Mientras espero que la obra comience pienso en ese momento incierto, como una antesala. Los espectadores nos enfrentamos a un espacio cargado de signos y de expectativas que genera cierta ansiedad no explicitada. El punto de inicio se vive, por lo tanto, como un impacto vertiginoso del que salimos rápidamente. A partir de ahí se configura un universo de sentidos que el público intentará armar en su imaginario. Existen, entonces, la obra que está sucediendo en escena y la que se desenvuelve en el pensamiento de cada espectador, que teje conceptos.

El comienzo abrupto nos enfrenta a una trama que aparentemente no tiene mayores complejidades. De todos modos, es cierto que en algún momento surge la duda de qué es eso que estamos viendo. Luego comprenderemos que no teníamos la menor idea; descubriremos que todo ese entramado que podíamos suponer al comienzo se desarticula gracias a la desconcertante dramaturgia de Vachi Gutiérrez.

La puesta, en un principio, se presenta como naturalista. Vemos un apartamento en algún lugar alejado del mundo, elegido como el espacio ideal para un encuentro romántico. Sin embargo, este no será posible porque una de las partes, debido a las inclemencias del tiempo, no llega a la cita.

Alicia está sola en ese lugar, que pasó de ser el sueño de la luna de miel a una improbable experiencia que terminará por cambiar su vida, cuando llega Juana, un personaje desconocido y extraño. Las dos se descubren atrapadas en ese espacio. El clima exterior juega, entonces, un papel central en la pieza, no tanto por lo que podría ser el paralelismo psicocósmico con lo que sucede en escena, sino porque provoca el encuentro forzado entre ellas –dos personajes que no tienen nada que ver entre sí– y las obliga a compartir ese lugar como refugio. Allí van surgiendo sus relatos, vinculados a las vivencias que han sufrido. Sus historias empiezan a transformar el clima de la obra, que pasa por todos los estados imaginables mientras cada una va descubriendo sus capas internas para terminar mostrándose en un inmenso desamparo. La dramaturgia propone una mirada reflexiva a esas roturas íntimas de las mujeres, solas frente a la construcción de una red que llega como recurso indispensable de salvación y evidencia de que todo es posible si lo hacemos juntas.

La obra, al compás de la tormenta, se va intensificando hasta el punto de borrar todo naturalismo y convertirse en un drama surrealista con descollantes momentos de humor. Ese proceso podría pensarse como gradual, pero no: cae ante nosotros de repente, como un rayo, y define el conflicto que se instala hasta volverse el nudo central de la pieza. Surge así la trama de la historia de dos mujeres que van a vivir la experiencia de nacer en distintos sentidos. Es interesante observar el juego escénico que lleva la atención del espectador a las diversas situaciones, pasando de la tensión a la distensión, preparando el terreno para lo que de verdad debe pasar. La puesta es excelente y logra una sincronía perfecta, que es fundamental para el clima. Por otra parte, integra muy bien la cuestión tecnológica con las actrices.

El texto pretende ser simple, pero no lo es. Mientras se centra en el encuentro de ambos personajes para contarnos lo que les sucede, va dibujando en distintas líneas textuales las historias de ellas, que traen consigo las de sus madres y las de tantas mujeres. Estamos allí y nos vemos en esa red que va descubriendo los hilos que nos conectan para crear el relato de la importancia de ser tribu.

Si bien el texto juega con una paleta de posibilidades teatrales que va del grotesco al drama, el éxito es posible por las actuaciones de dos actrices irreverentes, incansables, capaces, en escena, de todo lo necesario para atrapar al espectador. Verlas desplegar todo su histrionismo en una variedad de áreas estéticas es revivificante. La dupla constituida por Marisa Bentancur y Dahiana Méndez nos hace atravesar todas las emociones posibles.

Refugio. De Vachi Gutiérrez. Dirección de Ramiro Perdomo. Con Marisa Bentancur y Dahiana Méndez. Sala 2 de Teatro Circular (Av. Rondeau 1388). Sábados a las 21.00 y domingos a las 19.30.