A pesar de que es una referente del humor rioplatense y de que desde hace muchos años se sube a escenarios, Vanesa Strauch se considera relativamente nueva en el stand up. Artista multifacética, es comediante, vestuarista, DJ, actriz, música y ha formado parte de espectáculos emblema del “humor militante”: Tenemos que hablar, con Malena Pichot (2021), Juntas por primera vez, con Señorita Bimbo (2021), y el reconocido Persona, show de stand up que montó junto a Pichot, Charo López y Ana Carolina entre 2015 y 2019 y que las llevó de gira por varios países, Uruguay incluido.

Strauch también hace radio junto a Pichot y Danila Saiegh en el programa Furia bebe de Futuröck, tiene mucha experiencia en el terreno de la improvisación (fue discípula de Fabio Mosquito Sancinetto, junto a quien dicta clases y participa en sus elencos desde hace más de 15 años) y es creadora, con los comediantes Martín Rechimuzzi y Gabriel Maldonado, del grupo de improvisaciones Impropark.

Dueña de un humor ácido y disruptivo, es desafiante, graciosa y se ha vuelto una referente para la comunidad LGBTIQ+. Este 19 de agosto se presenta en doble función en La Trastienda con su show Por primera y última vez: stand up, canciones y reflexiones en un intento por tratar de dilucidar si es una gran estrella o una señora en decadencia.

Leí que la primera vez que actuaste en tu vida tenías 18 años y fue en un acto en el colegio que era muy aburrido. ¿En qué momento te diste cuenta de que el humor era una herramienta para que todo sea menos gris?

Yo en esa época pensaba que iba a ser veterinaria o algo así; no era la persona que hacía un show en las fiestas infantiles, bailaba o divertía, no era la payasa de la fiesta. Desfilaba en el living de mi casa porque mi mamá vendía ropa y tampoco la pasaba tan bien. Pero también sabía que quería estudiar teatro. Ese día del acto fue casual: la chica que era la mejor del curso (que ahora es una superescritora) no se animó a hablar y me mandaron a mí; subí porque era la que no tenía vergüenza de nada y después que empecé a recitar me embolé y del aburrimiento empecé a improvisar. No pensé algo tan interesante como dijiste vos de “bueno, la vida va a ser menos gris”, pero sí, en ese momento, dije “ah, esto de hacer reír está buenísimo, esto de que yo digo una cosa y se ríen y digo otra cosa y se ríen está buenísimo”.

¿Ahí empezaste a estudiar teatro?

Sí, teatro dramático, pero a mí me daban los papeles cómicos que yo odiaba, siempre renegaba de que era tipo la vecina graciosa o la vieja chusma. Quería ser una actriz seria y hacer las de García Lorca. Pero mientras hacía ese tipo de teatro me acordaba de lo que había pasado aquella vez en el colegio y de que lo “serio” no me daba esa adrenalina. Una vez, estaba caminando por Corrientes y me metí en un centro donde estaba Mosquito Sancinetto haciendo improvisación; yo estaba sola y ahí sí me pasó, como a los 18 años, dije: “Ah, qué chistoso, creo que me saldría bien esto de la impro” y empecé a estudiar con él. Y, como una señal, un día me vinieron a ver una función que era dramática y justo cuando me voy tiro toda la escenografía a la mierda, se cae la pared arriba de los actores y ahí dije: “Ya está, no hay forma de seguir el drama”. Sin intención, tiré toda la escenografía en una obra dramática y todo el mundo se empezó a reír. Era una señal: no luches más. Así que un día no renegué más, me fui yendo para el lado de la comedia y acá estamos.

Pasaste música para gente cheta en hoteles cinco estrellas, sos actriz, música, vestuarista, diseñadora y comediante. ¿Qué te define más? ¿O sos todo a la vez?

Sí, pasaba música en el hotel Faena, mega cheto todo. No sé, creo que me defino más como comediante porque es lo que uno empieza a decir con el “soy tal cosa”, lo que se pone en el pasaporte. Me encanta ser vestuarista y cuando estoy haciéndolo, que es cada tanto y cuando puedo, ya que trabajo con una productora y hacemos giras, estoy 100% en esa, en ser vestuarista. Según donde estoy, me concentro en hacer eso.

Te definirías como comediante, entonces.

Y sí, de actriz desde que tiré toda la escenografía no me llamaron más. Igual, si me llaman, estoy.

También te definís como una persona que hace relativamente poco llegó al activismo feminista.

