El precandidato colorado Tabaré Viera propuso reducir la jornada laboral, algo que aparentemente ha funcionado en Reino Unido, donde se llevó a cabo un proyecto piloto que consiste en trabajar cuatro días en lugar de cinco. Al respecto, el riverense habló de “trabajar para vivir y no vivir para trabajar”, un atractivo retruécano, figura retórica que consiste en trocar las palabras, como en los versos de Sabina que rezan “por decir lo que pienso/ sin pensar lo que digo”. La iniciativa del exministro de Turismo recuerda también a las conceptualizaciones del filósofo Jürgen Habermas sobre el mundo de la vida, que en la actualidad se encontraría colonizado por el sistema, que parece negar la vida.
El frenteamplista Yamandú Orsi, consultado al respecto, dijo con toda claridad: “Me encantó. Me encantó empezar a discutirlo”. No faltará quien, suspicaz, suponga que lo que tanto agradó al canario fue lo de trabajar menos y que por eso hizo una pausa ahí y luego se rectificó mostrándose encantado de dar inicio a la discusión. Unos lo podrán acusar de vago y otros dirán que muestra una destacable apertura al diálogo político. Esta idea parece ser popular, dado que la central sindical está a favor y el propio presidente Lacalle Pou se mostró proclive a considerarla, lo que nos pondría en el rumbo de una política de Estado.
Pero Yamandú no dijo “I loved it” ni “Amei”, sino “me encantó”, una oración que funciona igual a “me gustó”, “me fascinó”, “me molestó” o “me perturbó”. En inglés y en portugués dicen “amé eso”, con un claro sujeto en primera persona. En cambio, tomando la segunda oración de Yamandú, el sujeto es “empezar a discutirlo”. Pero ¿cómo puede ser? Simple: el sujeto de una oración concuerda en persona y número con el verbo, como en “me encanta/gusta la cerveza” o en “me encantan/gustan las cervezas”, o, aplicado a este caso, “me encanta/molesta la discusión” frente a “me encantan/molestan las discusiones”.
En nuestra lengua, en secuencias como “me gusta la política” o “me encantan las propuestas”, el hablante utiliza los llamados verbos de afección psíquica, en los que un sujeto inanimado (o una oración como “empezar a discutirlo”) afecta al experimentante (este señor, que no es un sujeto), que se construye como un objeto indirecto que, en nuestro ejemplo, es “me”. Yamandú Orsi es “me”; no hace nada, sino que se muestra afectado, de alguna manera pasivo, frente a ese objeto o idea.
No está solo, sin embargo. Esta afectación es, según la lingüista hispanomexicana Concepción Company, una “obsesión del español”, lengua en que se dice que “se rompió la taza” y no “Juan rompió la taza”. Por otra parte, Adolfo Elizaincín y Macarena González, uruguayos, analizan el cambio que sufrió el verbo gustar (y otros semejantes). Explican que, además de las fuerzas del propio sistema lingüístico, podrían haber influido en este cambio constatable a partir de la segunda mitad del siglo XVI en España fuerzas externas a la lengua. Concretamente, en ese período ocurrió una gran represión religiosa, sobre todo contra aquello que atrajera a los sentidos, de modo que los hablantes habrían percibido que no podían declarar su movimiento hacia algo, su verdadero deseo, sino que habrían preferido, para salvar su imagen, decir que eran atraídos por las comidas, las bebidas y demás placeres, el mismísimo Mal tentador.
En Uruguay mantenemos el “gustar de” para personas, así que “gusto de Juana” parece tener más compromiso que “me gusta Juana”, eso sin hablar del malhadado “gusta tuyo” y “gusta mío”, tema que aquí no cabe. En cualquier caso, a todos “nos encanta la idea de Tabaré Viera de trabajar cuatro días en lugar de cinco, seis o siete”, probablemente influida por su época al frente de labores turísticas. El español nos salva de quedar como unos vagos ya que nos permite decir que es la propuesta la que tiene el poder de interesarnos. Cuesta resistirse.
A quienes les guste la Real Academia, pueden encontrar alguna referencia sobre esto en la página 1.879 de la Gramática descriptiva de la lengua española, en el capítulo sobre los dativos, escrito por Salvador Gutiérrez Ordóñez. Y quienes se sientan atraídos por el análisis de Elizaincín y González, podrán ingresar, si gustan, a ladiaria.com.uy/Uqa.