El historiador y politólogo Gerardo Caetano fue convocado por el programa Ciclo, de la diaria, para que opinara acerca del rol que cumplieron las campañas electorales en la vida política de Uruguay, desde el comienzo del país como territorio independiente hasta nuestros días.
“En el siglo XIX prácticamente no había campaña electoral, porque era una política de notables, de doctores. Votaba menos del 5% de la ciudadanía, de modo que no había pueblo que captar”, aseguró Caetano acerca de los inicios de la publicidad electoral. De ese modo, las campañas se reducían al manejo de la prensa. “Los doctores leían; la idea era que todo partido debía tener su medio de prensa”, señaló. “Los distintos sectores tenían aquellos diarios-sábana gigantescos, que no se vendían en la calle, sino que iban por suscripción a las casas, y la política empieza a popularizarse en las décadas finales del siglo XIX y, sobre todo, en el siglo XX. El primer diario popular, por llamarlo de algún modo, fue El Día, más chico, que se podía doblar y era vendido más barato, de a vintén”, dijo respecto del periódico fundado por José Batlle y Ordóñez en 1886.
“La política de masas comienza a verse en algún sentido antes de la reforma constitucional de 1919, pero, sobre todo, a partir de la segunda Constitución. Generó otro clima, otro espacio político. Hasta entonces, votaban menos de 50.000 personas en todo el país y además bajo un sistema fraudulento de voto público. Mientras que no hubo garantías para el sufragio, la competencia electoral era muy reducida”. La disputa electoral era entre integrantes del Partido Colorado, con un Partido Nacional que recelaba incluso de inscribirse a las elecciones.
La primera elección con voto secreto fue en 1916 y allí ganó la oposición por primera vez. “Antes tenías un electorado muy pequeño, en el que el 40% eran funcionarios públicos. Si votaban públicamente contra el Partido Colorado, perdían el trabajo. Con la incorporación de las garantías electorales, ahí sí. Primero con el sufragio masculino universal, a partir de la ley de 1932, y a partir de las elecciones nacionales de 1938, con el voto de la mujer. El electorado se multiplica y la competencia se vuelve muy pareja. Ahí sí comenzó una campaña masiva, que tenía toda la dinámica de la segunda Constitución, lo cual generaba elecciones casi anuales”.
“Comienza otra manera de encarar la campaña. Si bien persistía la idea de que todo sector político tenía que tener su diario, se desplegaban otro tipo de campañas. Había manifestaciones de otro porte, como un partido empresarial, la Unión Democrática, que en 1919 solamente presentó listas en Montevideo, utilizó aeroplanos tirando volantes desde el cielo. Era todo muy raro. Luis Alberto de Herrera fue un gran innovador con el Tren Relámpago, que luego utilizó también el Partido Colorado”. La iniciativa llevó al candidato nacionalista por los más diversos puntos de nuestro territorio.
Antes de los jingles, estaban los himnos. “En las grandes manifestaciones del Partido Nacional tenían el Himno Nacional y la ‘Marcha de Tres Árboles’. Las grandes manifestaciones del Partido Colorado tenían ‘La Marsellesa’ y el himno a Garibaldi. Y en las grandes manifestaciones de los partidos de izquierda, sobre todo los socialistas, sonaba la Internacional. Eso cambia con los clubes seccionales jugando un rol muy importante, con las grandes recorridas nacionales, en las que se quería buscar captar el voto, y en una política en donde el pueblo decidía”.
Se incorporan los actos masivos y se suma la radio como un nuevo medio de comunicación de masas en los años 1920 y, por lo tanto, de transmisión de ideas: “Se dice que la primera radio fue la Radio Paradizábal y que el primer mensaje de corte político fue de José Batlle y Ordóñez en una alocución sobre los derechos políticos de la mujer. Esto revolucionó, y fue sabiamente utilizado por algunos dirigentes políticos que fueron de alguna manera adelantados”.
“Ya en los años 1940 y 1950 tenemos otra campaña, en la que los volantes eran fundamentales, la competencia se había masificado y los jingles electorales eran fundamentales”. “Algunos jingles comenzaron con la radio, in crescendo, y otros eran jingles de campaña que acompañaban la oratoria de los candidatos en los actos. Muchas veces eran realizados por murguistas, otras por coros más clásicos. Había distintos tipos de música, pero poco a poco comienzan a orientarse a una lógica popular, ya que la política había dejado de ser de notables. La captación del voto popular era sumamente importante y los jingles de alguna manera tenían que responder a eso”.
Las elecciones se vuelven competitivas y en 1958 hay un gran momento de inflexión. “Wilson Ferreira decía que el Partido Colorado era el nombre que los uruguayos le daban al gobierno, y en 1958 perdió en 18 de los 19 departamentos. Solamente ganó en Artigas, y perdió sus dos grandes bastiones electorales, que eran Montevideo y Canelones. Fue una derrota total”, opinó Caetano. En esa elección, el Partido Nacional ganó “por goleada” y volvió a triunfar en 1962, logrando el gobierno en el Colegiado Integral.
Jingles y personalismo
“Luego la reforma naranja lleva al retorno del presidencialismo, con campañas mucho más orientadas a las grandes figuras, a la figura presidencial”. Por esa época se dio también un cambio de figuras, debido a la muerte de los grandes líderes. “Esa política de partidos, con un perfil muy fuerte de las figuras, comienza a reformularse”, sentenció Caetano.
