Diego Presa no para. A días de la presentación oficial de su quinto álbum Flor abierta ―sexto, si contamos el EP Visitante―, acaba de lanzar un nuevo sencillo, esta vez en formato trío con las guitarras de los argentinos Nahuel Roth y Juan Ravioli. La canción elegida, “Oficio del cantor”, de su colega porteño Palo Pandolfo, dice y define: “¡Ay! oficio del cantor / que sabe abrazar / placer también dolor / Pues cantar / es un gesto de valor / para comunicar / locura y esplendor / siempre la pasión / y el amor / que viene y va”.

Entretanto, sigue su actividad en dúo con la artista argentina Julieta Díaz y está grabando un nuevo álbum con Buceo Invisible, la nave nodriza de esta historia. Pero Flor abierta merece la estación, el claro en la selva de proyectos. Porque consolida una carrera que ya acumula 15 placas ―entre los proyectos mencionados y El Astillero― y sintetiza su estrecha relación entre la música y la poesía, entre la canción de autor y el rock and pop, siempre en el callejón de lo alternativo, en el borde de lo popular, palpando el musgo de la melancolía, entre la metrópolis y el campo, cual cardenal aquerenciado en el asfalto, tan montevideano como Onetti, Zitarrosa o el barrio del Buceo.

En la sala Hugo Balzo, Presa se presentará con banda completa e invitados, con la intención de emular el sonido creado “muy de a dos” con el guitarrista y productor Jota Yabar. “Es una excusa para reunir un grupo de trabajo que me estimula mucho, siento mucho placer en tocar con estos músicos y músicas”, dice sobre la tripulación con la que repasará sus nuevas canciones y las otras, las de toda la vida.

Antes de la velada, nos recibió bajo un enorme y añoso anacahuita del Centro, en una mañana de primavera abierta como las flores que pululan en sus versos.

Foto del artículo 'Diego Presa presenta Flor abierta este jueves en la sala Hugo Balzo'

Foto: Ernesto Ryan

Definiste el sonido de este disco como “en expansión”. ¿Por qué?

Fue un concepto que fui pensando después. Hay una expansión en cuanto al sonido, pero también a los estilos y a los paisajes trazados en las canciones. También en las letras hay una tensión entre alguien que está solo y alguien que se quiere comunicar con un nosotros, con una cuestión más amplia, política si se quiere.

En el sonido hay una diferencia clara con Visitante, tu anterior trabajo.

Sí. Es una respuesta al Visitante, si se quiere. De alguna manera, lo concebí así. Cuando trabajo solo, o casi solo, todo se basa en deseos que trato de interpretar, como fuerzas inconscientes que trato de estructurar de alguna manera. Y, por otro lado, se basa en caprichos también, en el placer, en las ganas de… La idea que existía detrás del Visitante era un disco basado en mi voz y en la guitarra de mi abuelo, una guitarra de cuerdas de nailon. De alguna manera era un viaje a un sonido que me había acompañado en mi infancia. Esa guitarra y algunos ritmos, algunas cadencias de la milonga, tamizado por mi filtro, que tiene otras influencias. Y acá, justamente, tenía ganas de hacer otras cosas, sobre todo, a nivel de sonido y de instrumentación. Agregar todas esas cosas que de alguna manera estaban vedadas en el trabajo anterior.

¿Cómo definís la sustancia de un disco? ¿Partís de una idea o la vas encontrando en el proceso?

Me baso en el cuerpo de canciones, siempre. Una vez que tengo un conjunto de canciones en el que me parece que puedo entrever cierta estructura, cierto dibujo, cierto diseño, un viaje posible, empiezo a pensar en estas cosas. Siempre parto de las canciones, no de un concepto. Incluso, me gusta más pensar en una multiplicidad de conceptos, o en conceptos que multipliquen otros sentidos, no basarme en una idea sola.

¿Por ejemplo?

En este disco, concretamente, había una intención de expandir el límite de los paisajes sonoros, pero a la vez hay un viaje que tiene que ver con una búsqueda muy terrenal, por un lado, que tiene que ver con el cuerpo, con el misterio del encuentro con los otros, el misterio de lo femenino. Y después, lo que te decía hoy, un intento de comunicarme, de asir un posible nosotros. Son cosas que van surgiendo cuando tenés todas las canciones arriba de la mesa.

La naturaleza siempre está presente en tus canciones, las flores, las aves, cierta mirada paisajística, como de carretera.

