El Festival de Cine Europeo está organizado por el Instituto Goethe, el Institut Français y Cineuropa, y auspiciado por la Unión Europea. Este año se realiza en el Movie Punta Carretas y se extiende hasta el miércoles 25 inclusive. Se exhibirán 16 películas oriundas de 19 países, incluyendo algunos sobre los cuales la mayoría tenemos muy poco conocimiento, como Malta o Lituania.
La selección representa un amplio abanico de procedencias que contribuye a generar un sentido de lo europeo, asociándolo con los valores enumerados en la viñeta de presentación: democracia, libertad, fraternidad, cultura, derechos, diálogo, diversidad y solidaridad. La muestra funciona también como ventana para promocionar un conjunto de películas que, probablemente, no llegarán por otras vías a las salas comerciales. No se espere nada así como “lo mejor del cine europeo del último trienio”. No hay ningún autor cuyo nombre venda por sí mismo. Algunos de los actores tienen una cierta trayectoria internacional, como la francesa Emmanuelle Devos o las españolas Emma Suárez y Natalia de Molina.
Ninguno de estos títulos participó en los festivales estrella (Cannes, Venecia o Berlín), pero todos estuvieron en festivales significativos y ganaron algún premio que otro. Aurora arrasó en los premios Jussi (el Oscar finlandés), reconocida por mejor película, mejor dirección, mejores actrices principal y secundaria, mejor actor secundario, mejor guion y mejor vestuario, entre un total de 14 nominaciones. Jesmark Scicluna ganó un premio en Sundance por la mejor actuación por Luzzu. Hay mucha cosa creativa y original entre las siete películas que pude ver, pero son todas asimilables para un espectador habituado al cine-arte, sin desafíos estéticos radicales.
Comento lo que vi, en orden de preferencia (lo mejor primero). En estos últimos tres días de festival hay chance de ver la mayoría de estos títulos y varios otros. Hay cuponeras para cinco películas a un precio baratísimo, y son una oportunidad de encontrarse con un cine distinto y con un variado panorama de realidades, paisajes, idiomas y estéticas.
Luzzu (Alex Camilleri, Malta)
El luzzu es el tipo de embarcación tradicional de los pescadores malteses. El de Jesmark fue usado por su padre, su abuelo y su bisabuelo, por lo menos. Dado que los pescadores de la película son pescadores de verdad, hay mucho de documental observacional en las escenas que nos ilustran varias de las técnicas y procedimientos de ese tipo de pesca artesanal, del mercado, de los vínculos entre los pescadores y de las dificultades de una práctica que tiende a desaparecer, frente a la competencia de la pesca industrial y otros problemas ecológicos.
Cuando el luzzu requiere reparación y el hijito de Jesmark necesita un tratamiento de salud cuyo costo excede los parcos ingresos de la familia, el pescador tiene que ceder en varios de sus principios y aceptar trabajo en el turbio negocio del comercio pesquero. La actuación de Jesmark Scicluna es formidable. La música flotante acentúa lo poético de algunos momentos, como cuando el cura bendice los barcos y vemos distintos pescadores persignándose, o en la secuencia, cerca del final, en que vemos los distintos ojos esculpidos y pintados al frente de los luzzu que se están por destruir, reforzando la triste reflexión sobre una tradición en extinción y la punzante situación de quienes viven esa tradición y se ven forzados a dejarla ir para poder seguir viviendo. La cámara en mano es muy ágil y capta a los personajes bien de cerca, como si se empeñara en tomarlos desde adentro, desde el alma. Las imágenes nocturnas son muy bellas y el final, semiabierto, es pasible de varias interpretaciones. (Hoy a las 17.20).
Aurora (Miia Tervo, Finlandia) Es una comedia romántica con todas las de la ley: muchacha y muchacho se conocen y se llevan mal, luego se convierten en compinches. Cuando se dan cuenta de que se gustan más que como meros amigos, pasa algo que estropea todo. Apartados, se dan cuenta de que no pueden vivir el uno sin el otro, pero quizá sea demasiado tarde ‒suspenso, y adivinen el final‒. La banda musical está plagada de canciones pop. Cuando una fórmula es rica, como es el caso de la tan querible comedia romántica, siempre hay margen para la originalidad en el marco del esquema genérico. Por el costado más superficial, está el hecho de que es una película finlandesa, con su paisaje helado y pintoresquísmo (la cultura del sauna, el alcoholismo, la tentación de la migración a Noruega). Está también el señalamiento (una constante también en el cine de Aki Kaurismäki) de que la mentada actitud finlandesa de solidaridad y tolerancia no es sino una pátina tras la cual tenemos una red de prejuicios y comodidad.
Darián es un inmigrante iraní que intenta obtener la residencia, y aunque nadie se manifiesta hostil con él, todo el tiempo se banca que le hagan comentarios compungidos sobre la guerra en su país (que no está en guerra), que confundan Irán con Iraq y que le aclaren, pedagógicamente, que aquí las mujeres tienen derechos (como si Irán fuera la selva). En cuanto a Aurora, su vida es un bardo: padre alcohólico, ella misma bebe demasiado y hace desastres, le dieron el desalojo y ya no tiene casa. La realización es súper stylish, con sus sutiles movimientos de cámara, colores de luces de neón, fondos flu, cámaras lentas, luz nórdica, contraluces, un montaje lleno de picardías. Es muy linda de ver. El guion hábil define varios personajes y, además del vínculo muy curioso entre Aurora y Darián, se tejen otros que también son interesantes y graciosos (el de Aurora y su padre, y con la señora medio senil que le toca cuidar, el de Darián con su hija y con el amigo afro-finlandés Juha).
