En 1993, Valentino, el más fiel al rap de los hijos de Luis Alberto Spinetta, fundó Geo Ramma, un grupo de gfunk que podía sonar tan fino como los discos de DJ Quick o como cualquiera de los del sello Death Row. Su disco debut, Pon paz a muerte, salió en 1995 y contó, como si fuera poco, con el padrinazgo y el empuje de su hypeado hermano Dante, de Illya Kuryaki and the Valderramas. No pasó mucho, aunque ese primer y buen intento sentó un precedente.

Otro argentino hijo de familia de artistas –como su padre, el rapero uruguayo Pedro Palacios, y su madre, la actriz Juliana Corazzina– volvió a probar suerte con el elegante pero lejano ritmo cocido en Los Ángeles, y 30 años después conquistó el mundo con nuevas rimas en español y algo de spanglish.

Mateo Palacios Corazzina, más conocido como Trueno, cumplirá 21 años en marzo y no necesita ninguna colaboración en sus canciones para llegar más alto. En 2020 editó Atrevido, su primer álbum, y en 2022, Bien o mal, el que trae la pegadiza “Dance Crip” y “Fuck el Police”.

Se crió en el barrio porteño de La Boca, donde grabó su especial para el ciclo Tiny Desk, en el que su padre aparece vestido con una camiseta de Peñarol. Sus sesiones con Bizarrap lo ayudaron a subir algunos escalones, pero antes ya se había hecho fama en batallas de freestyle gracias a tres virtudes, diríase, imprescindibles para la práctica de este deporte: habilidad para la improvisación, agudeza a la hora del remate, fiereza para mirar al oponente sin pestañear.

Ya llenó el Luna Park tres veces, Gorillaz lo invitó a subir al escenario en su fecha porteña, y se apronta para una gran gira argentina. Antes de su show en Uruguay, conversamos con Trueno en una pausa de sus vacaciones por el interior argentino.

Dentro de todos los subgéneros del rap, uno de los que elegiste fue el gfunk. ¿Por qué?

Dr. Dre, 2Pac, Snoop Dogg, Kendrick Lamar, todos esos artistas fueron muy influyentes en mi carrera, y además es música que escucho desde muy chico. El gfunk es muy groovero y suena muy bien en vivo. Mucho del mérito de eso se lo tengo que dar a Pedro Pasquale, que es el director musical y guitarrista de mi banda; con él armamos toda la música y es mi mano derecha.

¿Tres discos fundamentales de gfunk?

El que más me influenció fue All Eyes on Me, de 2Pac; después, Doggystyle, de Snoop Dogg, es muy zarpado, y To Pimp a Butterfly, de Kendrick Lamar, que es un gfunk mezclado con jazz.

Uno de los integrantes de tu banda es el percusionista Carlos Salas. ¿Cómo llegaste a él?

Ya lo conocía porque grabó para el disco Bien o mal en temas como “Tierra santa” y “Hood”. Lo llamamos por el talento que tiene y lo capo que es. Cuando empezamos a planificar los shows, enseguida pensamos: “El que tiene que replicar el sonido vivo tiene que ser Carlos; la percusión para esta música que estamos haciendo es muy importante. Es nuestro último gran fichaje.

Cuando lanzaste Bien o mal, con ese estilo de rap, lo que más estaba sonando en la región era el trap con sus diferentes vertientes. ¿Lo tomaste como un riesgo?

Hacer hip hop en este país siempre fue jugársela un poco. Es una costumbre. Pero la gente reconoció eso y creo que lo está disfrutando como debe ser y como se lo merece el género, por lo lindo que es y por cómo se disfruta el hip hop. Me parece que Argentina necesitaba un poco de esto y el movimiento hip hop también, porque la venimos peleando desde hace mucho. Antes de que yo naciera ya había un montón de gente luchando por esto, cuando no había nada y las oportunidades eran muy pocas, así que estoy muy contento del trabajo que hicimos, de los frutos que dio.

¿De qué se nutre tu talento para hacer rimas?

Escucho rap y música en general desde que tengo conciencia; en mi familia son todos cantantes, intérpretes, actores. De todos modos, soy una persona que no se conforma nunca. Me encanta encontrar artistas nuevos y sorprenderme; no sólo con el rap, a veces aprendo más con artistas de otros géneros. Creo que de eso se trata. Tengo 20 años y ninguna receta, pero lo que trato de hacer es innovar. Siento que siempre voy a tener un estilo. El hip hop es algo que llevo impregnado en la sangre y que nada lo puede borrar. A partir de eso, la búsqueda está en experimentar con otros géneros y artistas para seguir nutriéndome.

Siempre te subís muy decidido a cualquier escenario. ¿Cómo te preparás previamente?

No me preparo. Subir al escenario para mí es como ir a un parque de diversiones: me encanta. Siento que nací para estar en un escenario. También es algo que traigo desde mis primeros años, ya sea en un teatro, con música, improvisando; siempre estuve rodeado de arte. No hay nada que no disfrute de estar ahí arriba. En los momentos previos, creo que la única sensación que tengo es que pase el tiempo lo más rápido posible para poder arrancar.

Trueno se presenta en el festival “Canelones Suena Bien” junto a Peke 77 y Clipper. Viernes 3 de febrero desde las 19.30 en la rambla de Atlántida. Entrada libre y gratuita.