Son imágenes que reaparecen inevitablemente. Lo de los pájaros, por ejemplo, es algo que viene de una cuestión medio familiar, de mi abuelo, que era un tipo muy atento a la naturaleza, quizás de una manera un poco más agresiva, propia de su generación. Vivía parte de la semana en San Luis, una parte bastante alejada, bastante agreste.

¿El mismo de la guitarra?

Sí. Después, mi viejo es un amante de la naturaleza y específicamente de los pájaros, es un tipo que filma pájaros, edita videos, se va al monte durante horas, viaja por todo el país buscando nuevas especies. Entonces hay algo ahí que resuena.

¿Y las flores?

Hay algo que tiene que ver con lo sensorial ahí, y con lo erótico. Son símbolos que tienen que ver con ese universo.

¿Cómo decidís para cuál de tus múltiples proyectos va la canción que tenés entre manos?

Es algo que voy encontrando en el camino. Tiene que ver con el contexto también. Ahora terminé un disco solista y abro la cancha para que las canciones que vayan surgiendo o las cosas que vaya escribiendo puedan tener su lugar en alguno de los otros proyectos. Pero a veces se da también porque hay canciones que tienen sus características bien marcadas. Si es una canción que puede tener un desarrollo instrumental más profundo, probablemente piense más en Buceo; otras cuyas líricas tal vez son muy íntimas, muy personales, muy para defender yo solo, evidentemente van a aparecer más en un trabajo solista. También me di cuenta, después de trabajar con Julieta, que el compositor de canciones que está en esos discos es bien distinto del de los otros proyectos, y no lo hice por gusto, fue algo que supongo que estuvo influido por el timbre de voz de Julieta, por el hecho de estar viajando, cruzando el río siempre, de un lado para el otro.

El agua: ahí hay otro elemento constante.

Exactamente. Ahí apareció el río, está muy presente en esos trabajos. Fue de una manera absolutamente inconsciente, sin buscarlo. Fue algo que apareció. Entonces, hay cosas que domino y cosas que no, en este oficio.

¿En algún momento te viene el miedo a la hoja en blanco?

Hace unos años que no. No pienso demasiado en eso. Estoy muy concentrado en el trabajo, buscando cosas. Si las canciones no van apareciendo, igual escribo, estoy abierto a lo que vaya pasando. Hace muchos años que no siento el miedo ese de esto se terminó, esto se secó, me voy a tener que dedicar a otra cosa, a la danza, por ejemplo [risas].

Digo lo de la hoja en blanco porque la poética ocupa un lugar central en tu obra.

A mí siempre me atrajo el costado más poético de la cultura rock y también, dentro de la canción popular, ese linaje más emparentado con la poesía. Desde cuestiones internacionales como Patti Smith, Leonard Cohen, REM, aunque no entendía nada las letras, había algo ahí, un misterio que me estimulaba, incluso antes de empezar a tocar la guitarra. Bob Dylan, más adelante Chico Buarque. Y de acá lo que sucedió fue que Hugo Giovanetti Viola, mi profesor de guitarra, que es escritor también, me prestó el casete de Nieblas y neblinas, de [Eduardo] Darnauchans. Yo era un adolescente y él me pasó ese casete y algunas canciones de Dino que tenía grabadas. Darno, Dino, cruzado con [César] Vallejo. Te prestaba libros. Dylan Thomas, el [Federico] García Lorca de Poeta en Nueva York, un libro de [Enrique] Estrázulas, su segundo libro de poesía de los años 60, que se llamaba Fueye. Fue una explosión en ese momento, como encontrar un universo, una posible salida de mi vida cotidiana, de mis conflictos de falta y búsqueda de identidad. En ese momento recibí todas esas influencias que estaban muy marcadas por la presencia de la poesía.

O sea que fuiste a aprender guitarra y apareció otro mundo.

Se me abrieron otras puertas, totalmente. Ahí la figura de Hugo fue muy importante como facilitador, un tipo que se comunicaba muy bien con los adolescentes. Hugo es del 48, creo. Un tipo muy generoso en ese sentido y muy conectado con la posibilidad de abrir mundos.

Y ahora vos sos docente. ¿Cómo te ves en ese rol de abrir mundos?

Trabajo con niños muy chiquitos, de inicial y primaria, desde hace casi 30 años. Es un laburo que me encanta, lo siento necesario, más allá del sueldo. Es un espacio que disfruto mucho. Pero claro, tiene que ver con otras cosas, es otro momento vital de los chiquilines. Básicamente me baso en dos cosas: la jerarquización del silencio, escuchar y escucharse, y abrir la cabeza en cuanto a escuchar cosas distintas.

