Falleció este lunes Adhemar Rubbo, actor de teatro y televisión, recordado por sus más de dos décadas como integrante del grupo de comediantes Telecataplum. La información fue confirmada por Luis Armando, con quien trabajó en el radioteatro El canto del cisne, seleccionado el año pasado en una convocatoria del teatro Solís. “Se fue en completa paz; venía de un alegre paseo, y partió en pleno sueño. A su sobrina, familiares y amigos, vaya desde aquí nuestra solidaridad en este momento de dolor”, escribió Armando en su cuenta de Facebook.

Nació en La Paz, Canelones, y fue en el liceo de Las Piedras donde descubrió el gusto por la actuación, luego de que un profesor de literatura comenzara a hacer teatro con los alumnos. En 1949, cuando se fundó la Escuela Municipal de Arte Dramático (luego Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático, EMAD), se presentó y fue aceptado. Allí estuvo a las órdenes de Margarita Xirgú, de quien no tenía el mejor de los recuerdos. “Gran actriz, con un temperamento impresionante”, dijo en 2009 en entrevista con el ciclo A escena con los maestros, del Instituto Nacional de Artes Escénicas. “Como profesora, de pronto era su método que yo no entendí, pero el destrato no me parece que sea un buen medio de enseñar algo a alguien”.

Más adelante, ingresó en el Club de Teatro, donde conoció a Claudio Solari, quien le dio “las primeras enseñanzas verdaderas, intensas” sobre la actuación, y donde descubrieron su faceta más histriónica. “Luego apareció el grupo de China Zorrilla, Taco Larreta y Enrique Guarnero en el Odeón, llamado TCM, Teatro de la Ciudad de Montevideo. Fue un grupo fantástico con el que hicimos funciones en Argentina”, recordó en esa misma entrevista.

Se trabajaba de martes a domingo, pero llegaría una invención que los obligaría a reinventarse. “Eso era antes de la televisión. Lamentablemente, [después] la gente en general prefirió quedarse en su casa. Había comprado el aparato y quería utilizarlo, sacarle provecho. Entonces menguó un poco la afluencia al teatro”. Sin embargo, “para los actores esa etapa fue muy interesante, en el hecho de que había un nuevo medio donde había mucho trabajo. Antes del tape, antes de esos enlatados, cuando se hacía en vivo, había muchísimo trabajo”.

Rubbo hizo ciclos de obras de teatro con talentos como Juan Jones o Estela Castro, hasta que llegó el fin de la televisión en vivo. “En lo personal tuve suerte, porque fui contratado por Telecataplum, que era uno de los pocos grupos que seguían funcionando, y estuve ahí 23 años. Una etapa muy entretenida y divertida, con algunos problemas de estrés, porque la televisión no es fácil. El teatro se ensaya mucho, pero la televisión se ensaya cada vez menos”.

Telecataplum fue “una escuela importante” con la que viajó como invitado cuando se presentaban en Buenos Aires, y luego comenzó a desarrollar una recordada galería de personajes, incluyendo el de la señorita Amanda, la maestra de la alumna que interpretaba Laura Sánchez. Y hubo una imitación que también quedó en la memoria de los uruguayos. “Imité a un señor que en estos momentos creo que la está pasando mal”, dijo en 2009. “Un señor, Goyo Álvarez, que me parece muy bien que esté... no debería decirlo, pero me parece muy bien que esté pagando sus culpas”.

“Un día me pongo unos bigotes y unas canas y digo: 'Parece el Goyo Álvarez'”, reveló. “Todavía estaba la dictadura, y Jorge Scheck (uno de Los Lobizones, junto a su hermano Daniel) era muy valiente. Y yo también, en último caso. Porque de pronto se abría una puerta y aparecía yo como Goyo Álvarez y decía 'Volveremos' y me cerraban la puerta en la cara. Había que animarse a hacer esas cosas”.

Su último papel en televisión había sido en la telenovela Porque te quiero así, emitida en Canal 10 entre 2010 y 2011. En 2011 también actuó en la Comedia Nacional, en la obra El inspector, dirigida por Jorge Denevi. En cine, su última participación llegó en 2021 con Ojos grises, de Santiago Ventura.

El oficio

Adhemar Rubbo ganó el Premio Florencio como mejor actor de reparto en 1972 por Cachiporra, obra de Teatro Uno dirigida por Alberto Restuccia. Daba mucha importancia a la disciplina del actor: “He actuado con hepatitis, hasta que ya no di más. O dejaba de actuar o moría. Era horrible, porque en el camarín estaba hecho un trapo, pero salía frente al público con todo”. “Quizás la gente piense que es muy divertido el oficio de actor y que lo pasamos bárbaro, de fiesta continua. No es así. Hay momentos muy lindos, muy divertidos, pero es una disciplina dura, muy dura. Que exige mucho sacrificio y sobre todo una gran entrega. Y tiene que ser así”.