La palabra del año 2024, según el Oxford English Dictionary, es brainrot: literalmente, “podredumbre cerebral”, y, más técnicamente, “deterioro del estado mental o intelectual de una persona” debido a sus consumos digitales. La contraparte de este fenómeno es la tendencia a la búsqueda y creación de espacios más seguros y saludables en la web. Así, no extraña observar el éxodo masivo de la plataforma X (ex Twitter) tanto por actores reconocidos de la sociedad civil como por usuarios comunes y corrientes.

El sitio ha estado en caída libre absoluta desde las elecciones estadounidenses, y el 6 de noviembre experimentó su mayor éxodo desde que Elon Musk compró la plataforma; los usuarios se apuraron a probar aplicaciones como BlueSky y Threads. Así, la batalla para reemplazar a X, que lleva ya un buen tiempo, comenzó un segundo capítulo.

El primero comenzó cuando aparecieron los nuevos términos de servicio, poco después de la adquisición por parte de Musk. Threads, BlueSky, Mastodon, Discord y otros espacios ganaron relevancia como antagonistas de X en un panorama que hoy se denomina posplataformas. ¿Qué tienen para ofrecer estas nuevas alternativas y cómo luce el futuro de la web?

Advertencias tempranas

La salud mental se ha vuelto un tema relevante tras la pandemia, y a raíz de las dinámicas cada vez más tóxicas de redes como la ex Twitter durante 2023 empezaron a aparecer redes que se consideraban más positivas, menos polarizadas y, sobre todo pensando en los públicos más jóvenes, menos expuestas, más privadas y sociales. Experimentos como Be Real, el crecimiento de Discord (un servicio de mensajería instantánea y chat de voz VolP que el año pasado amasó 140 millones de usuarios) y otras aplicaciones como Somewhere Good (dirigida a lo que los estadounidenses llaman “gente de color” y la comunidad queer), Pineapple (una especie de Linkedin para la generación Z), Melon (Pinterest orientado a mujeres), Sane (una plataforma de blogging), Diem (sólo para mujeres) y otros auguraron el comienzo de algo. Una sensación muy clara copó los titulares de medios especializados y las conferencias del rubro, y se catalizó el surgimiento de numerosas startups orientadas a resolver el nuevo problema: ¿cómo hacer que las redes sociales vuelvan a ser realmente sociales y, sobre todo, menos nocivas para nuestra salud mental?

“Los consumidorxs jóvenes están atravesando un momento de saturación. Hiperconectados y, en cierto grado, dependientes de las pantallas, están empezando a sentir el efecto adormecedor de la sobreexposición al estímulo de las redes y del entretenimiento digital. Bombardeados con contenido, mucho de baja calidad, están empezando a buscar activamente formas de regular su actividad en línea. El surgimiento de redes como Arca y BlueSky ilustran esta búsqueda de avenidas alternativas para la conexión entre pares y consumo de contenido consciente”, abre Gaba Najmanovich, consultora estratégica de tendencias que escribe el newsletter Exprimido de tendencias, al comentar la influencia de la generación Z en el surgimiento de estos fenómenos.

“La generación Z (actualmente entre 13 y 27 años) es la gente más profundamente afectada por la adicción digital”, explicaba en un artículo reciente la revista Wired, que propone a los nativos digitales como piezas clave para darle nueva forma al ecosistema digital en los próximos años. Y si nos acercamos a nuestro hemisferio, al tema del cansancio mental, la saturación y también la dismorfia corporal producida por las redes sociales, se suma el problema de la ludopatía, que se está transformando en una verdadera pesadilla para estados, educadores y familias.

Hay que tener en cuenta que la violencia digital y los trolls, el acoso o ataque a periodistas y activistas, o incluso las campañas de odio contra mujeres y grupos minoritarios no aparecen luego del triunfo de Trump. El desafío no es nuevo y los expertos en tecnología han estado tratando de crear plataformas “más saludables” durante décadas. Apuntaban a aspectos problemáticos como el anonimato y la adicción a los me gusta, a la necesidad de moderar las redes y eliminar la publicidad y los bots. Los resultados, en rasgos generales, han sido infructuosos.

La debacle de X

Cuando hablamos de lo que está sucediendo en X, lo que está en juego es mucho más que la salud mental de los adolescentes: incluye factores que van desde la libertad de prensa y expresión a una polarización cultural fogoneada desde dentro mismo de la plataforma, que a su vez defiende intereses políticos muy específicos ligados a su dueño y ofrece cada vez menos garantías de transparencia y rigurosidad en la información que difunde.