No tiene tanta diferencia, entonces.

No, no tiene tanta diferencia. Y el placer de cantar juntos, de hacer cosas juntos. Es un trabajo precioso.

Siempre aparece Leonard Cohen en tu discurso a la hora de hablar de referentes.

Sí, es como un maestro que obviamente no me eligió como alumno.

¿En qué sentido?

Justamente, en la relación estrecha entre la canción y la poesía. Leí sus novelas también, que son dos grandes novelas, El juego favorito y Hermosos perdedores. Las escribió muy joven, incluso antes de empezar a componer canciones. Pero ahí hay algo, un vínculo entre la escritura y la música popular, que a mí me parece muy seria en sus términos. Él hablaba de la seriedad, no de la solemnidad. Hay, por un lado, una cuestión estética, vinculada a ese matrimonio entre escritura y canción, pero también hay una cuestión ética: cómo el tipo se paraba frente a su oficio y se la jugaba con lo que escribía. Tiene que ver con eso.

¿Y hoy cómo se debe parar un cantor popular?

Es un momento difícil y probablemente sea el momento en el que se consuma ―verbo espantoso― más música popular. La gente escucha constantemente con los aparatitos ―teléfono, coso― todo el tiempo, como nunca. Y a la vez, no sé si justamente por eso, hay cierta pérdida de importancia en el discurso de la música popular. Está ahí, todavía tiene su fuerza, pero es un momento jorobado. Sobre todo, porque tenemos pocas herramientas para generar alternativas, caminos distintos de comunicación con la gente, con un posible público. Estamos un poco presos de ciertas estructuras.

¿Cómo te llevás con este modelo de la industria de likes, visualizaciones, simples y todo eso?

En este momento es la manera en la que podés mostrar tus canciones, y a mí me interesa que las canciones se escuchen. Tengo algo para decir, me gustaría que se pudiera escuchar, con respeto al público, al escucha, a la persona que se abre a escuchar unos minutos en profundidad algo.

¿Te imaginás cediendo, por ejemplo, en el formato? Esa idea de que el disco ya fue.

Lo que pasa es que no lo veo tan así. Se siguen escuchando discos, yo sigo concibiendo discos, sigo pensando discos. Capaz que es porque nosotros crecimos escuchándolos. Sigo pensando en discos, como estructura, como invitación a un viaje particular, con ciertas estaciones, con ciertos sentidos. La canción, una canción por sí sola, tiene su potencia, por supuesto, pero el disco, a la hora de comunicar, de ofrecer tu trabajo, lo que querés decir, me parece la mejor manera aún.

En tus trabajos, por más hacia el rock que se vayan, está presente la raíz folclórica. Siempre aparece algún ritmo ternario, valsecitos, cosas así.

Cierto, a mí me gusta mucho. Es un poco lo que hablábamos, este es un oficio en el que parte del trabajo se hace de manera inconsciente, sin que pase por la vidriera, está más oculto, oculto de uno mismo; son intenciones que uno va descifrando con el tiempo. Hay algo que no sé si no tiene que ver con el fraseo, con la manera de decir, con la forma en que concibo las melodías, hay una cuestión rítmica que me acompaña y que tiene que ver más con los ritmos ternarios a veces. Está emparentado con varios folclores de esta zona del mundo, sin dudas, pero también del folk, folclores irlandeses, ingleses, después norteamericanos, donde también el 6x8 está presente. Hay matices interesantes entre distintas maneras de abordar ese pulso.

Recién hablabas del fraseo de la voz; en tu caso es muy fácil de identificar, como una marca registrada, a esta altura.

La voz es algo muy misterioso también. Perdón que insista en esto de no controlar demasiado lo que uno hace. Yo no me doy cuenta, para mí es algo natural. Nunca estudié canto, ha sido como un camino de descubrimiento a partir de la experiencia de cantar. La voz es una entidad muy particular, algo que está en tu cuerpo, pero es aire, es algo a veces intangible. Por supuesto que hay herramientas; mucha gente estudia y las reconoce, las clasifica. Yo no podría explicar cuáles son las herramientas que tengo para cantar, pero sí, fui encontrando una manera de decir.

El oficio.

El oficio del cantor, exacto.

Diego Presa presenta Flor abierta. Jueves 14 de noviembre a las 21.00 en la sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional Adela Reta del Sodre. Entradas en Tickantel a $ 900. 2x1 para la diaria.