De mañana parecía que iba a llover, pero son las 17.25 y el cielo está totalmente despejado. En el club Ossolana se prepara una murga. Los trajes de la presentación y la retirada, violáceos, holográficos, descansan cada uno en una silla; ya funcionan tres estaciones de maquillaje y una de peinado alrededor de mesas de plástico rojo repletas de pinturas, peines, brillos, gomitas, ondulines. Aún es temprano.
Esta noche Gente Grande debuta en el Concurso Oficial de Carnaval con su espectáculo Síganme para más consejos. El conjunto tiene diez años de trayectoria en Murga Joven (con el nombre La Catinguda), pero este año decidió dar la prueba de admisión.
Lucía da Silva, bombista, cuenta que fue Sofía Zanolli (letrista, prima) la que empezó a tantear al grupo en febrero del año pasado para ver qué pensaban de la idea de dar la prueba. “La murga quería arriesgarse a nuevos escenarios, era uno de los deseos que salían en las asambleas de fin de año”, así que se lanzaron a preparar el espectáculo para participar en el concurso.
“Empezamos a ensayar dos veces por semana, después cuatro. Para la prueba fuimos de lunes a viernes y después de pasar ensayamos de lunes a lunes”, relata Lucía. “La bata se juntaba aparte, letras se juntaba todos los días. Mucho laburo. Es una murga que tiene mucho laburo de gente de afuera; para trajes y vestuario nos están ayudando amigues, familia, parejas que vienen y meten jornadas, y por eso también pudimos subir”.
También tuvieron que juntar fondos, porque dar una prueba de admisión no es barato. “Hicimos festis que estuvieron muy bien, festis a los que no fue nadie, rifas, sorrentinos, todas las formas posibles de una murga para hacer plata”, recuerda la bombista de la murga.
Llega al club Estefanía Mannise, integrante de la batería, con un bombo, un redoblante y unos platos. “Tenemos una batería extra por las dudas”, cuenta Lucía, “hace poco se me rompió una maza en la presenta, toqué con la parte de atrás hasta que me dieron otra en la retirada. Ahora subo siempre con una maza más”.
Las maquilladoras (Lucciana Ortelli, Valentina del Zotto y Alina Kramarenko) y la encargada de los peinados (Cecilia del Zotto) siguen trabajando sin pausa. Hay varios niños en el club. Una es Lía, que tiene su propia mesa de maquillaje y se prueba diferentes diseños. Me pinta un corazón violeta en la cara y le pone dos brillitos mientras me cuenta que fue a muchos ensayos y no tiene parte favorita del espectáculo: le encanta todo.
En este rato ha llegado más gente. Joaquín de León, el Mago, viene con un truco para sacarse las camperas (que son reversibles) y dejárselas dadas vuelta sobre los hombros, que genera intriga entre sus compañeras y compañeros. Se arma una ronda a su alrededor y él comienza la demostración: hay que soltarla hacia atrás para que las mangas se vayan dando vuelta, agarrarla de los puños y cinchar hacia arriba. Comienzan las pruebas. El pique es un éxito y festejan.
En otra mesa roja de plástico Lucía Farías pega una tira plateada sobre un gorro y los ajusta con polifón para que no se muevan demasiado hacia los costados y se caigan. A pocos metros de ella, Julia Magnone, realizadora de vestuario, ajusta los toques finales: quema hilos, repasa dobladillos con la máquina de coser. “El tiempo entre la prueba de admisión y que arranca carnaval es re corto, estamos todas alerta para activar”, relata. Por eso, sobre las horas que le han dedicado a las tareas comenta: “'No hay tiempo, no hay hora, no hay reloj', dijo Cabrera y aplica para esto”. Además, el vestuario requiere mantenimiento a lo largo del verano.
—Tenemos varios trajes para limpiar —anuncian.
Entonces, un grupo va para el interior del club (mesas de pool y ping—pong, slots) con varias camperas a cuadros blancos y negros y cepillos en las manos. Otras personas prueban limpiar con un aerosol.
Mientras Cecilia peina a Sofía, ella le pinta las uñas a uno de sus compañeros. Cada vez suceden más cosas al mismo tiempo: peinado, maquillaje, gorros, vestuario, logística de utilería, pintada de uñas, cuentas por los gastos para el festejo, recolección de cédulas para el ingreso al Teatro de Verano. Se necesita una prole para sostener un conjunto en carnaval.
El mensaje de aliento de una madre pone en pausa un maquillaje para que la lágrima de emoción caiga. “Se retoca”, le dice con confianza Lucciana, a Eugenia Globski (sobreprima), que intenta contener más lágrimas. La emoción, los nervios y la alegría están a flor de piel.
Se escuchan gritos:
—¡Quedan tres horas! —¡Necesito una cara! —gritan desde una estación de maquillaje, y una cara va y se sienta.
El ambiente todavía es de concentración. Un par de personas se recostaron y cerraron los ojos. Eugenia cuenta que de mañana se fue a sacar sangre, Matías Canzani (director escénico) dice que estuvo haciendo trámites para pasar el día como “uno normal”, para llenar el tiempo hasta este momento en que ya tienen las caras pintadas y, más que nervios, sienten ansiedad, emoción, ganas de cantar.
—¡Llegó otra cara lavada!
El ómnibus va a pasar por el club a las 20.00. Tienen que llegar al Teatro de Verano una hora antes de subir al escenario, a las 21.45. Las tareas continúan sin pausa.
