La situación tiene mucho en común con la uruguaya Tanta agua (2013, de Leticia Jorge y Ana Guevara): es el relato de una vacación veraniega, con una niña púber y su padre (con el que ya no vive, ya que se separó de la madre). Ambas películas comparten el componente de coming of age femenino en el que adivinamos elementos autobiográficos. El vínculo padre-hija tiene fundamento en un pasado común, pero hay que recomponerlo porque ya no se basa en la convivencia cotidiana. Hay cierta incomodidad en el aire, ya que ella está casi en la edad en que ya no querrá compartir la habitación de hotel con él, empieza a ganar una perspectiva crítica sobre algunas costumbres del padre, mientras que él sabe que para una chica de esa edad la convivencia con el papá ya no es lo más excitante para un momento de diversión.
Sin dejar de tener sus elementos de ternura y humor como Tanta agua, Aftersun tiene un fundamento más dramático y melancólico. Durante los créditos, escuchamos los ruidos que, quienes usamos una alguna vez, recordamos como el zoom de una camcorder. Las primeras imágenes son de video casero, en la habitación de hotel que Calum y Sophie, escoceses, comparten en lo que pronto identificaremos como un centro turístico en la Riviera turca. En menos de un minuto de video, se instala un asunto que va a tener mucho peso en la película: Sophie pregunta a Calum, que está por cumplir 31, qué pensaba él que sería de su vida cuando tenía 11, la edad de ella. Parecería que estamos visualizando el video directamente, pero si observamos bien, en las zonas claras de la imagen podemos distinguir una pálida silueta: se trata, asumimos, de Sophie, ya con 30 y pocos, reflejada en un monitor. Suponemos que ese rostro de mujer que aparece en breves destellos en distintos momentos y tiene un bebé es la Sophie adulta rememorando esa vacación y que, ayudada por el registro en video, a la luz de sus vivencias posteriores, puede entender y dimensionar cosas que no pudo captar cuando vivió aquellos momentos. Luego de ese prólogo en video, tenemos una transición en que discurren, a altísima velocidad y entre imágenes pixeladas, vislumbres de varias de las escenas que veremos luego en la película, alternadas con relampagueos de la luz estroboscópica de un baile que, por algún motivo, parece tener una significación especial.
Lo grueso de la película es una sucesión de escenas de esa vacación. No están estructuradas como una narrativa clara, sino como trozos de memoria, a veces privilegiando detalles sensoriales menores (el movimiento del agua en la superficie de una piscina barrosa), o recuerdos que por algún motivo quedaron marcados en la niña (los parapentes, la respiración de alguien que tiene el rostro cubierto por una toalla). El estilo mismo, muy llamativo, parece caprichoso: a veces el asunto principal del encuadre no es lo que está en foco, otras ocupa sólo la periferia del encuadre, los movimientos de la cámara pueden parecer erráticos, y en muchas ocasiones hay una curiosa combinación de zonas de color frío y cálido en una misma imagen.
Algunas escenas parecen insinuar que va a pasar algo, pero no ocurre nada, y un momento interesante se interrumpe y no deja consecuencia alguna. Hay un plano formidable hacia la mitad de la película, que es el momento en que se rodó el video del inicio: ahora lo vemos en el monitor que ocupa la mitad derecha del encuadre, mientras en el espejo que está a su izquierda distinguimos fragmentos reflejados de algunas de las acciones que la cámara está registrando desde otro punto de vista. Más adelante, cuando la cámara se apaga, el plano sigue y distinguimos la continuación de la escena simplemente reflejada en el monitor apagado. Ese tipo de tratamiento, elíptico y poético, contribuye a impregnar las escenas de sentidos inefables. La imagen de una foto polaroid de Sophie y Calum revelándose lentamente frente a nuestros ojos produce un efecto rarísimo: se va definiendo, pero la sensación es de algo que se desvanece, quizá porque entendemos que el momento vivido se va convirtiendo paulatinamente en recuerdo fijado, en pasado.
Durante buena parte del metraje puede parecer que estamos frente a un mero álbum de recuerdos, por cierto, filmado con mucho interés y captado en forma vívida. De pronto, empiezan a acumularse evidencias de algo que va más allá de la situación descripta arriba: Calum parece tener una tendencia depresiva, no tiene mucha plata, está viviendo un momento de crisis. Dado que el tratamiento de la película deja la impresión muchas veces de que va a suceder algo más drástico, que nunca llega a ocurrir o que nunca llegamos a ver, hay una insinuación perturbadora cuando Calum entra en el mar en la noche y no lo vemos regresar, mientras el ruido de las olas crece en la mezcla hasta convertirse en un rugido amedrentador. La cronología de los eventos no es totalmente lineal y nunca sabremos realmente qué ocurrió. Parece haber algo triste en esa vacación recordada un par de décadas después por una Sophie que tiene la edad que su padre tenía entonces, y que ahora es madre. Quizá sea la simple nostalgia del tiempo pasado y la inocencia perdida, quizá el recuerdo de una cercanía que ya no se da, quizá algo peor.
La soltura con que Sophie le cuenta a Calum sobre su primer beso con un muchacho sugiere un vínculo de confianza y apertura. La manera en que él responde al relato refuerza esa sensación. Hay un momento especialmente punzante en que él le dice que ella siempre le podrá contar todo lo que siente, todo lo que le pasa. Debe ser muy lindo para una niña tener esa sensación de realmente poder hablar con su padre, pero nos preguntamos si esa oportunidad de charlar en una instancia que entonces era futura se habrá concretado en ese lapso que ahora es pasado.
Los dos actores contribuyen a la hondura muy especial de esta película que, a partir de un hecho tan pequeño y relatado de una manera buscadamente imprecisa, nos trae esa melancólica constatación del ciclo vital, de que con cada cosa que vamos ganando en la vida estamos dejando otras atrás, y la tristeza que puede suscitar una persona que nos llenó de amor pero que fue incapaz ella misma de encontrar la felicidad que le desearíamos.
Aftersun. Dirigida por Charlotte Wells. Reino Unido / Estados Unidos, 2022. Con Frankie Corio, Paul Mescal, Celia Rowlson-Hall. Cinemateca, Life 21, Alfabeta.