El jueves se estrena en Cinemateca y Sala B del Sodre la tercera película de esta tetralogía en que las directoras Gabriela Guillermo e Irina Raffo vienen trabajando arduamente y de la que ya se conocieron Historia de verano (2020) e Historia de otoño (2021). Esta vez la propuesta es distinta y viene cargada de tiempo, amistad y despedidas, y marcada por un fuerte duelo que las directoras logran transformar en vida.
En breves palabras, la película es una propuesta poética que entrelaza las filmografías de Gabriela y André S Labarthe. Además de tener una extensísima obra como cineasta, escritor, crítico, productor y actor, Labarthe fue el maestro de Gabriela cuando ella decidió, en los 90, dejarlo todo para ir a estudiar cine a París.
Cuando llegó, cuenta, con la plata justa para vivir un mes, descubrió un curso llamado El cine: el arte del delito flagrante, y allí conoció a Labarthe, que era quien lo dictaba en el anfiteatro Gilles Deleuze, siempre con un sombrero y un cigarro prendido. “No era como estar en una clase, era estar frente a alguien que ocupa el tiempo de la reflexión, un pensador”, aclara Gabriela. Luego de varios cursos con él, le pidió que fuera el tutor de su primera película, El regalo (1999), filmada en Uruguay. La tutoría consistió en un breve y clave mensaje: “Hacela”, dijo Labarthe, y desde allí todo, para ella, es fuerza.
Según cuentan las directoras, la idea original era filmar una película con Labarthe en el París invernal, con él como actor principal, idea que él aceptó de manera muy generosa y receptiva, “como era siempre con sus alumnos y pares”. Sin embargo, al llegar a París encontraron a Labarthe muy enfermo y lograron grabar únicamente su voz. Sería la última entrevista que él daría. “Para serte sincera, más allá de la película, mi intención era ir a despedirme”, cuenta Gabriela a la diaria.
Irina, por su parte, dice que fue testigo cercano de una situación muy dolorosa emocionalmente, pero que filmar con Gabriela se le hace una experiencia muy orgánica. “Entendiendo que estos son mis primeros pasos como cineasta, Gabriela me dio ese empujón de ir a filmar con total libertad, lo cual para mí fue una sorpresa y un alivio”.
Durante el rodaje, dicen, estaban en estado de espera, así que se dedicaron a filmar París. Irina describe su actitud frente a la cámara como la de una estatua atenta que se para a ver qué es lo que sucede. Hablan de que lo interesante es que Labarthe enseña que las tres dimensiones del cine son el espacio, el tiempo y el azar. Gabriela lo aprendió de él, e Irina, de ella. Hoy saben que hay muchas maneras de hacer cine, y que una intención demasiado clara angosta la realidad. Diluir esa intención remueve el campo de la experimentación, y es allí donde surge lo real.
La forma de esta película termina de surgir en el montaje, luego de la incorporación de Guillermo Madeiro, que les propone desechar el primer corte y empezar todo de nuevo. Las directoras se dan cuenta entonces de que hasta el momento tenían un documental cronológico sobre un duelo, que no daba como resultado una película. Entonces se ponen a visionar material hasta encontrar los puntos que conectan las filmografías de Labarthe y Gabriela. Muchas de las cosas que sucedieron en ese trayecto fueron milagros, y según recuerda Gabriela, así definía Labarthe el cine: como el arte del milagro.
Previo al estreno de Historia de invierno, Cinemateca exhibió una retrospectiva –la primera– de la obra de Labarthe, una idea que Gabriela tenía desde 1997 y que ahora fue posible en el marco de un proyecto de investigación académica financiada por la Comisión Sectorial de Investigación Científica, el primer proyecto de investigación de cine y filosofía de la licenciatura de medios audiovisuales de la facultad instalada en Playa Hermosa. Las directoras creen que la obra del francés es de un gran eclecticismo, que tuvo un modo muy singular de hacer cine. Hoy, cuando se tiende a formatear todos los contenidos, estas películas son una propuesta de liberación total, de romper con las cosas y mostrar que el cine se puede hacer de muchas formas.
Para Irina, Historia de invierno es claramente una película de amor por el cine, una reverencia al universo cinematográfico y a la poética del cine. Y es también un gesto de amor de Gabriela hacia alguien que determinó su vida, que fue un maestro.
Para Gabriela, por su parte, Historia de invierno es la película de un agradecimiento profundo. “Con lo difícil que es hacer cine, tener un maestro que te dé la fuerza es fundamental. Que alguien te diga ‘confío en que lo vas a hacer porque te conozco, hacelo’. Es eso”.
En esta nueva entrega –en todos los sentidos de la palabra– de las directoras, emergen muchas cosas: retrospectiva, revisión propia y construcción de significantes al mejor estilo Godard. El resultado es una pieza auténtica en la que dolor y amor se transforman en un solo grito. Dejar ir al maestro de la mejor manera posible, asimilándolo. Como dice Gabriela, vuelve al cine casi como un médium para poder hacer ver lo que está ocurriendo. Entonces, gracias, Labarthe, llegás en el momento justo. Bienvenido a Uruguay.