En suma, lo que antes era una red abierta, libre, heterogénea y descentralizada que se autorregulaba sola y no les cobraba a sus usuarios, hoy está más cerca de ser un producto de una compañía privada –que sólo funciona bien para los que pagan– con baja moderación, donde prevalece el clickbait, las noticias falsas y, aún más peligroso, los discursos de odio.

“En BlueSky muchas personas justifican su salida de Twitter por los mensajes con discurso de odio, estafas, spam, etcétera. Este fenómeno muestra que los usuarios sí valoran la moderación de contenidos de las plataformas, los procesos y mecanismos mediante los cuales estas detectan y limitan la difusión de contenido que consideran inapropiado”, dice Tomás Guarna, candidato doctoral en Stanford y especialista en estos temas.

Dicho eso, hace referencia a lo que será quizás el mayor desafío de la red de la mariposa los siguientes meses: “La libertad de los usuarios para migrar entre plataformas está limitada por los efectos de red. Aunque algunos usuarios busquen en BlueSky una moderación más alineada con sus valores, la utilidad de una red social depende fundamentalmente de la presencia de sus contactos en ella. Sin una migración colectiva de su red de conexiones, el cambio de plataforma pierde gran parte de su atractivo y efectividad”.

Para completar el cuadro, es importante destacar que la credibilidad de X como red en la que participan distintos actores de la cultura, desde medios periodísticos a figuras públicas de relevancia y otras instituciones, también está en crisis: actores de peso y diarios como The Guardian y La Vanguardia abandonaron el barco X tras la reciente victoria de Trump.

“Esto es algo que hemos estado considerando durante un tiempo dado el contenido a menudo inquietante que se promociona o se encuentra en la plataforma, incluidas las teorías de conspiración de extrema derecha y el racismo. Elon Musk ha podido utilizar su influencia para dar forma al discurso político”, sentenciaba desde un comunicado The Guardian, uno de los tantos medios que optaron por irse, gracias a que su modelo de negocio no es enteramente dependiente de las redes sociales y se sostiene con el aporte de su comunidad.

BlueSky y Threads

“Al momento, además de tener ya 23 millones de usuarios, tiene varios políticos que armaron sus cuentas. Aún no hay manera de certificar autenticidad de los usuarios, pero dicen que están trabajando en ello. Podemos ver al presidente de Brasil, Lula da Silva, y a la expresidenta de ese país Dilma Rousseff, a la diputada estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez y muchos clones de estos mismos que menciono y tantos otros, pero lo cierto es que BlueSky se convirtió en la aplicación gratuita mejor valorada en las tiendas de Apple y Google esta semana”, comentaba Irina Sternik, periodista especializada en tecnología que edita el newsletter #LadoBNews. “Se sintió como volver a la alegría de los que nos iniciamos en Twitter allá por 2007, con más experiencia y amigos. Empoderó a los usuarios con listas de bloqueo masivo de trolls, con una sensación de tranquilidad que no sabemos si perdurará”, agrega.

¿Cuál es la diferencia entre esta red y X? Para empezar, BlueSky es diferente porque, al igual que otros proyectos, como Mastodon, funciona como, en la legislación estadounidense, una corporación de beneficio público, con normativas que la obligan a operar de manera responsable y sostenible. Además, su diseño está descentralizado y federado, lo que significa que avanza hacia un futuro en el que los usuarios pueden ser “dueños” de sus audiencias y pueden trasladarlas a otros lugares, en una acepción ampliada de la “portabilidad”.

A esto hay que sumar la promesa de mayor moderación, menor censura, e incluso la chance de recuperar el tipo de interacción amigable que tenían las viejas redes sociales como Facebook y Twitter en sus inicios. Así, BlueSky podría ser una de las promesas tecnológicas más esperanzadoras del año que termina, en el que la tecnología se mostró bastante amenazante y abrumadora.

“BlueSky se siente más vibrante y más llena de humanos reales que cualquier otra red social en internet en mucho tiempo. Ha superado a Threads como la aplicación más popular actualmente en la App Store”, explicaron desde el sitio de crítica y ensayos sobre tecnología 404 Media. Allí también hablan de dos redes que vienen acompañando el éxodo de X silenciosamente y con resultados desparejos. Mastodon fue creada antes, y tiene mayor complejidad técnica, lo que no la hizo muy popular.

