deben atravesar toda su historia. La memoria de cada una se convierte en pieza importante de un gran rompecabezas que necesitan armar para desatar los nudos del pasado. Sin embargo, los prejuicios tan fuertemente impuestos y naturalizados aparecen como la principal barrera.

Es entonces cuando surge el factor de ruptura: la idea de lo “normal”. Una falacia social que se impone como verdad inamovible, gestada a lo largo de toda la vida, para irrumpir en Selena, en un discurso que reproduce el pensamiento del entramado familiar. La perspectiva de lo normal se vuelve la clave de esta obra. Selena insiste en decir “porque una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa” para subrayar así que el mundo tiene reglas y que subvertir esas reglas implica romper con el orden sagrado que es “lo normal”. La obra ingresa en niveles más complejos cuando pone en tela de juicio ese concepto, en la medida en que Clarisa, por defender el derecho a su identidad, es quien trastoca el orden esperable, mientras que “el normal”, que ejerce violencia de género, está justificado si su conducta responde al consumo de alcohol.

A lo largo del diálogo, las hermanas se reflejan como en un espejo que distorsiona el lugar esperable que cada una ocupa. ¿Cuál de las dos está menos capacitada para la vida? Una de ellas vive atrapada en la casa y en el tiempo; la otra viene de afuera, llena de palabras y colores, con expectativas demasiado altas. El encuentro nos muestra las profundas cicatrices que puede dejar la familia cuando impone supuestos parámetros normales de comportamientos mientras ejerce una violencia brutal en todos los aspectos, sobre el género y sobre la identidad.

Las actrices que llevan adelante esta propuesta son Fabiana Fine y Nadia Porley, bajo una dirección inteligente que ha sabido manejar los distintos niveles que tienen los personajes para lograr el equilibrio indispensable, en tiempo y ritmo, de la obra. Fabiana Fine, como Clarisa, desarrolla su personaje con una extraordinaria capacidad lúdica, transitando la historia, desde el cuerpo a la voz, con gran plasticidad. La construcción de Clarisa, por momentos llena de vitalidad y por otros desgarradora, hace que el público sienta deseos de abrazarla al final. Nadia Porley propone un trabajo físico sutil, sostenido desde un compromiso escénico que sobresale aun cuando está en silencio. Las dos tienen la habilidad de captar la atención del espectador por completo.

Transitando setiembre, el mes de la diversidad, podríamos decir que se impone ver una obra que deja al descubierto los profundos niveles de vulneración de los derechos de las disidencias desde el universo familiar.

La Norma. De Gabriel Guerrero. Dirección de Caro Cancela. En sala 2 del Teatro Stella. Viernes y sábados a las 20.30.