Sí, llegué de más grande y con la comunidad que tengo, que es la que me define. Yo tengo 50 años y un gran porcentaje de mi vida no fui activista y, si lo fui, no lo sabía. Yo creo que la mayoría de las chicas o de las mujeres somos feministas y no lo sabíamos. Me acuerdo que de niña yo decía que quería ser varón, pero no por un tema de que me gustaban las chicas ni mucho menos, sino porque me divertía más jugando con los varones o me copaban los juegos más brutos con ellos. Y después, con el tiempo, dije “no, lo que yo quería era divertirme, hacer las cosas que quería, que los chiquitos hacían y las chicas no, los juegos que ellos podían hacer y nosotras no”. Entonces era como una feminista inconsciente de serlo. Y mi vieja también; mi papá era marino y estaba muy poquito en casa y mi vieja era la que llevaba todo adelante, además laburaba y hacía todo. La imagen que yo tenía de niña era de una mamá en todo.

¿Cómo se atraviesa ese activismo con la comedia?

No es que me ponga a escribir chistes feministas, yo hablo como feminista porque pienso como feminista, entonces los chistes que se me ocurren son así. Para mí los chistes malos casi siempre van a ser los machistas o los odiantes, todo viene por ahí. Hay una comunión entre lo que pienso y el humor que hago.

Vos te parás siempre del lado de crítica al opresor y eso molesta, incomoda. ¿Cómo te llevás con la cancelación y los palos?

Siempre me pongo del lado del oprimido, me sale natural. A mí no me importa mucho eso del insulto. Además, ¿qué me pueden decir de mí misma que yo no sepa? Yo tenía una banda que se llamaba Motochorras y cantábamos una canción que decía “yo me apropio del insulto”; ahora en la radio a veces llaman chiquites y me gritan “Vanesa vieja puta” y yo los amo. A mí me dicen “vieja” y no me molesta, si yo no soy vieja. Después me ponían la canción “Abuela, la, la” y ahí ya no, “abuela” no me pongas, yo no soy abuela, yo decidí no tener hijos, ¿por qué me decís abuela? O sea, las críticas me afectan si me dicen que no soy graciosa, que soy mala persona o si me dicen “vieja” por mi manera de pensar y no por las arrugas que tengo; lo viejo desde lo rancio sí me molestaría.

¿Cómo te llevás con el debate en redes? ¿Te subís a ese ring virtual?

Yo no me pongo en ese ring, no subo; doy más bola cuando tengo que meter entradas porque es mi trabajo. Si estoy de vacaciones no me importa si me ponen dos likes o quién ve la historia, pero si es algo de trabajo, sí. El debate virtual no me interesa mucho pero tampoco me afecta, el público es re amoroso conmigo y sabe que no me van a lastimar con cosas que por ahí a otros sí. Los haters no me molestan, realmente me divierten. Cuando íbamos de gira yo dormía en la habitación con Malena Pichot y a veces me despertaba de mañana y la tenía al lado puteando gente en Twitter con un entrenamiento impresionante; ella se caga de la risa, le gusta hacerlo y sabe cómo; yo no me sumo a esa porque a veces dicen cosas muy feas o amenazas, onda “las vamos a matar”. Yo estoy tan tranquila que pienso lo que digo. Si uno dice lo que piensa, a quién vota, qué te gustaría que pase, está bien que a la gente no le guste. Es como que te bancás lo que venga. Es una elección.

¿Cómo lográs que ese activismo y esa crítica social no se diluyan entre las risas?

Trato de hacer también, no sólo de decir. Creo que hay que decirle a la gente que pagó una entrada para verte de lo que vas a hablar y tratar de militar en consecuencia de eso, ser consecuente y que no todo quede arriba del escenario. Creo que también es muy importante, cuando viene alguien nuevo, explicar algunas cosas, abrirse e involucrarlo; tenemos un público que en general ya sabe lo que pienso, pero cuando viene alguien nuevo está re bueno que se pueda plantear cosas, es una militancia súper importante para mí. Yo trabajo en Mocha Celis, un bachillerato inclusivo en Buenos Aires que se encarga de promover la igualdad social de las personas travesti, trans y no binarias. Ahí aprendo un montón, estando en contacto todas las semanas con alumnes trans. A veces me da vergüenza decirlo, pero hago un montón de activismo trans, ayudo a que no sólo la inclusión de esos colectivos se reduzca al escenario o a la radio, sino en la vida. Y me avergüenza contarlo porque parece eso de “bueno, yo ayudo a muchos”, y la verdad es que la que sale beneficiada de esa ayuda soy yo. Siempre que ayudé a alguien la beneficiada fui yo.

