El éxito de cualquier película se basa en la manipulación de la audiencia. En primer lugar, utilizando el marketing, se manipula a una masa crítica de personas para que acuda a una sala de cine a ver el título en cuestión. Luego, utilizando las actuaciones, la música y la fotografía (entre otros elementos), se manipula a los espectadores para que salgan satisfechos de dicha sala de cine y recomienden el título a sus conocidos.

Como cualquier poder, hay quienes abusan de él. Disney ha recaudado miles de millones de dólares manipulándonos emocionalmente, con la música justa o la muerte de un progenitor en el momento adecuado. Aun así, hay momentos en los que recorre una delgada línea y el público se divide entre quienes se molestan por la manipulación y quienes necesitamos más pañuelos de papel para secarnos las lágrimas cuando Mamá Coco empieza a cantar “Recuérdame”.

También existen aquellos que abusan de la manipulación previa, esperando que las redes sociales (esa marea de gente gritona y cínica) hagan gran parte del trabajo por ellos, como ocurrió en 2006 con Terror a bordo, la película que en Estados Unidos se estrenó con el ridículo título de Serpientes en un avión. Tanto movimiento generó entre los tuiteros, que se agregaron escenas y diálogos para aumentar el ridiculómetro, incluyendo la famosa frase de Samuel L Jackson: “I have had it with these motherfucking snakes on this motherfucking plane!”.

Más cerca en el tiempo, surgieron tantos memes exagerando la calidad y el éxito de la película Morbius, que Sony decidió reestrenarla por un fin de semana, lo que hizo que sufriera un segundo golpe de taquilla, porque los ejecutivos pasaron por alto el detalle de que haber colocado en un pedestal al vampiro interpretado por Jared Leto no era sino una ironía masiva.

Afortunadamente, todavía quedan ejemplos que funcionan. Hace poco se estrenó Calabozos & Dragones: honor entre ladrones, que desde sus promociones nos invitaba a divertirnos en el cine y cumplió con creces esa promesa. Y ahora desembarcó en las salas, como si fuera un bolso deportivo con droga que cae desde un avión, la sumamente entretenida Oso intoxicado (Cocaine Bear), dirigida por Elizabeth Banks.

La historia está basada en un hecho real: en 1985, un oso negro murió de sobredosis después de comer grandes cantidades de cocaína arrojadas desde una avioneta. Su cadáver (aunque algunos dudan de que se trate del oso original) se exhibe en un centro comercial de Kentucky y, de acuerdo a las leyes estatales, las personas pueden usarlo como oficiante de bodas, siempre y cuando crean que tiene la autoridad para hacerlo. Dicho esto, la ficción logra superar a la realidad.

El comienzo es el mismo. El mismo año, los mismos bolsos deportivos con droga que caen desde el cielo sobre un parque nacional. Sin embargo, lo que originalmente fue una anécdota puntual que terminó con un animal muerto aquí se transforma en una mezcla deliciosa de humor y horror gracias a la forma en la que Banks administra las apariciones del oso (sobre todo al comienzo), que queda a medio camino entre Freddy Krueger y el tiranosaurio de Parque Jurásico. Con un toque de Stranger Things, porque todo lo que esté ambientado en los 80 y tenga muertes horribles nos va a remitir a Stranger Things.

Esta clase de películas se apoya en un ingrediente fundamental, que son las escenas de muerte. Y aquí hay suficiente imaginación y un flujo perfecto de nuevas víctimas para sostener una premisa delirante durante 95 minutos.

Un detalle metanarrativo es que esta película, que llega empapada de clase B, tiene en su elenco un montón de “caras conocidas” de la segunda línea de Hollywood, incluyendo a Ray Liotta en su último papel antes de morir, Keri Russell (Felicity), Aiden Ehrenreich (Han Solo), Isiah Whitlock Jr. (The Wire), Jesse Tyler Ferguson (Modern Family), Kristofer Hivju (Juego de tronos) y la “estimada actriz de carácter” Margo Martindale, famosa por su temperamento violento en la versión que interpretó en la genial Bojack Horseman.

Como en los mejores slashers, la diversión está en seguir a los protagonistas intentando adivinar quién se salva y en qué orden morirán los que no lo hagan. Para esto último habrá diversas escenas de acción, incluyendo una persecución por la carretera que solamente podría sostener un oso al que la sustancia blanca le provoca el mismo efecto que la espinaca a Popeye. Esperemos que el marino nunca desarrolle una adicción.

Si no vamos con un estómago sensible, ni le pedimos al film más de lo que nos prometió con total sinceridad, disfrutaremos de un pasatiempo que solamente podría haber mejorado si los traductores hubieran seguido el ejemplo de los distribuidores españoles, que lo titularon Oso vicioso. Jaque mate, madre patria.

Oso intoxicado (Cocaine Bear). Dirigida por Elizabeth Banks. Estados Unidos, 2023. En varias salas.