Los días 27 y 28 de abril, el humorista argentino Diego Capusotto se presentará en El Galpón con El lado C, un espectáculo que promete revelar los entretelones de sus personajes más conocidos de Peter Capusotto y sus videos y del mismísimo artista que los encarna. Será una charla con la periodista Nancy Giampaolo (un “reportaje abierto”) con el apoyo de material audiovisual, e incluirá anécdotas y secretos.
Bastante antes de su presentación, Capusotto conversó con la diaria sobre El lado C, pero también sobre su relación con Uruguay, sobre las cosas que lo hacen reír y sobre hacer humor con la famosa grieta de por medio.
¿Cómo se articula tu sana intención de mantener la privacidad, de mantenerte alejado de las redes, con una supuesta charla a calzón quitado?
Prefiero hacerlo en ese ámbito, con público, y no hacerlo a través de las redes. Nunca tuve redes, por lo menos oficiales. Sí el programa, pero yo en particular, una red personal para comentar qué me está pasando en el día a día o intercambiar opiniones, nunca tuve. No es que la tuve y la dejé, simplemente no está en mi intención. Prefiero el contacto directo, y esto de alguna manera, como alguna vez dijo un amigo nuestro, se produce casi como una especie de biocomedia. Porque es autorreferencial, es una charla en la que el público está claramente informado de que es una charla, no son personajes teatrales ni mucho menos.
Entonces, la gente que se acerca es aquella a quien le interesa mi figura, o que fue parte de los programas en los que participé, y se acerca con cierto interés en lo que yo pueda decir y en cómo lo cuento. Lo que puede convertir esto en una especie de espectáculo es que uno, cuando cuenta, no cuenta solamente de sí mismo, sino que también está contando algo colectivo, de toda la gente con la que trabajé, con la que me ligué, con los amigos, con algo que pueda tener alguna referencia en quien escucha. Hay videos también, correspondientes a algunos personajes de sitios en los que yo participé. Entonces se arma una cosa que venimos haciendo desde hace un par de años y es interesante.
Yo prefiero hacerlo en un ámbito público antes que en un estudio de televisión. Me parece que es más interesante, porque además hay algo de la charla que lo convierte por momentos en una especie de monólogo gracioso en el que la gente no sabe si lo que se está contando es cierto o no. Y eso provoca la reacción que pasa cuando uno ve teatro, ¿no?, que es una mentira contada como verdad. En este caso, no quiero adelantar, pero no es que estoy contando o inventando cosas para armar un texto gracioso, sino que son cosas que tienen que ver conmigo, contadas de una manera que suele ser graciosa, por lo menos en los resultados que hemos visto. Por otro lado, también hay opiniones personales que uno tiene sobre su trabajo, sobre la vida, sobre lo social, que también aparecen en las charlas.
Mencionabas que por momentos parece un monólogo de humor. ¿El lado C podría haber sido un monólogo, o es importante que las anécdotas surjan en el marco de la charla?
No, en el marco de la charla, claramente. Si hiciera un monólogo jamás lo haría en primera persona: a mí me gusta actuar, me gusta disfrazarme, me gusta ponerme una peluca y me gusta que aparezca un personaje más que mi propio ser. Como pasa en el programa, que a mí me resulta más interesante.
Esto fue un ofrecimiento que me hizo gente de Santa Fe. Yo alguna que otra vez he hecho estas charlas con Pedro Saborido, pero más específicamente hablando de la producción, del programa o del lenguaje humorístico. Esto es más referencial, algo que me divirtió y, además, suplió cierta falta de proyectos. Que no es que no los tenga, porque estuve filmando una película y tengo bastantes proyectos teatrales para el año próximo, y con Pedro siempre está dando vueltas la idea de volver con el programa, quizás en otro formato.
Pero a partir de la pandemia hubo una cosa que quedó medio estancada. A principios de 2021 me ofrecieron salir de gira con esto, y medio que lo fuimos armando con Nancy Giampaolo, y para mí es fundamental también que esté ella. Porque la conozco hace mucho, porque me ha hecho muchas notas y también porque forma parte claramente de la estética y del concepto de lo que hacemos. Si no estuviera Nancy no sería lo mismo, y a mí no se me ocurriría salir solo a contar mi vida en primera persona. Funciona como una especie de reportaje abierto, en el que aparecen cosas que se alejan del reportaje tradicional y empiezan a convertirse en un elemento cómico.
Entonces imagino que cada presentación es muy distinta de las otras.
Hay muchas improvisaciones a partir de la charla. A veces han aparecido cosas que suelen aparecer en el teatro cuando uno hace personajes, que muchas veces aparece un chiste en el medio del relato y eso lo tomás y lo seguís haciendo en las demás funciones, y se produce ese efecto de cosas que funcionan siempre con la gente. Como si fuera el teatro, que hacés funcionar un chiste y en cada función que lo decís, funciona.