Decías que el humor siempre ha estado relegado frente a lo dramático. Hay también, en el último tiempo, un bastardeo del “humor de mina”. ¿Cómo lidiás con esa minimización de la comedia hecha por mujeres?

Yo creo que a los shows vienen más mujeres porque son más inteligentes. Y lo gracioso es que cuando un hombre hace comedia no se dice que hace humor para varones, hace humor y punto. Y sí, hay como una cosa hasta de desprecio cuando hablás de la menstruación o si hablás de “cosas de mujeres”, de hacer humor de minita para minitas, como que eso fuera de boluda. Crecimos viendo comediantes riéndose de nosotras, un autobastardeo. Es muy difícil que cambien la cabeza si sigue siendo gracioso el que se ríe de las gordas, de las viejas, de la suegra. Ese chiste yo ya lo entiendo, a mí no me cambiás las cosas de las que me río con esos chistes, pero mucha gente, muchas generaciones y, naturalmente, varones tienen eso de “no me hagas pensar, yo estoy cansado, haceme reír de la gorda, de la traga”. Y eso es vagancia mental, aparte de machismo. Para mí es una pereza de la mente: “Me quiero seguir riendo de lo que me reí toda mi vida, no me hagan pensar, y menos una mujer”. Me parece que son inseguridades de los tipos eso de no aceptar a las mujeres comediantes. Yo estoy tranquilísima y les aseguro que cualquier varón que venga se va a reír; yo soy comediante, no soy comediante para mujeres. Pero si yo soy mujer, ¿por qué no puedo hablar de cosas de mujeres? Si los tipos hablan de cosas de tipos, nosotras hablamos de cosas que nos pasan, somos honestas y muchas veces nos reímos de ser mujeres. Yo me río de un montón de cosas que hago siendo mujer; el humor de mina no es criticar a los tipos.

Pero hay una actitud del público que es más desafiante frente a una mujer, esa cuestión de “a ver si vos me haces reír”.

Puede ser. Con mi público de ahora no me pasa, pero también entiendo que tengo un público muy concreto y que sabe cómo soy y a lo que viene. Pero me ha tocado, más en mis comienzos. Actuaba donde caía y venían varios comediantes varones con sus chistes malísimos y cuando llegaba yo, incomodidad. Recién después, al rato, me cazaban la onda y se empezaban a reír; costaba más siendo mujer.

¿Cómo ves la escena standupera rioplatense?

Bien, hay muchas mujeres más que antes, pero muchas. Nosotras empezamos con Persona en 2015 y ahora es enorme la cantidad de shows de mujeres. Estoy muy feliz porque hay muchas más haciéndolo, más aceptación también; mujeres produciendo y mujeres autogestionadas. Me gustaría ver un poco más de diversidad en el humor, creo que lo que deberíamos sumar son no binarios, chicas o chicos trans, porque hasta ahora lo veo todo muy cis. Antes era de varones, ahora, muy bien, las mujeres hemos conquistado un lugar y es tiempo de ir por eso, me parece. Tampoco hay diversidad con las discapacidades: no hay personas discapacitadas que hagan humor, no ves un comediante en silla de ruedas, por ejemplo.

¿De qué va el show de este sábado?

Son muchos chistes y al final, como siempre, una canción. Es acerca de por qué soy la que soy ahora; es un relato honesto y con muchísimo humor. Me río de mí y también de ciertas características de gente que me parece que ya no van más, hablo mucho de las grietas y de cómo nos seguimos sorprendiendo de las diferencias que hay entre mujeres y hombres hoy en día, de cómo, después de tantos años, se puede seguir adquiriendo cosas nuevas, de la paternidad y la maternidad y un montón de cosas que me interesa profundizar sobre la cuestión humana. Pero básicamente es un viajecito mío, para que vean lo que soy hoy en día y cómo llegué hasta acá.

La última: ¿comediante se nace o se hace?

Hay que estudiar, tachar y tachar, y volver a hacer y volver a probar y volver a fallar y acertar; darte la cabeza y que te vaya mal, muy mal. Lógicamente, un poquito de talento natural tiene que haber, un payasín por ahí escondido, pero más que nada tiene que haber perseverancia, laburo y valor, mucho coraje para pararse ahí a decir cosas. Y tomártelo personal, porque si te fue mal es por tu culpa, así que levantate, sacate el polvo y seguí. Comediante se nace, pero buen comediante se hace.

Vanesa Strauch, Por primera y última vez. En La Trastienda, este sábado 19 de agosto a las 21.00 y a las 22.30. Entradas $ 985 y $ 1.285.