Sofía Zanolli dice que el proceso de trabajo del año “de a ratos fue caótico por no tener idea realmente de cómo era. Teníamos certezas de cosas que venían funcionando porque hacía diez años que hacíamos murga, fue muy ensayo y error, apoyarse en murgas amigas como las Cabras, los Pasteles, la Bartola, la Mula. Levantar el tubo pila de veces y decir '¿ustedes cómo hacen esto?', buscar el rumbo, apoyarse en el círculo y en la red”.
La murga va a subir a la primera rueda del concurso con un rodaje de cuatro tablados. “La respuesta de la gente fue hermosa: mucha risa, mucho festejo y aplauso de 'qué demás esto'. Mucho de ese aplauso va por el espectáculo y también por decir 'hay una murga así ahora en carnaval'”, relata Lucía.
Sofía cuenta que a la murga “han llegado mensajes de gente diciendo qué importante que estén diciendo esto, se necesitan murgas hablando del feminismo o de la sexualidad, que hoy en día no las estaba viendo”. Sobre su rol de letrista dice: “Escribo desde la necesidad de escuchar y decir estas cosas, a sabiendas de que va a haber una parte del público de carnaval a la que no le va a gustar. Creo que entre los jóvenes capaz que no hay tanto apego o arraigo con la murga o el arte popular, este tipo de propuestas pueden ayudar a empatizar con eso de no sentirse representados”.
Gente Grande funciona con comisiones que se encargan de diferentes tareas. El grupo, aseguran Sofía y Lucía, confía en el trabajo de sus compañeras y compañeros, y el diálogo siempre está abierto. Es una labor genuinamente colaborativa.
Sobre la creación de los textos Sofía cuenta: “Escribimos mucho juntos. Alguien decía 'tengo esta idea', 'quiero hablar de la democracia', 'me imagino una cosa que se rompió'; otro decía 'para mí hay que hablar de los influencers'. Cada uno traía un tema, lo ponía sobre la mesa, otro hacía una observación sobre eso. Hay otras murgas en las que alguien trae un cuplé escrito y se trabaja, pero acá era 'traje esta canción' y leíamos frase por frase, la arreglábamos. Fue intenso y exhaustivo, pero eso lo hace re colaborativo y hace que todas las opiniones estén representadas, es muy valioso”.
Gente Grande busca “hablar de cosas que nos pasan, no de lo que la gente quiere que se diga, sino lo que interpretamos. Si hablamos de Astesiano, porque nos indigna, lo hablamos en lenguaje meme, que es nuestro lenguaje también”, plantea Sofía.
Falta media hora para que llegue el ómnibus. Se genera una reunión en el patio para hablar de la comida del festejo, cuánta plata hay que poner por cabeza, quién se va a encargar de cortar los vegetales para las brochettes. Al rato hay otra mesa roja en el patio, también cuadrada y de plástico, llena de vegetales que dos mujeres van dejando preparados para la noche.
La intensidad ya está por las nubes. Sale murga por los parlantes y donde se posen los ojos hay personas moviéndose, ultimando detalles, bailando, cantando, probándose gorros.
—¿En qué momento se llora? —pregunta alguien.
Empieza a salir la utilería: un paquete de regalo, carteles de Whatsapp que dicen “Luis” y “Astesiano”, y marcos de madera con memes y frases que la murga utilizará dentro de un rato en un cuplé sobre las conversaciones entre el presidente de la República y su jefe de seguridad que va a generar muchas risas en el Teatro de Verano.
—¡En diez minutos nos tenemos que estar yendo! —avisa el Mago.
Algunas personas comienzan a soplar en botellas con agua para calentar las gargantas. El grupo de utilería pide un minuto de atención y explica que cada quien tiene que subir al ómnibus con su remera, su pantalón, el gorro y el traje de la presentación y la retirada. Va a haber seis personas en utilería, tres a cada lado del escenario; cada una va a ayudar a dos o tres murguistas. Antes de subir al escenario, en el Teatro de Verano, van a repasar la lista de quién va con quién.
—¡Cinco minutos, vamos a guardar! —avisa el Mago. —¡Pongan papelitos picados en las camperas! —pide Sofía.
La Gente Grande empieza a guardar sus cosas. Hay arengas, risas, emoción, saludos. A las 20.05 toda la murga, el equipo técnico y personas allegadas copan el ómnibus, que agarra Bulevar Artigas derecho hasta la rambla, camino al Teatro de Verano.
A las 20.42 el personal del Ramón Collazo va llamando a cada integrante por su nombre y la murga ingresa para dejar todo listo. En el camerino se retocan los maquillajes que lo necesiten y se ajustan los últimos detalles.
20 minutos después, la murga sale del predio del teatro a calentar en el pasto del otro lado de la calle. Formaron un círculo que rodea gente cercana a las y los componentes. El director indica que adentro van a hacer ejercicios de concentración y calentamiento. Pasan autos con conductores que se prenden a las bocinas a modo de saludo y personas que salen por la ventanilla del acompañante para dar ánimo.
Después de la pasada, los abrazos y los deseos de goce y buena suerte, la murga desaparece, de nuevo, por la puerta lateral. La gente se dispersa para ingresar al Ramón Collazo.
A las 21.45 Álvaro Recoba anuncia a la murga y se abre el telón: llega Gente Grande al carnaval. Las y los influencers regalan consejos, críticas políticas, trucos virales, una gran puesta y, sobre todo, mucho humor. El público, bastante concurrido esta noche, aplaude, se ríe, festeja.
La bajada se llena de abrazos, alegría, sudor, fotos y canto. De acá, de vuelta al club: hoy es noche de celebración. Actuó por primera vez en el Concurso Oficial de Carnaval la murga joven con dos salpicones, una murga de Gente Grande.
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