En esto también ha pasado; algunas cosas han salido improvisadas y en cada encuentro que tengo con la gente las vuelvo a colocar y provocan el mismo efecto. Casi como un hecho teatral.
¿Te sorprende que haya gente que sabe más de tus personajes que vos?
No, porque está el coleccionista. Aquel que tiene un seguimiento del programa muy personal, que a veces se acuerda de cosas que vos no. Yo suelo tener bastante memoria y tengo esos registros de fecha y esas cosas que a veces sorprenden al otro, que no sabe si lo estoy verdugueando o no. Es una cosa que tengo de siempre, que memorizo. Pero hay gente que sí, que tiene un seguimiento del programa de acordarse de textos o canciones. Suele pasar, como pasa con la música. Porque también hace años que estamos... Vos calculá que arrancamos con Cha cha cha hace 30 años. Entonces fueron pasando distintas generaciones, algunos te ven ahora, otros no vieron Cha cha cha, otros lo vieron porque lo están pasando ahora o porque circula por las redes. Todos son programas que han tenido tres o cuatro puntos de rating –o sea, poco rating– pero que han tenido vigencia a lo largo de los años.
De Peter Capusotto y sus videos, en particular, han explotado los personajes por separado.
Hemos hecho tantos personajes, algunos con poca vida y otros que los continuamos. Por ejemplo, y en relación con Uruguay, cuando a mí se me ocurrió lo de James Bo, al principio me parecía que era un chiste muy efectivo, pero para que aparezca y desaparezca. Entonces Pedro me dice: “No, no hagamos eso, porque este personaje tiene rollo para hacer historia”. Para continuarlo. Así ha pasado con muchos personajes, que los hemos hecho a lo mejor para que aparezcan una vez, y aparecieron muchas, u otros en los que el chiste daba para que aparezca y listo, que no tienen una continuidad manifiesta.
No son parte de una narrativa compleja.
Claro. Llegan como hasta ahí, más que nada al efecto. Después, como suele pasar, la gente se empieza a apropiar de los personajes. Uno ya ahí cede y el personaje una vez que aparece ya es del público. Sí ha pasado que con algunos personajes en particular, bueno, los siguen viendo. Nosotros hacíamos personajes, reitero, que tenían más tela para cortar, y entonces teníamos una duración de seis o siete minutos y apoyábamos también a los personajes con una idea conceptual que hemos puesto más que nada en los últimos años.
Al principio el título que tenía el programa era Un programa de rock, y todos los personajes estaban ligados un poco a la cultura rock, que es en la que crecimos también con Pedro. En una época complicada, en plena dictadura acá, en la adolescencia, cuando uno se juntaba con amigos porque compraba el disco que había salido recién y que tenía un diseño de tapa que te atraía. A lo mejor estábamos toda la tarde escuchando el mismo disco otra vez, otra vez, otra vez, y la novedad era ir a la calle a buscar ese disco que nos enterábamos que había salido.
Después empezaron a aparecer más personajes, no necesariamente ligados a la cultura rock, lo que hizo al programa un poco más integral y a mí me pareció más interesante. En algún momento también los personajes de la cultura rock se agotan. Es cierto que aparecían algunos personajes que podían tener referencia al mundo de la política, pero todos a lo mejor cantaban, como el caso de Micky Vainilla, que se presenta como un cantante pop, pero en realidad tiene otro discurso por debajo. Hacíamos una gran mezcla, que también nos divertía, como proceso dinámico para hacer la humorada.
James Bo pegó tanto en Uruguay que a un local cerrado de Buquebus se le cayó la “s” y quedó Buquebú.
Nosotros estuvimos filmando en Uruguay hace como tres años, antes de la pandemia, por suerte, y tuvimos siempre mucha afinidad. Yo creo que me animo a hacer esto en Uruguay porque hay cierta afinidad. En el marco de un festival de humor, para ir a hablar de humor, sí, puede ser en Uruguay, en Chile, en lo que sea. Pero me da la sensación de que contar así, de los amigos que uno tuvo y de las cosas que uno hizo, me parece que tiene más llegada en un lugar como Uruguay que en otro. Y además fue un programa que en algún momento se dio ahí.
Digo esto porque el productor nos ha ofrecido ir a otros lugares y yo preferí no hacerlo, porque me parecía que no había algún tipo de relación. Si bien cada territorio es personal, hay algunos que son más cercanos, que es lo que a mí me pasa en este caso con Uruguay.
¿Seguís encontrando cosas que te hagan reír?
Siguen estando, porque es un lenguaje que no va a terminar nunca, es un lenguaje necesario. El humor es lo que nos distancia de las cosas que nos angustian y siempre hay una manera distinta de ver la realidad, afectarla y que sea de otra manera. Siempre estamos buscando el disparate, el recreo, lo festivo. El humor aparece siempre, hay nuevas generaciones que capaz que tienen otro estilo.
