Algunas transformaciones comienzan con un capullo. La fuerza de la vida empuja desde dentro hacia fuera, en un proceso de mutación. Cuando esto le sucede a una persona, la envoltura puede ser la manifestación de un dolor insostenible que lo cambia todo.
En este caso, la obra nos presenta a una mujer al límite de su capacidad de ser, con todas sus roturas expuestas. Dividida, convertida en una multiplicidad de posibilidades de sí misma.
La propuesta de la dramaturgia plantea la cuestión de las redes sociales como un territorio en el que el intercambio y las opiniones allí vertidas impactan de lleno, con obvias consecuencias, en la autopercepción de las personas. Si la construcción subjetiva del individuo se entreteje en la tensión entre lo que otros ven y lo que él cree que ve, en la obra el entramado se vuelve más interesante aún, porque el personaje, en medio de ese dilema, se descompone en distintas partes que provienen de su universo más íntimo. Es entonces cuando el tema de esas redes sociales aparece como el marco de un contenido complejo, que desemboca, como efecto rebote, en los aspectos más ricos de las emociones humanas.
La escena se articula de manera tal que nos revela las diversas facetas del personaje. Cada una tiene sus particularidades, sus propias voces que saben jugar con la singularidad en la que se encuentra el personaje según la situación dada. ¿Cuántas formas de ser pueden habitar un solo cuerpo? Esa unidad sólida que aparenta en la interacción social puede desdibujarse según las circunstancias de vida, y entonces surgen otras posibilidades, otros estados que no siempre son reconocidos como propios. La obra instala la idea de que estamos hechos de capas que han quedado atrapadas, reducidas a voces internas silenciadas, como un recurso de subsistencia social.
Charlo examina en su dramaturgia esas múltiples formas de existir en un solo cuerpo. Despliega en la escena, como una paleta de colores, todo lo que somos en potencia. Nos recuerda que esa estructura que mostramos como nuestra identidad es sólo una de muchas otras que están dentro, ocultas como en un capullo.
Sobre la puesta debemos destacar como un logro la simplicidad con la que una cama –que define el dormitorio– como único elemento resuelve todo el juego de la acción, lo que permite resaltar, además, varios niveles estéticos de las escenas. El centro del despliegue está definido por un personaje: Crisálida, representado por cuatro actrices y una música en escena. Ellas articulan las voces de acuerdo a una percepción del mundo que cada una sostiene, de manera distinta, según sus características específicas. Así se vuelven visibles los pliegues internos de Crisálida, para que el público sea testigo de la interacción de todos sus estados, como en una especie de psicoanálisis teatral en el que el paciente se desarma, en este caso, frente al espectador.
La obra alcanza altos registros de belleza porque las cinco mujeres que la interpretan logran una impecable sintonía entre ellas. El juego escénico es intenso, definido por su gran capacidad de entrega, que impacta de lleno en el público. Todas están bien, todas emocionan en determinados momentos. Aunque es difícil hacerlo, debo destacar el trabajo de Sara Bessio, que impregna a su personaje con un equilibrio sutil entre el peso y el aire. Su juego es delicado y poderoso a la vez. Será necesario ver mucho más Bessio en el teatro nacional.
El trabajo de Sara de los Santos es descomunal. Logra sostener un nivel alto de tensión en su personaje, que es el cuerpo en el que aterrizan todos los conflictos reales, porque ella es Crisálida.
Qué decir de una Adriana do Reis siempre impecable. Ella tiene todos los recursos teatrales que necesita para atrapar al espectador.
El tema de la obra no es lo más importante: como en las artes en general, se nos presenta un ser humano revolviendo su conflicto. Lo que nos emociona en este caso, además de las actuaciones, es una cierta poética, con buenos tintes de humor, a través de la cual se expone una idea que puede quedar abierta, como en puntos suspensivos hacia la reflexión.
Crisálida (Un efecto mariposa). Texto y dirección de Fabiana Charlo. Con Sara de los Santos, Sara Bessio, Adriana do Reis, Alejandra Aceredo, Giuliana Delfino (música en escena). Teatro El Galpón - sala Atahualpa. Sábados a las 20.30 y domingos a las 19.00.