Los jingles articulaban estas nuevas realidades. “Cuando en 1962 el Partido Colorado, todavía con Luis Batlle Berres, quiere retornar a la hegemonía del gobierno, una famosa murga cantó: ‘Se van, se van los blancos, se van y no vuelven más’. Eso, con música del Carnaval, buscaba incorporar la dimensión popular. También había otro tipo de jingles, con ritmo candombero. La agrupación batllista Pregón, de Alba Roballo, utilizaba el candombe como su vía musical para los jingles. Y ahí comienzan a especializarse los que podríamos llamar ‘asesores políticos electorales’, que muchas veces eran los propios dirigentes, pero que otras comenzaban a ser lo que hoy llamaríamos comunicadores, que cumplían con varios oficios”.
Si la radio había transformado la campaña, llegaría un cambio aún mayor. “La televisión, a partir de los años 1960, comienza a ser el núcleo de cada campaña. Mucho más que ahora. Hoy estamos en el mundo de las redes y, por lo general, se sobreestima la llegada de la campaña televisiva, pero en los 60 no había redes y la campaña televisiva era clave”, remarcó Caetano.
“Entonces esa política de partidos, pero ya con un perfil muy fuerte de las figuras, comienza a reformularse. Y ahí está la elección de 1971, que es una elección de inflexión, con figuras centrales”. Se afirman los expertos en comunicación de imagen y cada partido proyecta imágenes diferentes. “La voz de Alfredo Zitarrosa y ‘El violín de Becho’ como telón de fondo de la convocatoria frenteamplista, o música rural detrás de la convocatoria de Óscar Mario Aguerrondo, candidato de la alianza herrero-ruralista. O las imágenes que afirmaban la idea de un hombre fuerte atrás de Jorge Pacheco. Todo se había transformado”.
En un escenario cargado de violencia, esa elección “buscaba dirimir electoralmente una confrontación que terminó finalmente en el golpe de Estado”, aseguró el historiador.
Marchas militares, resistencia y consignas
Los dictadores también tuvieron sus formas particulares de comunicar. “Inicialmente, los militares utilizaban música que no era la música militar. En febrero de 1973 utilizaron a Los Olimareños con ‘A don José’. Había una mezcla muy rara y la fuerza política tenía que ver con la confrontación de mensajes, y en la dictadura quedó marcada a fuego la tristemente célebre ‘Marcha de Ituzaingó’, que era la marcha de las Fuerzas Armadas”, recordó Caetano.
“La dictadura tuvo su política comunicacional. La Dinarp [Dirección Nacional de Relaciones Públicas] comenzó a utilizar no solamente imágenes para sus informativos, sino también una música que rodeaba. La música militar era el telón de fondo de esos informes oprobiosos en los que estaban las listas de los capturados, recusados y buscados, donde muchas veces había mentiras y operaciones psicopolíticas. Y la respuesta eran visiones contrapuestas. Eso pasaba por el canto popular, con canciones como ‘A redoblar’, en el Carnaval con las letras de alguna murga que sobrevivía, o incluso en el candombe como forma de resistencia”.
Con el retorno de la democracia, la política volvió al núcleo del espacio público. “Las campañas fueron cambiando en paralelo con el cambio tecnológico. Es muy distinta una campaña hoy, cuando las redes son el ágora fundamental, de aquellas en que se reconfiguraba la competencia política a través de las imágenes y de los mensajes radiales. En el período de reinstalación democrática tuvimos cosas muy simbólicas. Las campañas son también lemas, y en 1985 el lema que eligió Julio María Sanguinetti, y que finalmente prevaleció, fue ‘El cambio en paz’. La música acompañaba eso”.
El hijo de Lacalle
En las elecciones de 1989 las imágenes fueron distintas. “Muerto Wilson Ferreira, el turno hipotético del Partido Nacional quedaba en manos de un Luis Alberto Lacalle Herrera que no tenía 50 años, y esa imagen de juventud relativa, con un experto electoral como Antonio Manino Mercader, era muy fuerte. El actual presidente, que era un niño, aparecía en muchos spots publicitarios junto a los otros dos hijos de Lacalle Herrera y Julia Pou”.
El Frente Amplio tuvo un impacto inédito: “Tabaré Vázquez estuvo asociado a un liderazgo de dimensiones populares que la izquierda uruguaya no había conocido. Ni que hablar cuando se consolida el liderazgo de José Mujica, con esa asociación tan simbólica con la Catalina y con otras murgas”.
“Todo se orienta en una perspectiva nueva, con una transformación de época en los últimos diez o 15 años, en donde emerge una nueva política. Las campañas ya no debaten ideas, ni siquiera confrontan los partidos, sino que los que confrontan son los líderes. Y pueden confrontar desde imágenes muy disímiles: desde las imágenes actuales de Andrés Ojeda haciendo fierros, Luis Lacalle Pou haciendo vela o las imágenes de Tabaré Vázquez y Mujica refiriendo a ciertos símbolos de corte popular de la izquierda”.
“Hoy vivimos una política en la que predominan las percepciones, las emociones, en la que no confrontan fundamentalmente las ideas, los candidatos juegan un rol muy preponderante, se buscan disrupciones impensables en la política anterior y las imágenes cambian sus códigos. Imaginen lo que hubiera sido hace diez años una fórmula del Partido Nacional que tuviera a Valeria Ripoll. Impensable. O un candidato por el Partido Colorado como Ojeda. Impensable. Y eso, en otros formatos, también está llegando a todas las otras corrientes”.