En 1959 Mario Benedetti escribió La tregua. Cuenta la historia de Martín Santomé, un hombre abrumado por la rutina, empleado público, administrativo. Un hombre parecido a los que el escritor veía cada día en las horas de descanso de su propio trabajo de oficina, sentado en el café Sorocabana. Santomé es viudo, tiene tres hijos y una existencia monótona y gris a la espera de la jubilación cuando, de pronto, la vida le regala una tregua: aparece en su vida Laura Avellaneda, un amor inesperado.
El 26 de noviembre de 2020, a 60 años de la publicación de la novela y conmemorando 100 años del nacimiento de Benedetti, el Ballet Nacional del Sodre (BNS) estrenó el ballet La tregua. El próximo jueves, dos años después y bajo la dirección de María Riccetto, vuelve al Auditorio Nacional Adela Reta esta magnífica obra con coreografía de Marina Sánchez, dramaturgia de Gabriel Calderón y música de Luciano Supervielle.
la diaria conversó con Marina Sánchez sobre el proceso de coreografiar una obra literaria de Benedetti considerada por muchos un mito fundacional de la literatura uruguaya y latinoamericana: “El desafío mayor era no perder la esencia de la historia, había que transformar las emociones en movimientos. Elijo destacar la historia de amor de Laura y Martín, la relación de él con sus hijos, el recuerdo de Isabel, su difunta esposa, y lo que generan en Martín la rutina y el destino de su vida. Aparecen entonces dos nuevos personajes, la Rutina y el Azar”.
Esta obra se estructura en nueve escenas, cada una diseñada por la coreógrafa teniendo en cuenta “el vínculo entre música, escenografía, vestuario, luces, etcétera”. El proceso creativo implicó un permanente ida y vuelta entre coreografía y música; en este sentido, Luciano Supervielle dijo a la diaria: “Componer música para una coreografía de ballet fue un desafío muy lindo y me obligó, obviamente, a aprender un lenguaje que yo no había transitado. Aprender algunos códigos propios de la danza, ir a muchos ensayos, ir construyendo de a poco un lenguaje propio”.
Aunque se lo puede considerar un ballet de estilo neoclásico, aparecen movimientos de la danza contemporánea y el tango, lo que implica desafíos para los bailarines. A este respecto, la primera bailarina Nadia Mara, quien interpreta a Laura Avellaneda, contó: “Salimos con tacos haciendo ritmo en el piso, y tengo 20 segundos para ponerme las puntas [y salir a] hacer giros, movimientos de control, porque más allá de que es un ballet neoclásico, se tienen que mantener las líneas clásicas, y al final bailo descalza. Es un reto, porque tenemos que mantener un rol y estamos metidos en una historia, pero también tenemos estos desafíos que son estresantes”. Sobre cómo se compone un personaje de estas características, dijo: “A mí me encanta hacer roles como estos, donde tengo que leer, hacer una búsqueda, interpretar. El rol de Laura me encanta; ella pasa por todas las etapas, de ser una persona vergonzosa a enamorarse perdidamente de un hombre que tiene el doble de su edad, sabiendo que para esas épocas no era bien visto. Pasa muy bien con él a escondidas, luego enferma y muere. Es un desafío el poco tiempo para contar una historia tan profunda. Lo primordial es que uno actúe para que el público disfrute y entienda lo que está pasando”. Según Sánchez, “el aspecto interpretativo es muy importante porque las expresiones son parte de la escena. Se trabajó mucho con los bailarines, y el ida y vuelta fue fundamental en el proceso”. A este respecto, destacó: “Eso es lo bueno que tiene Marina [Sánchez], que nos deja a cada uno de los primeros bailarines un espacio de interpretación. Contamos la misma historia, pero nos deja un espacio para desarrollarlo como intérpretes”.
La sinergia del proceso creativo se ve claramente en el ensamble perfecto entre la música, la coreografía, la escenografía, las luces, el vestuario. En esta reposición hubo tiempo de ensayar en conjunto, un aspecto fundamental para Mara: “Esto es un ballet de conjunto, los bailarines somos los que movemos la escenografía, se mejoraron cosas, se aclararon otras que son muy importantes para que el público sienta que está viendo La tregua y no un baile que la representa”.
Responsabilidad, orgullo, desafío, alegría y aprendizaje son las palabras que se repiten en las consultas realizadas por la diaria; el peso cultural de la figura de Benedetti se siente, pero el resultado final es una bellísima obra, diferente, con marcada identidad uruguaya. ¿Qué mejor que dejar que sean ellos quienes inviten al público a acompañarlos? “Este ballet es único, no sólo por la hermosa historia de Mario Benedetti, sino porque confluye el trabajo de un equipo de creadores de mucho nivel. Los invito a venir, sentir, compartir esta obra y esta interpretación”, convoca Sánchez. Mara, por su parte, asegura: “Es una obra magnífica que me gusta en todos los sentidos. Creo que hacer algo nuevo en este país es algo que necesitamos; algo que sea nuestro, con una historia nuestra, de un escritor conocido mundialmente, que se hizo en el BNS de cero, es algo que no pueden perderse. Se van a ir sumamente emocionados, con el corazón lleno”.
La invitación está hecha.
Nadia Mara
Comienza a estudiar ballet a los tres años. A los 12 ingresa en la Escuela Nacional de Danza, donde se gradúa como mejor bailarina de su generación, medalla “Elena Smirnova”. Gana una beca y viaja a Carolina del Norte para integrarse al North Carolina Dance Theatre. Es contratada por el Atlanta Ballet, en el que pasa 16 años como primera bailarina, trabajando con grandes coreógrafos como Ohad Naharin, Alexander Ekman, Liam Scarlet, entre otros. Llega a Uruguay como primera bailarina en 2019, invitada para Onegin. En 2020 se integra oficialmente a la compañía como primera bailarina.
La tregua. Ballet Nacional del Sodre. Auditorio Nacional Adela Reta, sala Fabini. 16, 17, 18, 21, 22, 24, 25, 28 y 29 de marzo a las 20.00; 19 y 26 a las 17.00. Entradas desde $ 100, en boletería del teatro y Tickantel.