“Esa noche no dormimos. Me recuerdo caminando con el Flaco Castro (Juceca) por Soriano, por Yí. Nos habíamos quedado sin padre”. La actriz Nidia Telles habla del 9 de octubre de 1967. En aquellos días interpretaba a Varia en El jardín de los cerezos, de Antón Chéjov.
La casa y la familia que se venían abajo en cada función quedaron en su memoria justo detrás de la noticia de la muerte del Che Guevara: “De alguna forma, era el final de mucho de lo que habíamos soñado”, cuenta, sentada en un sillón de su casa, rodeada de libros y revistas de arte, fotografía y música, resguardada ante las posibles consecuencias del anunciado temporal de este otoño.
“Soy una francesa frustrada”, dice medio en chiste, para reconocer su gusto por los artistas del país galo. No ha dejado de estudiar y de buscar algo que a veces define como “locura”, o un tipo de energía creativa que le cuesta encontrar con facilidad y que florecía en los tempranos 60, cuando comenzó su carrera actoral en la escuela de teatro de El Galpón.
Experimentó esa creatividad con Bebe Cerminara, con quien hizo un espectáculo que mezclaba actuación y la música de jazz del Hot Club: “Me divertía mucho con él. Éramos como carne y uña”.
Y también con Taco Larreta, amigo de noches en el bar del hotel Balmoral o en la casa del actor, escritor y crítico: “En su dormitorio tenía un póster enorme de la película Gritos y susurros (1972), de Ingmar Bergman, con las tres hermanas vestidas de blanco en un jardín. Era una imagen hermosísima. Cada vez que pasaba por la puerta de ese cuarto pensaba ‘qué ganas de tirarme en tu cama para mirar esa foto’”.
De muy niña sus padres la llevaban mucho al teatro. Su madre, por ejemplo, la iba a buscar a la escuela Francia y ella llegaba vestida de túnica a las funciones de los “martes populares” de la Comedia Nacional.
“Del teatro no vas a vivir, tenés que estudiar algo más”, le advirtieron en El Galpón. No se fue tan lejos; la literatura también le gustaba y se dispuso a probar con el profesorado de Idioma Español. “Las clases de [Carlos] Real de Azúa eran de dos horas, pero si se entusiasmaba podían durar cuatro y terminar a las diez de la noche, o más tarde. Era un profesor que abría la cabeza”, recuerda de su paso por el Instituto de Profesores Artigas. “Otra gran experiencia la tuve con Guido Castillo. Sus clases sobre El Quijote eran brillantes”.
Ya recibida, dio clases en liceos del Cerro, Prado, Aguada, Unión y Carrasco. Un día la llamaron del Circular para un toro (en la jerga teatral, salir a escena sin ensayo, por la ausencia de otro actor) y luego se unió a esa compañía de teatro, con la que inició una extensa carrera profesional, acompañada de un sinfín de distinciones y premios en nuestro país y en el extranjero.
Hizo, además, televisión y cine. Fue Rebecca en Mr. Kaplan (2014) y Rosa en La noche de doce años (2018), ambos films dirigidos por Álvaro Brechner.
Trabajó junto con Alberto Candeau en recordados radioteatros de la AM Sarandí. En los años de dictadura, con Luis Puenzo, en Buenos Aires, actuó en incontables avisos comerciales.
Su periodista, su Madame
La historia sobre esta obra comienza con un malentendido y un libreto que se perdió en el camino. Un día, en Polonia, destino al que había llegado para ver una muestra de teatro, la sociedad de actores polacos le pidió que se entrevistara con una escritora que Telles no conocía. En alguna carta o documento estaba escrito que la uruguaya era un experta monologuista, aunque sólo había hecho dos monólogos hasta esa fecha, y de golpe, a las diez de la mañana siguiente, se encontró en la puerta del domicilio de Mira Michalowska: “Era una casa llena de libros. ‘¿Así que usted hace monólogos?’, me dice. Logramos hablar en francés y me contó que tenía dos guiones. Uno era sobre Gertrude Stein y el otro sobre Madame Curie. La mujer no podía creer que una india como yo conociera la obra de Gertrude; le dije que ese era el que más me interesaba. El primer guion lo perdí. Cuando volví a Uruguay pedí que me lo volvieran a mandar, pero por alguna razón nunca llegó; se perdió en el camino. Así que dije ‘voy a ver qué pasa con Madame Curie’”.
Estrenó la obra en 1996, con la dirección de Jorge Curi, que ni bien leyó el montón de hojas le dijo a la actriz que necesitaban un lugar no convencional para poner en escena este relato, la historia de una periodista estadounidense, Marie Mattingly Meloney, que sigue la carrera de la científica de origen polaco Marie Curie hasta entablar con ella un vínculo de amistad.
“Ensayábamos en mi casa o en la de él [Curi], que está llena de recovecos. Yo caminaba todo el tiempo con el libreto en la mano. Un día me dijo ‘¿sabés que eso me gustó?’, ‘a mí también’, le dije. ‘Me gusta cuando te perdés y estás del otro lado de la pared’, siguió. Ahí empezó la idea de lo trashumante, del caminar”, cuenta sobre cómo apareció esta puesta en escena desafiante –para la actriz y para el público– y original, y con dos personajes, en vez de uno, como estaba escrito en las páginas de Michalowska.
“En algunas escenas me detengo y me apoyo en los ojos de alguien, me quedo un rato en esa mirada, pero sé que enseguida debo salir de ese lugar porque me puedo emocionar. Tenés que medir muy bien hasta dónde vas. Eso es lo lindo de la actuación”.
Madame Curie. De Mira Michalowska. Dirección de Jorge Curi. Domingos 22 y 29 de mayo a las 17.00. Teatro Alianza (Paraguay 1217), sala dos. Precio de las entradas: $ 550 (2 x $ 900), en Tickantel y boletería de la sala.