Muchos en Uruguay le seguían diciendo Pierino porque lo habían conocido en 1950, cuando con apenas 14 años se plantó batuta en mano ante el público del teatro Solís, en Montevideo. Pero el joven prodigio ya era, por entonces, un director bastante curtido: su primera aparición pública había sido cinco años antes, cuando se atrevió a dirigir un ensayo de la Orquesta de la Ópera de Roma, su ciudad natal, en la ejecución de la Quinta Sinfonía de Beethoven. A ese debut precoz le siguió una vida de giras por el mundo y la dirección de orquestas en lugares tan distantes entre sí como Canadá, Australia y Uruguay.

Estuvo al frente de la Orquesta Sinfónica del Sodre (Ossodre) entre 1994 y 1995 y entre 2001 y 2004, y volvió a dirigirla en 2017 en una recordada gala en el Teatro de Verano. El año anterior había celebrado sus 70 años en el Auditorio Adela Reta dirigiendo a la Orquesta de la Asociación Uruguaya de Músicos (Audem). Ambas orquestas, la del Sodre y la de Audem, lo distinguieron nombrándolo director ad honorem. Decía que a pesar de haber recorrido tantos países y de haber dirigido centenares de conciertos, sólo en Uruguay lo habían honrado entregándole un pasaporte. Fue un gesto del presidente Luis Batlle Berres, la primera vez que el joven maestro estuvo en el país.

La enorme fama que tuvo como niño prodigio no lo acompañó en su carrera como adulto, pero llegó a grabar con figuras como el tenor Luciano Pavarotti, el violinista Ruggiero Ricci y los pianistas Daniel Baremboim y Arthur Rubinstein, además de artistas populares como Harry Belafonte.

Su fallecimiento fue anunciado por la familia en Nueva York, y el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay lo despidió a través de su cuenta de Twitter.