Rápidos y furiosos no es la única saga cinematográfica que continúa, después de varios años (y unas cuantas entregas), conquistando a un público fiel aun a contrapelo de la crítica. Desde 2007, un grupo de robots que se transforman en vehículos tiene al planeta Tierra como marco de su pelea entre bandos: unos robots son buenos y los otros son malos.

Transformers fue otro de esos intentos ochenteros de transformar una línea de juguetes en un programa de televisión. Como se repasó en un episodio de The Toys That Made Us, ejecutivos de Hasbro compraron la licencia de juguetes japoneses que cambiaban de forma y le pidieron a Marvel que inventara una historia para convertirla en un larguísimo comercial de la marca.

Después de series animadas y una recordada película que traumó a una generación, los Autobots (buenos) y los Decepticons (malos) desembarcaron en un film de acción real de la mano del mismísimo Michael Bay. El director de La Roca (1996), Armageddon (1998) y la más reciente Ambulancia (2022) se pasó entre 2007 y 2017 filmando cinco entregas de la saga que enfrenta al honorable Optimus Prime contra el malvado Megatron, con sus seguidores alrededor.

En 2018 se estrenó Bumblebee, dirigida por Travis Knight, que superó ampliamente lo visto hasta el momento. Y ahora llegó Transformers: el despertar de las bestias, ubicada temporalmente entre Bumblebeey las otras cinco... y en calidad también. Para hacer algo diferente, anoté algunos elementos presentes en las películas de Bay, para chequear si aparecen (y cómo) en este caso.

Características de los Transformers de Michael Bay

  • Chicas de tacos y hot pants filmadas con lascivia. En esta oportunidad, así como ocurrió con Bumblebee, no hay tomas pensadas para la famosa “mirada masculina”, y la protagonista femenina es una arqueóloga interpretada por la misma actriz de Swarm. A diferencia de sus antecesoras, tampoco corre de la manito del protagonista masculino.
  • Racismo y xenofobia. Las películas originales tenían varios robots que se comportaban como estereotipos negativos de afroestadounidenses, además de algún robot samurái (aunque con la voz de un actor japonés). Aquí hay un Transformer con acento mexicano, y hay un gag en el que se acusa de racista a alguien por mencionarlo.
  • Robots con diseños confusos. Varias de las peleas filmadas con inventiva por Bay se volvían difíciles de seguir debido a que los contendientes tenían miles de partes móviles. Eso se mejoró desde la película anterior, pero siguen lejos de la claridad de la serie animada original.
  • Tramas largas y confusas más demasiadas subtramas. Algunas costumbres son difíciles de superar. Como siempre, la película arranca con una chorrera de información y se pasea entre la complejidad y la búsqueda del McGuffin, relacionado (otra vez) con reliquias perdidas del pasado. Pero la trama está bastante controlada y apenas supera las dos horas de duración, cuando hubo entregas que acariciaron los 180 minutos.
  • Presencia constante de fuerzas armadas. Las películas de Michael Bay tenían a los militares (tradicionales o de alguna fuerza especial y secreta) como eternos protagonistas. Si no estaban persiguiendo a los Autobots, estaban aliándose con ellos para perseguir a los Decepticons. Acá no pasa de alguna mención, aunque en los últimos minutos se abre una puerta que no espoilearé, pero que puede ser algo divertido o un nuevo adoctrinamiento marcial.

¿Y entonces?

Terminado este segmento lúdico, Transformers: el despertar de las bestias parece dar un pasito atrás con respecto a la mencionada Bumblebee, ya que el regreso de grandes grupos de robots dejó de lado a los humanos. Sin embargo, algo que hizo mejor que las otras fue, justamente, darles mayor personalidad a los robots, que tienen más tiempo para interactuar entre ellos.

El gran enemigo es un robot devorador de mundos (como el Galactus de Marvel), con final que recuerda demasiado a la tercera entrega, aquella del portal para traer a Cybertron hasta nosotros. En el medio aparecerán nuevos villanos (los Terrorcons) y nuevos aliados (los Maximals, robots que se transforman en animales y que también tuvieron su serie animada).

La trama sencilla, además de llevarlos de aquí para allá en busca de una reliquia, plantea la idea de confiar en el “otro”, siendo los humanos para los Transformers y viceversa. Tanto unos como otros están mejor escritos que en la pentalogía de Bay, pero son tantos los personajes en pantalla que no logran despegarse de su bidimensionalidad.

En cuanto a las escenas de acción, están a la orden del día, con un cierre que retoma lecciones aprendidas tanto en la primera película de Avengers como en Avengers: Endgame, pero sin la originalidad de cada caso. Y (hay que decirlo) sin el sello de calidad de Bay.

Hablando de originalidad, tal vez ese sea el elemento que defina el disfrute de cada espectador. Quienes quieran seguir viendo a esos hermosos pedazos de chatarra pegándose entre sí (sin terminar de entender qué tan poderosos o frágiles son) tendrá una cita obligada en la sala de cine. Si ya están hasta la tapa del carburador de verlos, no hay tantos elementos como para que esta entrega los conquiste.

Transformers: el despertar de las bestias, dirigida por Steven Caple Jr. 127 minutos. En cines.