Este domingo falleció en Maldonado el artista plástico, escritor y docente Miguel Ángel Battegazzore, a los 93 años. También se desarrolló como escultor, escenógrafo y realizador, y su obra estuvo expuesta en diferentes partes del mundo, donde mereció numerosos reconocimientos. En su evolución artística pasó de lo abstracto a una figuración personal en la que reinterpretó el mundo simbólico que había creado Joaquín Torres García, de quien no fue alumno directo pero cuya influencia recibió de forma intensa.

Había nacido el 22 de enero de 1931 en Montevideo y en 1958 egresó de la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde estudió con Miguel Ángel Pareja. Tres años más tarde obtuvo la beca municipal Carlos María Herrera de perfeccionamiento en Europa. En el País Vasco trabajó con el escultor Jorge Oteiza en la fundación de un Centro de Investigaciones Estéticas, y también investigó sobre arquitectura y ornamentación de azulejos becado por la Fundación Calouste Gulbenkian en Lisboa.

Fue docente de disciplinas relacionadas con su actividad en artes plásticas en Bellas Artes, la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, el Instituto de Profesores Artigas, Cinemateca Uruguaya, la Alianza Francesa de Montevideo, el Círculo de Bellas Artes, la Escuela de Artes Visuales y el Museo de Arte Americano de Maldonado, además de integrar el cuerpo inspectivo de Enseñanza Secundaria y la Comisión Nacional de Artes Plásticas, donde trabajó en el diseño y montaje de exposiciones.

Realizó varias publicaciones sobre el color y la obra de artistas plásticos y audiovisuales, además de textos sobre Torres García. Entre ellos está el libro Joaquín Torres García. La trama y los signos, por el que ganó el Premio Nacional de Literatura en 2000. Sus obras pueden verse en el Museo Juan Manuel Blanes, el Museo Nacional de Artes Visuales, la Fundación Pablo Atchugarry y en importantes colecciones privadas en Uruguay y en el extranjero.

Ángel Kalenberg, curador de la exposición antológica realizada en el Museo Nacional de Artes Visuales en 2022, dijo en aquel momento: “En este país que usualmente se dice que se trata de un país gris, la obra de Battegazzore es un estallido de color. Levanta el ánimo”. Lo definió como “el mayor experto en teoría del color y técnicas del color en este país y en muchos países a la redonda”, y un teórico “muy importante” que concedía a la teoría y la docencia “un valor de creatividad equivalente y tan grande como el que se le puede conceder a la creación en el campo de la plástica, de la literatura o de la música”.

“La obra de Battegazzore refleja la amplitud de su formación, la que abarca tanto la dimensión artística teórica como la praxis”, escribió Kalenberg en el catálogo de la mencionada exposición. “Estas incluyen dibujo, pintura, grabado, cerámica, escultura, para cuya realización no desdeña el lenguaje informático; escenografía para teatro, ópera y ballet, vestuario teatral, diseño gráfico (carteles, estampillas de correo, programas de concierto del Sodre, del teatro Solís, del Teatro de la Ciudad de Montevideo); monedas, arquitectura y, entre las artes temporales, video, cine y otros medios audiovisuales integrando la música, sin dejar de lado sus aportes a la pedagogía, la docencia de la historia y la teoría del arte”.

En sus propias palabras

También en ese catálogo, el propio artista reflexionó acerca de sus primeros años, en donde trabajó en el taller mecánico de su padre y sus dos tíos, donde tuvo un pasaje por la sección de pintura. “Fue sin dudas un paso decisivo para que pudiera adoptar para mi pintura el tratamiento protagónico del color incorporando los pigmentos acrílicos, permitiéndome así desprenderme de la tradición dominante en nuestro medio de la técnica pictórica del óleo”, escribió.

“Las pinturas y el masillado a la piroxilina que se practicaban allí para recuperar los volúmenes de las chapas abolladas de los autos me permitieron actuar desprejuiciadamente con las nuevas técnicas de la pintura acrílica, y también me ayudaron a configurar y proyectar la escultura como afín al diseño industrial”, agregó Battegazzore.

Y concluyó: “Después de esta oscura etapa tomé la decisión de recuperar el tiempo perdido de los estudios interrumpidos cursando en forma libre todas las asignaturas pendientes. Pero es evidente que no todo estaba perdido de esos tumultuosos y oscuros años vivenciados en el taller mecánico paterno, y ello se puede apreciar en las significativas huellas que dejaran en la sintaxis de mi lenguaje pictórico, así como también en las experiencias audiovisuales y fueron decisivas para encontrarme con mi vocación por la enseñanza del dibujo”.