El actor Leonardo Sbaraglia y el compositor Fernando Tarrés se reunieron hace una década para trabajar en un homenaje a Rodolfo Walsh. La colaboración fue tan positiva que continuaron trabajando y, junto al sociólogo Juan Carlos Marín, crearon El territorio del poder, un espectáculo con un esquema más cercano a un concierto de música y poesía que a una obra de teatro. Fue en 2014 que El territorio del poder llegó por primera vez a Montevideo, a la sala Zitarrosa. En ese momento pudimos escuchar la voz del actor, que narraba historias relativas al poder ejercido sobre los cuerpos humanos como “territorio” de operaciones. De fondo, imágenes que transitaban por la inquisición, el holocausto o hasta el Mundial de fútbol de 1978, una suerte de cortina circense de la última dictadura militar argentina.

El próximo 22 de abril, la dupla creativa original vuelve a la ciudad pero con Territorio, un espectáculo que, aunque lo continúa, tiene también diferencias con su antecedente. Sobre los cambios en la propuesta, señala Sbaraglia: “Son cambios que tienen que ver con el tiempo, con el abordaje y con la propia evolución del trabajo. En un momento nos pusimos a ensayar y creamos otro espectáculo, Pulso, y lo estrenamos, pero luego nos dimos cuenta de que El territorio... nos seguía gustando mucho. Así que, de alguna manera, como que El territorio se fagocitó a Pulso [risas] y se armó una nueva dinámica. Yo creo que lo que funciona de una manera muy diferente es que ahora directamente le hablo al público. El año pasado hicimos alrededor de veinte funciones acá en Hasta Trilce, que es un teatrito de 130 butacas, precioso, y ahí tengo a la gente muy cerca, la puedo mirar a los ojos, y eso en mí ha transformado algo. Es muy lindo como experiencia personal y como experiencia actoral. Eso es lo que más ha cambiado, el tipo de encuentro”.

Sobre la reflexión conceptual que proponía El Territorio del poder, el actor entiende que, para ellos, sigue siendo necesaria, aunque señalando la importancia de algunos movimientos sociales, como el feminismo: “Pareciera que en muchos aspectos el mundo sigue siendo el mismo. Hay cosas, por supuesto, que han cambiado, sobre todo en el campo del feminismo. Al menos acá en Argentina siento que ha sido lo más significativo que ha ocurrido en los últimos años. Como un aporte real, una nueva manera de pensar. El plantear muchas cosas que estaban legitimadas o naturalizadas y que hoy día hay que volver a repensar. Pero me parece que el espectáculo intenta reflexionar sobre algo del origen de la deshumanización de las personas. Y sobre el asumir la idea de que estamos sometidos a un poder que ni siquiera podemos vislumbrar, un poder que a lo largo de la historia nos ha encerrado, nos ha coartado, nos ha aplastado. Y lo más notorio de esa situación es que ha sido un poder que nos ha aterrorizado. Y ese terror es el que nos hace creer menos de lo que somos. Creo que esa sería, un poquito, la hipótesis del espectáculo. Y la idea es intentar salir de ese estado de miedo para poder pasar a un estado de esperanza y de libertad y de invención”.

En línea con algunas ideas de Michel Foucault y de Elías Canetti que citaban en El territorio del poder, sobre el poder atravesando los vínculos sociales, los feminismos han hecho visibles formas de poder que se ejercían de forma cotidiana.

Y nosotros ni siquiera nos dábamos cuenta de que estábamos ejerciendo ese poder, o de que estábamos teniendo un privilegio sobre el género femenino. Probablemente las personas más sensibles tenían clara esta situación, pero para la mayoría ni siquiera había formas de nombrar ese ejercicio del poder. Entonces, en la medida en que se fue empezando a luchar, a nombrar y a establecer un nuevo marco de reflexión, como que nos vamos avivando. Y nos seguimos avivando. Por eso me parece tan interesante, en ese sentido, lo que todavía no observamos. Muchas veces me hago esa pregunta, cuántas cosas estaremos hoy día naturalizando y no estamos pudiendo ver. Ni hablar que seguimos naturalizando que haya gente durmiendo en la calle o muriéndose de hambre. Vivimos en un mundo en el que sabemos que en este mismo momento están muriendo personas por guerras o por torturas o por hambre.

Venís de grabar la serie Élite en España, se acaba de estrenar Asfixiados, por la que ya obtuviste un premio en Cáceres, pero siempre te buscás el lugar para hacer estas funciones en teatro. ¿Qué significan para vos las funciones de Territorio?

Para mí es la posibilidad de seguir subiéndome arriba de un escenario, que es algo que me fascina. Es como si me gustase cada vez más poder expresarme desde ese lugar. Es una experiencia compartida y única que me sigue estimulando. Y con el ingrediente de lo musical, que estoy aprendiendo y disfrutando. Estoy cantando un poquito más. Incluso estamos haciendo algunos bises en tango. Y acá hay gente que lo ha visto veinte veces, porque siempre vas a ver algo nuevo, desde un lugar nuevo. Y eso nos pasa también a nosotros arriba del escenario.

Estuvieron en la Zitarrosa, en el Solís, ahora vuelven a El Galpón. ¿Cómo los determina el espacio?

Siempre es un placer volver a pisar esos escenarios, todos los que nombraste son lugares admirados. Por un lado está el poder nutrirse de los fantasmas que puedan andar por ahí. A los actores nos gusta pensar que hay un fantasma que a uno lo cuida y que hay alguna energía linda que anda en la vuelta. Es cierto que el desafío va a ser cómo lograr la intimidad de los espacios más pequeños. Lo que me gustaría es que la gente en El Galpón sintiera como que se mete en el living de mi casa. Porque el espectáculo también se fue convirtiendo en eso, en algo descontracturado. Como que no me pongo en el lugar de la actuación, del actor y de la formalidad del espacio escénico, sino que el espacio escénico es como si fuese mi casa, y yo me tomo un vasito de whisky y voy hablando. El desafío en El Galpón va a ser ese, lograr esa intimidad.

Territorio. De Leonardo Sbaraglia y Fernando Tarrés, junto a Richartd Nant, Pablo Fenoglio y Jerónimo Carmona. Teatro El Galpón. Sábado 22 de abril a las 20.30.