El último baño (David Bonneville, Portugal)
Este drama excéntrico cuenta la historia de una casi monja que, poco antes de hacer los votos definitivos, tiene que apartarse del convento para asumir la responsabilidad por un sobrino quinceañero que quedó solo en el mundo. De a poco, la vocación de cuidar y servir se combina con una cierta adicción posesiva, y a su vez se mezcla con atracción sexual. Hay imágenes particularmente perversas, como la de Josefina totalmente desnuda con el cilicio en uno de sus muslos. El retrato de Alexandre, el adolescente, es extraño. Por un lado, lo vemos con los amigos y la noviecita, totalmente normal para un pibe de su edad. Sin embargo, en otras escenas y actitudes, es como si tuviera diez y no 15 (“¡Tía, comprame estos championes! ¡Dale, tía, ¿me los comprás?”). Josefina lo baña (¡!), él totalmente desnudo, ella pasándole la esponja enjabonada. Salvo que los adolescentes del interior de Portugal sean efectivamente así, esa caracterización infantilizada parece ser un artificio forzado para generar algunos de los efectos previstos en el guion. (Miércoles a las 15.00).
Invisible (Ignas Jonynas, Lituania)
Es uno de esos thrillers europeos esteticistas. La historia no es nada complicada, pero la manera enigmática de presentarla nos obliga a empeñar esfuerzos en descifrar la película en sí misma y a trasladar nuestra atención hacia la belleza visual y hacia la atmósfera ‒que involucra a un taxidermista ciego, a un bailarín de danza contemporánea que se hace pasar por ciego, a un asesino que convive con curas, a un bosque con venados‒. Es una historia de venganza con cierto aire de tragedia y destino trabajado con distancia (elementos característicos de ese tipo de thrillers). Las imágenes son preciosas, probablemente el visual más alucinante de este festival. Es increíble el plano en que Jonas muestra su modalidad de baile al director del programa televisivo: como el encuadre es más o menos cerrado, cuando empieza a bailar vemos tan sólo retazos de sus movimientos, al borde del encuadre y fuera de foco. Las escenas de baile son muy bellas e insinúan la evidente tensión sexual entre Jonas y Saulé. Preciosa la música de Toms Aunins.
Una ventana al mar (Miguel Ángel Jiménez, España / Grecia)
Este drama amable combina dos esquemas genéricos. Uno son las películas sobre mujeres veteranas y solas que deciden vivir la vida, se van de viaje a algún lugar muy bonito y tienen una historia con un hombre muy viril, atento y protector. El otro es el del personaje desahuciado que debe decidir qué hacer con los últimos días de su vida. La española (vasca) María, con un cáncer incurable, se va a la isla griega Nisyros, donde tiene un romance decisivo con un rústico pero cariñoso piloto de barco. La película sirve como turismo virtual por Bilbao y Nisyros. El estilo visual es muy bonito. Emma Suárez y Akilas Karazisis están formidables en los roles principales. Los diálogos son medio elementales, los actores secundarios no son tan buenos como los protagónicos y la resolución es un poco forzada, en tren de confinar la película en un marco de optimismo y pensamiento positivo.
Ökozid (Andres Veiel, Alemania)
Estamos en 2034 y el cambio climático produjo desastres a escala global. Una coalición de 31 países del tercer mundo, especialmente afectados, hace un juicio en la Corte Internacional de Justicia contra Alemania por no haber implementado, décadas antes, las medidas para contener la emisión de gases nocivos. La película consiste en los debates entre acusación y defensa, los testimonios, los diálogos entre los jueces y los de los abogados con sus clientes. Más allá de algunas evocaciones conceptualmente infantiles sobre “el respeto por la naturaleza”, esta es de esas películas bien europeas en las que los asuntos realmente se discuten, es decir, cada parte fundamenta sus puntos de vista de una manera racional y difícil de rebatir, y los argumentos son apreciados en cuanto argumentos y no como golpes de efecto retóricos. Las discusiones refieren a aspectos jurídicos, morales, científicos, administrativos. Lo más curioso de la película es que uno de los personajes es Angela Merkel, interpretada por una actriz y con apariencia de tener 14 años más de los que tenía cuando la película fue rodada (2020). No es propiamente una obra entretenida, pero funciona como un diálogo socrático filmado. (Martes a las 15.05).
El profe entre rejas (Arman T Riahi, Austria)
Un profesor asume un puesto en el programa educativo de una cárcel y tiene que enfrentar el triple obstáculo de la agresividad de los alumnos, la falta de sensibilidad de las autoridades carcelarias y su poco entendimiento con la otra profesora titular. Se abordan muchas cuestiones sociales relevantes: género, marginalidad, inmigración, educación, corrección penal. Como es de hábito en el esquema Blackboard Jungle de esta historia, los alumnos y profesores conforman un abanico de dramas personales que, en este caso, están llevados de una manera medio forzada. La intrigante escena del inicio genera cierto misterio, pero luego, cuando se reitera en un momento que debería ser esclarecedor, no agrega nada. Todos los problemas están basados en actitudes estúpidas, silencios sin sentido y enigmas con poca gracia. (Martes a las 22.00).