Polinomio irresuelto de Berto Treponcio forma parte de un universo creado por Agustín Luque que funciona con sus propios parámetros lógicos, algo que quizá podamos encontrar ya en el título de la obra. El adjetivo “irresuelto” supone de antemano que un polinomio es algo que se puede “resolver”. Pero ¿tiene sentido esa expresión? Un polinomio, en el sentido más generalizado, es un tipo de expresión algebraica, como lo dice uno de los personajes de la obra. “En matemáticas, un polinomio [...] es una expresión algebraica constituida por una suma finita de productos entre variables [...] y constantes [...] o bien una sola variable. Las variables pueden tener exponentes de valores definidos naturales incluido el cero y cuyo valor máximo se conocerá como grado del polinomio”. Los polinomios se pueden sumar, restar y multiplicar, y también se pueden dividir (siempre que el divisor sea distinto del polinomio nulo) u ordenar. Podemos encontrar valores numéricos, y existen “funciones polinómicas”, en las que una fórmula algebraica relaciona los elementos del dominio con los del codominio. Pero no se resuelven los polinomios. Las que se resuelven son las ecuaciones, o sea, igualdades que a veces están conformadas por polinomios.

Lo que hacemos aquí no es señalar un error, al contrario, Luque es un autor que crea un universo densamente nutrido de signos que pertenecen al exterior de su mundo, pero que se relacionan entre sí con una lógica propia. Esto hace particularmente complejo pretender comprender ese universo si lo pensamos con la lógica del nuestro. Como ejemplo de esto podemos encontrar un parlamento como: “El polinomio se está complicando, él dice que no se puede nunca decir que uno más uno es dos”.

Recapitulemos: Polinomio irresuelto de Berto Treponcio es la segunda entrega de la Pareidólica pentalogía de fungi. La primera, ¡Evidentemente! O de la pedagogía del ser, fue presentada en 2019 en la sala dos del mismo teatro Stella en el que va esta segunda parte. La obra que vimos en 2019 abarcaba, según el autor, “mediante figuras metafóricas y situaciones gráficas, el desarrollo del proceso pedagógico que atraviesa el humano, desde mi visión, algo sarcástica y quizá cruda”. El autor de la pentalogía, “que tiene por común la aparición de los maniáticos vestidos de blanco”, es Josepe Antalino, personaje de ficción que es citado en el programa de mano de Polinomio irresuelto... El juego ficcional parece ir hacia atrás tendiendo al infinito, como la suma de 1+1 según los matemáticos de la obra.

Más allá del juego literario, hay una puesta teatral que redobla ese juego de pliegues. La obra comienza con el propio Luque haciendo de puente entre los dos universos con una verborrágica performance y ataviado con un traje del que cuelga el esqueleto de un murciélago. Ubicados en la platea, veremos que el murciélago parece ser un protagonista del universo de Polinomio, un murciélago del que se habla pero que no aparece. Si no fuera porque la pentalogía como tal se empezó a escribir bastante antes de que la pandemia de covid-19 nos hiciera rehenes de un ejército multinacional de “maniáticos vestidos de blanco”, la asociación sería inevitable. Pero más allá de referencias concretas, a Luque le interesa proponer un mundo totalmente controlado y monitoreado.

El escenario del Stella se viste con un fondo escenográfico que remite al expresionismo de hace un siglo (por momentos recordaba a El gabinete del doctor Caligari), pero también de objetos que se duplican en sus significados. Por ejemplo, una heladera o un escritorio de camarín que poseen sus propios telones teatrales, como señalando que la ficción también se desdobla en los dos espacios que quedan divididos por esos objetos. Los mundos dentro de Polinomio se comunican entre sí constantemente bajo lógicas no siempre fáciles de seguir, pero que cuestionan el fundamento mismo del pensamiento racional pidiendo a gritos ponerle un límite.

Si bien la locura del universo propuesto se amplía, el espectador siempre hace pie en el espectáculo merced a la absoluta seguridad del elenco. Con momentos de exasperación expresionista, las actuaciones son potentes; la convicción con la que realizan razonamientos incomprensibles desde nuestra perspectiva aporta grandes dosis de humor también (en realidad, no es tan ajeno a nuestra vida cotidiana escuchar razonamientos absurdos expresados con gran convicción). Debe haber mucho trabajo detrás de un espectáculo que propone diálogos que rompen con nuestra lógica pero en los que creemos sin dudar. Porque además, el desorden es parte de la propuesta, y ordenar el desorden es fundamental para que el espectáculo funcione, algo mucho más fácil de describir que de realizar. Valentina Borras, Ailín Curbelo y Julio Garay repiten su participación en esta segunda entrega, y al universo de Luque se suman Antonella Senra y Manuel Umpiérrez. El equipo de diseño compuesto por Catalina Peraza, Cecilia Parra, Tania Malzoni y Flor Guerra se complementa para crear un mundo teatral autorreferencial entre expresionista y surrealista (no se nos ocurre otra forma de calificar a la heladera que “surrealista”).

Es un desafío escribir sobre un espectáculo de estas características (¿cómo apelar a un tipo de estructura lógica para dar cuenta de otra que más bien la desafía?), pero sin dudas Polinomio irresuelto... es un espectáculo desafiante, provocador y estimulante. Ya quedamos expectantes ante la próxima entrega.

Polinomio irresuelto de Berto Treponcio. Texto y dirección de Agustín Luque. Teatro Stella (Mercedes y Tristán Narvaja). Funciones: 18, 25 y 26 de noviembre a las 21.00.