Hace exactamente 20 años, Disney estrenaba una película basada en una atracción de sus parques de diversiones, como si el Parque Rodó produjera una película sobre el Gusanito Manzana, pero luego recaudara 654 millones de dólares y la siguieran cuatro secuelas. Piratas del Caribe se convirtió en una de las 20 franquicias cinematográficas más taquilleras de todos los tiempos gracias a sus aventuras a ritmo de matiné y –justo es decirlo– a su extravagante protagonista. Jamás lograron repetir la perfección de la primera, pero esa es una conversación para otro momento.

Ante semejante éxito, y conociendo cómo funcionan los cerebritos de los estudios de Hollywood, parece extraño que hayan esperado tanto tiempo para estrenar otra historia inspirada en atracciones de sus parques. Y la respuesta es que ya lo habían intentado antes, pero nunca con tanto éxito: en 2000, Brian de Palma dirigió Misión a Marte y también hubo películas de Tomorrowland (Brad Bird, 2015) y Jungle Cruise (Jaume Collet-Serra, 2021), entre otras.

Es más, la película que hoy puede verse en las salas de cine es la segunda que tiene como origen la casa del terror de Disneyland y Disneyworld. En noviembre de 2003, apenas cuatro meses después de la primera Piratas del Caribe, llegaba La mansión embrujada, dirigida por Rob Minkoff (uno de los codirectores de El rey león) y con Eddie Murphy a la cabeza. Ni la taquilla ni la crítica los acompañó, así que dos décadas más tarde el estudio decidió visitar la casa fantasmagórica por segunda vez. Todo indica que esta tampoco dará origen a una saga multimillonaria.

Mansión embrujada (sin el artículo) acaba de estrenarse de la mano del director Justin Simien, el mismo de la película Dear White People y su posterior serie de Netflix. Al igual que en la anterior, varias personas vivas terminan interactuando con una gran cantidad de personas muertas dentro de una enorme casa en Louisiana, en el sur de Estados Unidos. El guion de Katie Dippold, coescritora de la versión femenina de Cazafantasmas, intentó combinar elementos de terror y humor en busca de un entretenimiento para toda la familia, pero se quedó a mitad de camino.

Como suele ocurrir en estos últimos tiempos, se le escapa a la idea de una historia que pueda resultar lineal, así que tendremos a varios personajes que llegarán de distinta manera a la mansión de marras, para luego formar equipo y enfrentarse a lo sobrenatural. Por eso, en los primeros minutos es necesario presentar a los integrantes del elenco, intentando no descuidar el motivo por el que fuimos al cine.

Ben (LaKeith Stanfield) es un astrofísico que inventó una cámara para fotografiar espectros, pero su vida dio un vuelco y ahora es guía turístico en Nueva Orleans. Kent (Owen Wilson) es un sacerdote contratado por Gabbie (Rosario Dawson), quien acaba de mudarse al sitio embrujado junto a su hijo Travis (Chase W Dillon). Danny DeVito es Bruce Davis, un experto en mansiones antiguas, mientras que Tiffany Haddish es la médium Harriet.

Un grupo de perdedores, muchos de ellos lidiando con diferentes clases de pérdidas, se ven obligados a luchar contra seres de otro mundo. Lo que en los papeles resulta atractivo termina fallando, especialmente en lo que parecerían ser sus dos cometidos principales: asustar y hacer reír. Asustar es bastante sencillo, incluso sin recurrir a tácticas burdas (pero eficaces) como el sonido que te sorprende y te hace saltar del asiento. Y los años 80 nos demostraron que se puede dar miedito sin que ello signifique dejar al público menudo fuera de la sala. Sin embargo, Mansión embrujada nunca termina de separarse de una aventura genérica contra monstruos malvados.

En lo personal, lo que me decepcionó fue lo poco que me hizo reír. El guion está pensado para generar risas y cuenta con intérpretes que saben generar carcajadas (DeVito, Wilson y Haddish, particularmente), pero los chistes no funcionan, en algunos casos porque la edición perjudica al timing y en otros porque simplemente no son tan graciosos.

La trama no logra sacarle el jugo a la “cámara cuántica” del protagonista, así como el villano no logra explotar su debilidad de modo convincente. Por si fuera poco, la decisión de que los fantasmas tengan una estética cartoon similar a la de la atracción original termina de sacudir cualquier intento de construir un verosímil. Los mejores momentos parecen transcurrir en Nueva Orleans, sitio que Simien retrata con toques de Treme y otros de episodios en exteriores de Friends.

Quizás con el tiempo desarrolle cierto estatus de culto, como ocurrió con la versión de Murphy, y pueda disfrutarse en la comodidad de los hogares. Como entretenimiento cinematográfico, en un año que marcó el regreso de los blockbusters, y con la comparación odiosa de Jack Sparrow y compañía, Mansión embrujada puede generar la misma emoción que el Tren Fantasma del Parque Rodó.

Mansión embrujada, de Justin Simien. 125 minutos. Con LaKeith Stanfield, Owen Wilson, Rosario Dawson, Danny DeVito y Tiffany Haddish. En cines.