A 148 años de la inauguración de esta sala y a 179 años de la declaratoria de nuestra independencia, creo que todos nos sentimos emocionados en esta jornada de resonancias múltiples. Resonancia histórica, resonancias estéticas, resonancias esperanzadoras de cara al presente y de cara al futuro.

La reapertura de un teatro, el abrir las puertas de un espacio destinado a promover la cultura y las artes, es siempre, debe ser siempre, motivo de celebración. Quiero, ante todo y frente a ustedes, expresar mi profundo reconocimiento a numerosas personas y entidades.

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A través de estos agradecimientos, queremos reafirmar nuestra convicción de que la culminación de una empresa de las características y relevancia como la que estamos disfrutando esta noche nunca es fruto del esfuerzo de una sola persona, sino que siempre es resultado de una actuación colectiva.

En más de una oportunidad hemos señalado que a las ciudades no las hacen tan sólo los arquitectos ni los ingenieros ni los intendentes. A las ciudades las hace la gente, sus pobladores, en un proceso acumulativo y continuado de permanencia y de cambio. La ciudad es siempre, tal como lo afirmaba nuestro recordado amigo e inspirador, el arquitecto Antonio Cravotto, una obra coral. Y yo agregaría, además de coral, polifónica.

En esa obra coral y polifónica, cada generación, cada persona tiene derecho a incorporar sus anhelos, sus inquietudes, su contribución. Este edificio, de tan honda significación urbana y ciudadana, también es una muestra de ello.

Aspiramos a que quienes vengan después de nosotros, en tiempo próximo o lejano, puedan apoyarse en estos logros y continuar el camino, ya iniciado, proponiendo nuevas metas y objetivos aún más ambiciosos. Porque esta noche debemos hablar no sólo de ayer sino del hoy, y del inmediato mañana. Tal como señalan los afiches alusivos que se han colocado estos mismos días en muchos rincones de nuestra ciudad: “El futuro habita en la memoria”. En la noche de hoy, amigos, más que nunca, reafirmo esta convicción.

Considero que nuestra mejor contribución a la ciudad de Montevideo y a toda su gente no es dejar un teatro restaurado, una obra culminada, un edificio reinaugurado. Nuestra mejor contribución es la de contribuir a un proceso, que otros podrán retomar y eventualmente continuar, asumiendo la valoración crítica de lo hasta aquí obtenido. Nuestra mejor contribución será haber realizado un aporte en la dirección que consideramos adecuada, asumiendo el legado de nuestros mayores, respetándolo y, en lo posible, mejorándolo, para disfrute de las próximas generaciones.

Apostamos a que este teatro, que hoy reabre sus puertas a casi un siglo y medio de su audaz inauguración, en un período igualmente complejo de nuestra historia patria, se interprete como un espacio de todos los ciudadanos de Montevideo y de todos los compatriotas a escala nacional. No como ámbito minoritario o excluyente, sino abierto al colectivo social, gracias a una gestión audaz, moderna y eficiente. El teatro Solís debe transformarse en un auténtico emprendimiento cultural con indudable proyección económica y social; verdadera usina cultural, pieza clave del distrito central de la ciudad y componente dinamizador de nuestra Ciudad Vieja, tan querida y tan vulnerada en tiempos de la barbarie autoritaria.

Este teatro debe transformarse en opción turística y cultural de proyección regional e internacional; en posibilidad de trabajo y de empleo para miles de personas; ámbito receptivo para el esparcimiento, el disfrute estético y el reconocimiento de nuestros mejores valores. Confiamos en que el Solís reabierto se transforme en una oportunidad para muchos compatriotas, en el marco de una construcción democrática y republicana a la que todos aspiramos y a la cual, sin excepción, todos nos debemos.

Lo percibimos como un símbolo del Uruguay que debemos construir entre todos, preservando lo mejor de nuestro acervo histórico y apostando a lo nuevo, a las transformaciones necesarias de cara al porvenir, sin menosprecio al pasado, pero sin temor a la innovación creadora.

Estamos absolutamente convencidos de que, en este Uruguay en transformación para el que estamos trabajando, la apuesta a la cultura, en sus más variadas y diversas manifestaciones, debe constituirse en componente medular.

A nuestro criterio, las políticas socioculturales constituyen apuestas esenciales para reafirmar los ideales de respeto integral a los derechos básicos que, como personas, merecen todos y cada uno de nuestros conciudadanos, en sentido congruente con los ideales democráticos y de justicia, tan caros a nuestra tradición nacional.