Threads, por su parte, es parte de Meta, la corporación que construyó Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, y que también controla Instagram. El periodista Jason Koebler menciona que si bien Threads se ha vuelto más movida en los últimos meses –recordemos que apenas abrió, a mediados de 2023, se sumaron millones de usuarios que ya estaban pensando en abandonar X–; desde hace un tiempo Meta comenzó a incrustar publicaciones de Threads en Instagram, por lo que todavía no está claro cuánta tracción real posee la nueva plataforma.

También circulan críticas sobre el funcionamiento de Threads: tiene un algoritmo todavía defectuoso (que ahora, indican, será modificado para centrarse en la gente que seguís) y también algo más constitutivo en cuanto al espíritu de sus usuarios, como señala de forma elocuente Koebler: “Está lleno de gente que piensa que Threads está perfectamente bien y no quiere hacer ni el más mínimo trabajo para cuestionar a una empresa que ha dominado las redes sociales globales con resultados desastrosos durante 20 años y que no se molestan en hacer un mínimo de introspección para comprender por qué una plataforma viable que no sea propiedad de Zuckerberg o Musk podría ser algo en lo que valga la pena construir”.

¿Futuro democrático?

Más allá de la nostalgia por las primeras épocas de Twitter –y su posible semejanza al nuevo BlueSky–, los desafíos son numerosos e incluyen temas de salud mental, moderación, retos tecnológicos, participación ciudadana y democracia. “El futuro de las web nos invita a reflexionar sobre las conductas humanas y lo que buscamos a la hora de usar una red social, o, mejor dicho, de usar redes sociales y permitir que ellas también nos usen”, advierte Florencia Barbeira, periodista, conductora y licenciada en Comunicación, corriendo el foco de las tecnologías a las personas.

La revista Nature Human Behavior publicó hace poco un estudio que hace un análisis de más de 35 millones de publicaciones con enlaces a noticias que circularon en la red social con mucha virulencia entre 2017 y 2020. Muestra que tres de cada cuatro usuarios comparten información sin hacer clic ni leer su contenido, lo que habla de una problemática que alimenta la polarización, los sesgos y las burbujas de filtro, más allá de cómo se piensan, desarrollan y gestionan las plataformas de redes sociales. “Compartimos noticias que no leemos, nos indignamos, interactuamos con ese contenido que nos provoca ese sentimiento y el usuario que lo publica saca rédito económico. El mayor problema es que muchas de esas noticias son fake news. A lo que voy con esto es que deberíamos plantearnos también qué elegimos consumir en redes sociales, hasta dónde nos comprometemos con el contenido”, dice el informe.

Esto no implica eximir de responsabilidad a los creadores y dueños de estos sitios; de hecho, como menciona la periodista tech y fundadora de User Mag Taylor Lorenz, bastante tarde y mal está reaccionando Meta ante denuncias por problemas de moderación, shadowbanning (penalizaciones que se aplican a usuarios pero de forma que estos no se den cuenta) y censura política que viene teniendo hace años. “Los sistemas automatizados de Meta se han vuelto demasiado torpes. Los ‘fallos de moderación’ fueron tendencia recientemente en Threads, que ha estado plagado de errores de eliminación en los últimos meses. La empresa se disculpó públicamente después de que sus sistemas suprimieran fotografías del presidente electo Donald Trump tras sobrevivir a un intento de asesinato. Y la propia empresa advirtió que sus errores de moderación corren el riesgo de eliminar excesivamente el discurso político”.

Aunque el problema había comenzado bastante antes de que Musk tomara control de Twitter –por ejemplo, durante la pandemia redujeron drásticamente los esfuerzos contra la desinformación–, Lorenz va tan lejos como para sugerir que ahora desde X están buscando el aval del Congreso estadounidense, dominado por el Partido Republicano, para evitar la mejora de los mecanismos de moderación. Es significativo que una encuesta reciente de Gallup haya arrojado que más del 50% de los estadounidenses confía en las empresas de tecnología.

“Me encantaría ver a Zuckerberg apoyarse realmente en la libertad de expresión en su plataforma y ofrecer a los usuarios controles de audiencia más sólidos y funciones de bloqueo masivo para garantizar que puedan permanecer seguros. Instagram y Threads podrían ser lugares prósperos para el periodismo y el diálogo libre y abierto, pero sería necesario realizar cambios significativos”, cierra Lorenz. ¿Estarán los tecnomagnates dispuestos a asumir algunos de esos cambios? Por ahora parecería que no les seduce mucho la idea.