Una buena forma de definir a Manuel Capella, el Gallego, es preguntarle a Aldo Novick, director del documental, sobre su vida y obra, que se estrenará este sábado a las 16.30 en el teatro Solís. "Fue un cantor que no fue de los más famosos, de los más conocidos, ni de los que tuvo mayor difusión. Pero sí un hombre con un gran sentido solidario cuando las cosas se apretaron", expresó Novick.
Nacido en Salamanca, llegó a nuestro país con tres años, y sobre fines de la década de 1960 se vinculó al movimiento de músicos que integraban artistas como Alfredo Zitarrosa, Washington Carrasco o Numa Moraes. Cuando le tocó exiliarse, "organizó peñas y espectáculos para mandarles dinero a presos políticos en Uruguay", destacó Novick.
"Era un hombre de barrio, uno más, pero además cantaba. Tenía una voz impresionante y unos textos realmente fantásticos. A través de su obra, 450 piezas registradas en Agadu, y de las cartas y cuadernos que nos prestó su esposa, comenzamos a armar el guion del documental, que se basa en las cartas de un exiliado que se comunicaba con sus amigos en Uruguay".
Capella falleció en mayo de 2013 y la idea de hacer un documental surgió en diciembre de ese año, luego de un encuentro. "Invitamos a amigos, artistas y periodistas a que hablaran o cantaran sobre Manuel, y cada uno hizo lo que quería. Ese día ya me quedé con la idea". A la larga carrera como fotógrafo y gestor, Novick sumó la de transmitir el Carnaval durante dos años, hasta que llegó la pandemia y tuvo tiempo de parar y ponerse a trabajar.
"Me senté en la computadora y empecé a pensar y a tirar ideas. Contacté gente y así fui armando un rompecabezas. Llamé al Pepe Guerra, a Numa, a Fernando Cabrera, pero ninguno sabía quiénes eran los otros artistas que iban a participar. Una vez que tuve la lista, la hice pública entre ellos. Empezamos a buscar una fábrica, porque yo quería una fábrica vieja, abandonada. Hablé con el sindicato de Funsa, que me dijo que no podían sacar las máquinas, y les dije que eran parte de la escenografía", relató.
Como el edificio no tenía corriente, habló con Víctor Lampariello para montar audio y luces "como si fuera un espectáculo", y se sumó Martín Blanchet como iluminador. Hizo un acuerdo con Sondor para trasladar un estudio de grabación y un técnico hasta la fábrica mientras durara el proyecto, y con Josema Ciganda resolvió el asunto de volar un dron por encima del barrio Villa Española. "Así se hacen muchas producciones uruguayas que no cuentan con un respaldo económico. Muchos proyectos se hacen por la participación y la buena voluntad de muchos artistas y técnicos que los hacen viables", señaló.
"Montamos un set, donde se grabaron todas las partes en vivo, y con una mesa vieja quisimos simular un estudio de radio. Un lugar en donde, por ejemplo, Vera Sienra, Macachín [Gustavo Wojciechowski], Tabaré Rivero o Eduardo Nogareda leen textos de Manuel, cada uno a su estilo. Ahí mezclé la poesía de Macachín con la de Nogareda o la lectura que hace Pedro Dalton. Queríamos gente de diferentes generaciones y estilos musicales. Pedro me dijo: '¿Cómo querés que lea esto?'. Y le dije: 'Pedro, como Chillan las Bestias'. Y me miró y se reía", agregó.
Con temas que habían sido grabados y otros inéditos comenzó la selección de los músicos. "Empezamos a seleccionar. Dije: 'A Diane Denoir le tengo que dar este tema'. No le dimos opción. A Carlos Benavides le dijimos: 'Tenés dos o tres temas para elegir'. A algunas personas les dábamos opciones, pero muy pocas. Yo buscaba el texto de acuerdo al estilo musical del artista, pero no queríamos un cover, sino una versión a su estilo. Por supuesto que a Fernando Cabrera no tengo necesidad de decirle qué es lo que tiene que hacer, porque haga lo que haga me va a encantar. Y me encantó la versión de Fernando Cabrera. Es impresionante".
"Cacho Badín, del grupo Hojas, de la época de Discódromo, me preguntó cómo quería que interpretara el tema. 'Como interpretabas los temas de Hojas en la década del 70'. Les dimos libertad de usar su propio estilo con las obras de Manuel Capella. Eso es lo que va a encontrar la gente en el documental: un montón de canciones digitadas, con la libertad de hacer los arreglos".
Para acompañar a los invitados se formó un grupo base, con Eduardo Larbanois en guitarra y arreglos, Martín Ibarburu en batería, Nico Mora en bandoneón y Popo Romano en contrabajo. "Cada artista tenía la opción de hacer cinco o seis veces el tema. Si en esas cinco o seis pasadas el tema quedaba bien, seguía para adelante. Si no, no había vuelta atrás. No se podía volver a rodar por un tema de presupuesto. Gustavo de León hizo la mezcla de las tomas, se las hicimos escuchar a los músicos y después de que quedó la mezcla pronta pudimos poner las tomas de las cámaras para hacer el video".
"Llegó un momento en el que teníamos como 140 archivos diferentes de pequeños clips para editar", confesó Novick. "Empezamos con un documental de cuatro horas, que lo bajamos a tres, después a dos horas y media, y al final quedó de dos horas y once minutos. No lo voy a cortar más. Yo respeto que los códigos del cine sean determinados, pero también puedo poner mis códigos. Trabajé con los artistas que me gustaban y me gustan, respeto sus reglas, pero también pongo las mías. No voy a sacrificar determinadas cosas, hasta la fuente que elegimos para los sobreimpresos o las transiciones". De todas maneras, está previsto que la banda de sonido completa se suba a Spotify este mismo sábado.
Además de la función en el Solís, está confirmada una exhibición en Cinemateca y una docena de presentaciones en Canelones, empezando por el teatro Politeama a fines de setiembre. "Después tenemos una función en octubre en el local del PIT-CNT, otra en el local del sindicato de Sutel y otra con la gente de Fenapes. Además, hay ocho funciones acordadas con Fucvam en cooperativas de vivienda, para lo cual nosotros vamos a contar con infraestructura propia".
Gallego: Manuel Capella, de Aldo Novick. Sábado 26 de agosto a las 16.30 en el teatro Solís. Entradas: $ 400 en Tickantel y boletería del teatro.