Mi generación tuvo mucha influencia del humor físico y de personajes que estaban como afectados, locos. Nosotros crecimos con los Tres Chiflados, con los Hermanos Marx, con Benny Hill o con tantos humoristas... Carlitos Balá, los uruguayos cuando vinieron con Telecataplum, que yo los vi más en Hupumorpo en los 70; en los 60 no los llegué a ver porque era más chico. Tenía más que ver con el humor físico y con cierta locura, y yo no veo tanto eso hoy. Veo más un humor de texto, muy bien hecho, muy bien actuado, pero que a lo mejor le falta locura.
¿Y dónde lo encontrás vos?
En teatro sigue habiendo grupos que hacen humor. El otro día fui a ver la obra Tarascones acá en Capital y me reí muchísimo, y tenía un lenguaje humorístico. También hay un dúo de pibes que se llama Los Sutottos, que son muy buenos. En las redes encuentro mucho lenguaje humorístico que me sigue divirtiendo. Como me pasó toda la vida: algunas cosas me divierten y otras que despunto de antes y las veo venir, capaz que no.
Lo que sí noto es que hay una generación más joven que trabaja en primera persona, capaz que no se ponen una peluquita o un disfracito, sino que son los que se llaman ahora youtubers o influencers, que hablan de sí, sobre las cosas que les pasan. Y después hay otra generación, más de 35 a 40 años, que hacen un humor también con influencias, incluso de lo que nosotros hacíamos, pero con otro marco de producción actoral. Trabajan de otra manera, que es igual de significativa, simplemente que a mí me gusta más el humor más físico.
¿Qué pasa con el humor político en Argentina, con esa famosa “grieta” de la que todos hablan?
Nosotros hemos utilizado la política para desmitificarla o para deshilachar ciertos discursos que aparecen como reales, serios. El humor siempre hace un poco eso: deshilacha incluso nuestras propias creencias. Con el programa en líneas generales nos hemos metido con todos. No hemos hecho humor partidario, que es lo que a mí no me gusta mucho. Porque también hablamos de otras cosas, no sólo de la política sino también de las relaciones humanas, del sentido de la vida, de las angustias y esta cosa de que no sabemos qué estaría pasando al otro día o en pocos minutos.
Hay algo de eso que nos gana para comentar. Por eso no hemos hecho humor necesariamente político, aunque eso también está nombrado, sobre todo porque es una época en que hay mucha teatralidad en lo político. Faltan ciertos cuadros políticos, que a lo mejor había antes, y hoy la política se ejerce casi como una especie de paso de comedia, para generar el efecto en la gente de que algo es posible. Y que no lo va a ser, porque después la política es otra cosa mucho más compleja y tiene que ver con las relaciones entre el poder formal y el poder real.
Hay un paso previo a ejercer un determinado tipo de política, que es la presentación del candidato o de los candidatos, que hoy está más arraigada en la teatralidad y en esta cosa del personaje, de cómo uno se presenta, más que sobre lo que va a hacer. Que eso no se va a decir, porque si no generaría controversia. Acá pasa, sobre todo con algunos personajes que no han tenido cargo público, que la gente desconoce si ha tenido alguna función o no, y por lo tanto ponen más esperanza en ese personaje que aparece porque no tuvo gestión. Parecería que al no haber tenido gestión apostamos a algo, frente a cierta desazón. Porque pasa eso: si hubiese un Estado de bienestar y hubiese un futuro posible, esos personajes aparecerían mucho menos. Diría que no aparecerían.
Con respecto a la grieta, es algo que acá ya pasó. Pasó con Artigas, pasó con Güemes, que cuando lo mataron acá dijeron “un salvaje menos”, y va a seguir pasando. La unidad nacional aparece nada más que en los mundiales o cuando hay alguna tragedia; después hay confrontación y hay algo que tiene que ver con la puja distributiva, que siempre va a ser la agenda más compleja y la que más surge. Pero hay que tomar decisiones drásticas frente a eso, y ahí aparece la complejidad de la política, que es: ¿se toman esas medidas o no se toman?; ¿por qué se repliegan?; ¿tenés apoyo popular? Porque muchas veces esas cosas se hacen cuando lo tenés. Hay escenarios que hacen que vos puedas modificar o tomar algunas decisiones.
Y hay un tema regional, porque estamos en América Latina. Si pensamos nada más como país propio, estamos en problemas. En 2005 América del Sur era una cosa, hoy es otra. Lula es otra cosa que en 2005, y así será por lo menos por ahora, me parece. Hay escenarios que se complejizan y en este momento es un escenario muy complicado.
El lado C, con Diego Capusotto y Nancy Giampaolo. 27 y 28 de abril en El Galpón, 29 de abril en el teatro Macció de San José; las tres funciones con entradas en Tickantel. 30 de abril en el Centro Cultural de Rosario, Colonia.