El pintor y escultor colombiano Fernando Botero, conocido por sus figuras voluptuosas (“boteristas”), falleció este viernes a los 91 años en su casa del principado de Mónaco, luego de haber estado internado varios días por una neumonía y transitar su recuperación. El diario El Tiempo lo despidió como “el artista colombiano más grande de todos los tiempos”.

“Mi papá murió con 91 años. Tuvo una vida extraordinaria y se fue en el momento indicado. Se fue con mucha tranquilidad, eso es lo importante”, contó a Caracol Radio su hija, Lina Botero. El artista tuvo cuatro hijos, uno de ellos fallecido a muy corta edad en un accidente en el que el pintor perdió la falange del meñique derecho. Luego lo inmortalizaría en el cuadro Pedrito a caballo, que siempre definió como el mejor de su vida, y decía que la pintura era “una tabla de salvación en medio de los dramas”.

Gustavo Petro, presidente de Colombia, publicó en su cuenta de la red social X que “ha muerto Fernando Botero, el pintor de nuestras tradiciones y defectos, el pintor de nuestras virtudes. El pintor de nuestra violencia y de la paz”. Y agregó: “De la paloma mil veces desechada y mil veces puesta en su trono”.

De esta manera hacía referencia a la exposición de 2004 que retrató las décadas de violencia en su país mediante 42 dibujos y 25 óleos que reflejaban los padecimientos del pueblo colombiano.

Había nacido en Medellín en 1932 y a los 14 años comenzó a vender sus primeros dibujos inspirados en la tauromaquia, pasión que abandonó de manera temprana. Dos años más tarde, sus ilustraciones ya eran publicadas en el periódico El Colombiano mientras realizaba su primera exposición conjunta.

En 1951 se trasladó a Bogotá, donde hizo un buen dinero con sus obras, incluyendo el que le correspondió por el segundo puesto del Salón Nacional de Artistas. De allí viajó a estudiar a Madrid, París y Florencia. “La primera vez que va a Europa, Botero se enloquece con el Renacimiento. El arte moderno no le gustó y entonces decidió hacer una fusión entre el vanguardismo y el figurativismo”, dijo a la BBC el crítico de arte Jaime Cerón.

Fue por esos tiempos que Botero cometió la osadía de pintar una versión voluminosa de la Mona Lisa. “Eso lo convierte en la punta de lanza de la generación de su momento, porque estaba buscando universalizar elementos de la cultura antioqueña sin caer en la glorificación nacionalista”. Después de su primera exposición en Nueva York, el crítico de News describió sus retratos como “fetos de Mussolini con una campesina idiota”, pero lo cierto es que su “Mona Lisa a los 12 años” fue adquirida por el MoMa y la explosión del arte pop ayudó a que su lenguaje y sus temáticas fueran mejor aceptadas.

En 2019, entrevistado por ABC, Botero se había referido a sus obras alejadas del naturalismo. “Nunca he trabajado con modelos ni he puesto una naturaleza muerta encima de la mesa para pintarla. Todo me viene de la imaginación, nunca he querido ser prisionero de la realidad”.

Durante los años 80 sus lienzos comenzaron a incluir a personajes como la familia presidencial, lo que para Cerón marcó “su declive”, ya que “la crítica del arte no vio con buenos ojos que se acercara a las élites reales de Europa y a los alcaldes de las grandes ciudades”. De todas maneras, ese acercamiento lo llevó a exponer sus inmensas esculturas en la Quinta Avenida de Nueva York, la avenida del Prado de Madrid o los Campos Elíseos de París.

Mientras algunos críticos consideraban su obra como “patética”, realizaba muestras a las que acudían cientos de miles de personas, como la del Palacio de Bellas Artes en México o el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Y sus obras aumentaban en cotización hasta llegar a la venta de la escultura Hombre a caballo en la casa Christie's de Nueva York por 4,3 millones de dólares el año pasado.

En mayo de este año había muerto Sophia Vari, su esposa durante casi medio siglo, a los 83 años. También había sido una artista que trabajó la pintura, el dibujo y la escultura, con obras que actualmente pueden verse en Park Avenue, en Nueva York.

Botero en sus propias palabras

"Siempre hubo una tendencia al volumen muy grande. Cuando empecé eran así; y luego, cuando supe de la historia del arte, sentí que podía parecerme a la época azul de Picasso. Y enseguida me perdí en un bosque de cosas atractivas, monumentales y volumétricas, me encontré con Masaccio, Giotto o Piero della Francesca... Empecé a identificarme con esos artistas, pero en ningún momento dejé de creer que el camino que uno tiene es el verdadero. Pintar es crear un estilo; si hay convicción el estilo nace por sí solo", dijo en 2019 a El País de Madrid, donde también se refirió a su popularidad: "La gente que ve un Botero lo recuerda, se le graba en la mente. Yo lo veo a un kilómetro, y sí, la gente lo busca. Está mal que lo diga, pero soy el pintor vivo que más ha expuesto en el mundo, incluido China. Allí dicen: '¡Hasta los niños chicos reconocen un Botero!'".

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